RODRIGO MORALES MANZANARES
Algo que llama la atención en el debate sobre las campañas electorales es la casi desaparición del planteamiento del voto nulo, aquella idea que nos acompañó con tanta fuerza en 2009. Sin duda se trata de una contienda distinta, hace tres años elegíamos únicamente a los integrantes de la Cámara de Diputados, era una elección, digámoslo así, más dispersa; la figura de los diputados nunca ha sido demasiado cercana a la gente, no parece haber una afectación directa entre la emisión de voto y cambios que sean tangibles.
Ahora se trata de una elección en la que, además de los diputados, elegiremos a los senadores y al titular del Ejecutivo. Eso le da, sin duda, otra dimensión al voto nulo. En aquel entonces se decía que el sentido político de anular el voto era mandar una señal de inconformidad al conjunto de los partidos políticos. Tengo para mí que ese mandato nunca se produjo con nitidez y los partidos siguieron desplegando su agenda sin tomar demasiado en cuenta ese supuesto mandato.
Pero además hay otra novedad: la reforma electoral que cerró la puerta a la creación de nuevos partidos en el corto plazo, hoy pone en el horizonte la posibilidad de que diversas corrientes de opinión que no se sientan representadas en el mosaico de los partidos políticos actuales se puedan organizar para generar un nuevo partido después de los comicios. En fin, que el tipo de elección, el nuevo horizonte, y acaso la ausencia de mandato del ejercicio anulista del pasado, han hecho que ese tema hoy aparezca diluido en la agenda.
Hay otro componente que no hay que perder de vista, el efecto que sí produce un número elevado de votos nulos es facilitar la permanencia de partidos políticos pequeños; en tanto que el cálculo para conservar o no el registro se hace sobre la votación efectiva, mientras más votos se anulen, son menos los votos que requieren los partidos para mantener su registro.
En este contexto, sin embargo, ha aparecido una voz, Javier Sicilia, que parece revivir la idea del voto nulo. Tengo la impresión de que no se trata de una proclama idéntica a la anterior. Me parece que lo que hay detrás de esta nueva consigna no tiene que ver únicamente con los efectos que se generarían en el sistema de partidos, sino con la impotencia de que las campañas no acaban de asumir alguna posición en torno a la lucha emprendida por el movimiento que dirige el poeta.
Al final parece que la visibilización de las víctimas no forma parte de las inquietudes de ninguno de los aspirantes a la Presidencia. Cuando el movimiento se inició, hace más de un año, parecía que las campañas ineludiblemente tendrían que considerar alguna propuesta en torno a los saldos de la guerra contra el narco. No ha sido el caso, la ambigüedad ha suplido al compromiso.
Ojalá los candidatos atiendan el llamado de Sicilia y se puedan concretar reuniones, no tanto para convencer al poeta de no anular su voto, que es lo más irrelevante, sino, sobre todo, para que se pueda avanzar en algunos compromisos concretos que le den continuidad a la agenda trazada por Sicilia y sus aliados. Ojalá no anulen a Sicilia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario