lunes, 2 de abril de 2012

JORGE CARPIZO MCGREGOR Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

JAVIER CORRAL JURADO

Todavía no nos reponemos de la ausencia de Miguel Ángel Granados Chapa cuando, sofocadora, nos llega la noticia del inesperado fallecimiento de Jorge Carpizo, uno de los constitucionalistas más destacados de Iberoamérica. Referente moral en el Derecho mexicano, y uno de los más grandes y a la vez escasos ejemplos dentro de los últimos gobiernos del PRI, de enorme conducta ética y compromiso en el servicio público, quizá por eso nunca fue militante de ese partido y de ninguno.

Jorge Carpizo, el presidente fundador de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, secretario de Gobernación, procurador general de la República y Rector de la UNAM, se fue antier de este mundo provocando de inmediato la sensación de que una parte de nosotros y de México quedará vacía. Duele por lo inesperado, pero también porque el momento actual que vive México, un cruce de caminos, necesitará de su racionalidad política y de sus argumentos jurídicos potentes, y sobre todo, de su resuelto acompañamiento con las mejores causas de nuestro país. Entre ellas, la integralidad de la defensa y promoción de los derechos humanos.
En esa visión integral, Carpizo aportó luces brillantes en el estudio y creación del derecho a la información a través de comentarios, ensayos y ponencias, al precisar las dimensiones de las libertades de expresión e información, e insistir en la responsabilidad social que conlleva el ejercicio de éstas en los medios masivos de comunicación. Ese fue el vínculo que nos unió en la amistad que para mi, se constituyó en una de las fortunas personales que la vida me ha regalado, y que en más de una ocasión se convirtió en abrazo solidario y consejo fraterno. Todavía horas antes de ser ingresado al hospital Médica Sur, del que esperaba regresar a casa el próximo martes o miércoles, me envió un correo electrónico ofreciéndome su apoyo "desde la cama" en el reposo de su operación.
Aunque lo conocí cuando era Secretario de Gobernación y con ese carácter visitó Chihuahua para acompañar a Francisco Barrio en uno de sus informes, fue hasta 1997 cuando convergimos en la necesidad de impulsar la discusión en nuestro país sobre una nueva legislación para los medios de comunicación, y decidimos convocar a la primera Conferencia Internacional sobre "El Derecho a la Información, en el marco de la Reforma del Estado en México", en la cámara de diputados, donde Carpizo, sin duda, fue la figura más llamativa, tras dejar la embajada de México en Francia.
La sola discusión irritó a los principales empresarios de los medios de comunicación quienes lanzaron sobre ponentes y organizadores una descalificación generalizada que nos hacía responsables de urdir una "ley mordaza" y pretender un "órgano censor". "La embustera operación antiley", así calificada por Raúl Trejo Delarbre tomó en mi caso el carácter de un linchamiento personal, y de pronto muchos de los que compartían el propósito de modernizar la legislación en la materia se me hacían a un lado, "como cuerpo a la jeringa". Pero en cambio otros, mostraron una solidaridad y una consistencia, insospechada por mí. Uno de ellos fue Jorge Carpizo McGregor, quien jamás dejó de estar atento a los acontecimientos, con un afecto singular para un recién llegado a la gran ciudad de México, al que de pronto el mundo se le venía encima.
Respondió Jorge Carpizo a la embestida con un texto aleccionador:
"La libertad de expresión es un derecho humano de siempre y para siempre, ha jugado un aspecto crucial en el desarrollo del ser humano y de las sociedades y mucho más a partir de las últimas cinco décadas, y cada día más, debido a las nuevas técnicas de comunicación masiva.
La libertad de expresión es siempre manifestar la verdad.
La libertad de expresión es honestidad.
La libertad de expresión es información objetiva.
La libertad de expresión es la divulgación de criterios y opiniones propios.
La libertad de expresión es el derecho de crítica.
La libertad de expresión es respeto a los otros derechos humanos.
La libertad de expresión es actuar con responsabilidad personal y con sentido ético de la existencia.
La libertad de expresión es responsabilidad social.
La libertad de expresión es contribuir a formar opinión sobre temas internacionales y nacionales.
La libertad de expresión es contribuir a edificar la paz en las sociedades y en el mundo.
Por lo anterior, la defensa de la libertad de expresión es un deber de todo ser humano, porque los derechos y las libertades se defienden. Libertad de expresión: ¡sí, mil veces sí! Un millón de veces sí. Pero libertad de expresión con responsabilidad, ética y respeto a los otros derechos humanos.
En consecuencia:
La libertad de expresión no es derecho a mentir.
La libertad de expresión no es sinónimo de difamación y calumnia.
La libertad de expresión no es derecho a desdibujar, alterar o maquillar la realidad.
La libertad de expresión no es derecho a confundir a la audiencia.
La libertad de expresión no es el avasallamiento de los otros derechos humanos.
La libertad de expresión no es substitución de los tribunales.
La libertad de expresión no es el derecho a crear inquisiciones".
Aliado indiscutible de esta causa necesaria, asumió desde entonces una promoción del tema sin titubeos, de ahí que aceptara formar parte de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMEDI) y de su Consejo Consultivo, cuando lo invité a continuar la batalla desde la organización social. "Hagámoslo por México", como era su respuesta del ideal que persiguió y tanto amó.
Carpizo defendió la libertad de expresión, pero fue de él la advertencia señera que tan enemiga de ésta es la censura, como la calumnia. También centró su mirada en la responsabilidad social de los medios, y en la defensa de los derechos de los periodistas. Recuerdo cuando Carmen Aristegui fue despedida de W Radio, Jorge Carpizo propuso en el seno de la AMEDI que se le buscara una estación de radio propia y que entre todos colaboráramos económicamente. Él ofreció "algunos centenarios" que había podido juntar con su trabajo.
De casos como ése, Carpizo visualizó la evolución en el derecho de la cláusula de conciencia de los periodistas como un instrumento para la protección de la libertad, dignidad y principios éticos de los comunicadores y del derecho de la sociedad a recibir información veraz y oportuna, sin deformaciones o alteraciones.
Uno de los mejores ensayos sobre este derecho que en varios países del mundo los periodistas han conquistado para su cabal ejercicio profesional, es de la autoría de Jorge Carpizo, clarificador y contundente: "La cláusula de conciencia es absolutamente desconocida tanto por nuestra legislación, los contratos colectivos de trabajo como por las escasas reglamentaciones internas de las empresas informativas. El interés de la doctrina por ella es incipiente.
En consecuencia, urge legislar sobre la cláusula para otorgarles a los comunicadores y a la sociedad su paraguas protector. Aprovechemos nuestro gran retraso en este aspecto para conformar una legislación de vanguardia que contenga muchas de las nuevas ideas y tendencias de la cláusula de conciencia y a las cuales me he referido en los párrafos anteriores. Todavía es reciente la tendencia a incluir la cláusula de conciencia en las Constituciones. Considero que en México ello no es necesario; su base constitucional es clara y amplia y se encuentra en el artículo 6º. De la ley fundamental con la adición de 1977: “el derecho a la información será garantizado por el Estado”.
"Así, este aspecto no se debe tocar la Constitución. Únicamente se justificaría incluir una referencia a la cláusula en la ley suprema si se creara una nueva, evento que no considero posible ni deseable en el corto plazo. Contemplo en el futuro mexicano la existencia de una ley específica sobre la cláusula de conciencia tal y como acontece en España, o que sea incluida en una Ley de Comunicación Social. En cualquiera de esos casos, la cláusula habrá de ser completada por otra institución inexistente en nuestro país y que —más pronto o más tarde— también deberá ser una realidad por una imperiosa necesidad: el estatuto de redacción de cada empresa informativa".
Que descanse en paz el mexicano ejemplar que fue Jorge Carpizo.

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