jueves, 26 de abril de 2012

EL TÚNEL DEL TIEMPO


JOSÉ WOLDENBERG

La historia reciente de la Cámara de Diputados puede sintetizarse en una oración: de un poder estatal en el que un solo partido podía hacer su voluntad a uno habitado por una pluralidad política equilibrada. Bien vista, esa cara expresa de manera inmejorable el proceso democratizador mexicano. Veamos un repaso a vuelo de pájaro.
1976-1985. Los años postreros del partido hegemónico. De 1976 a 1979 el PRI contó con 195 diputados de un total de 237, es decir, el 82.3 por ciento del total. El PAN tuvo 20 escaños y el 8.4 por ciento, el PPS 12 diputados y el PARM 10. Con esas cifras, no fue extraño que Giovanni Sartori pusiera como ejemplo de sistema de partido hegemónico pragmático a México. Fue esa legislatura la que aprobó la reforma política que permitió la entrada de nuevos partidos a la contienda y que modificó la fórmula de integración de la Cámara de Diputados. No obstante, en las primeras tres elecciones federales que se llevaron a cabo bajo el nuevo formato, el PRI mantuvo no sólo una mayoría absoluta de escaños, sino una mayoría calificada, lo que le permitía modificar, con sus propios votos, incluso la Constitución. En 1979 logró 294 curules de 400, el 74 por ciento del total. En 1982, 299, lo que representaba el 74.8 por ciento, y en 1985, 292, el 73 por ciento. En ese entonces el PRI, de hecho, sólo competía en la pista uninominal y como puede observarse de 300 distritos perdía, en su "peor" momento, ocho. El PAN era el segundo partido en la Cámara, muy lejos del PRI y sus números eran: 1979, 41 diputados y el 10.8 por ciento del total; 1982, 51 y 12.8 y 1985, 38 y 9.5. La izquierda, dispersa, en conjunto alcanzaba cifras similares a las del PAN. En 1979, el PCM, PPS y PST lograron 39 diputados; tres años después el PSUM, PPS y PST, 38; y en 1985, PSUM, PST, PPS, PRT y PMT, 47.
1988-1994. Se quiebra la hegemonía. Las elecciones de 1988 representan un punto de ruptura. Se inicia la construcción de un auténtico sistema de partidos. Los comicios dejan de ser un ritual previsible e insípido y dan cuenta de un país que no cabe ni quiere hacerlo bajo el manto de una sola organización partidista. Ese año la Cámara de Diputados sufre una auténtica mutación. Las fuerzas se equilibran: el PRI obtiene 260 escaños y el conjunto de los otros partidos 240 (en 1986 se había elevado de 400 a 500 el número de diputados). Por primera vez, el PRI no tiene los votos suficientes para hacer su voluntad en materia de reformas constitucionales. Pero en 1991, la recuperación del tricolor parecía apuntar a que 1988 había sido un año "anómalo". En 91 el PRI alcanzó 320 diputados, el 64 por ciento de la representación. Cierto, no le alcanzaban para cambiar la Constitución por sí mismo -se requiere de dos terceras partes- pero se encontraba muy cerca. El resto de los partidos lograron los siguientes escaños: PAN 89, PRD 41, PFCRN 23, PARM 15 y PPS 12. Pero en 1994 pareció que quizá lo "anómalo" habían sido los resultados de 1991. En 94 el PRI volvió a bajar, pero logró el 60 por ciento de la representación, 300 escaños. Los otros 200 se dividieron de la siguiente forma: PAN 119, PRD 71 y PT 10.
1997-2009. Se instala el pluralismo equilibrado. Las elecciones de 1997 marcan un nuevo quiebre. En esos comicios ningún partido logró tener la mayoría absoluta de las diputaciones. A partir de ese momento se impuso la necesidad, entre los grupos parlamentarios, de dialogar, negociar, pactar. Una sola voz, una sola voluntad, era incapaz de sacar adelante cualquier iniciativa. La aritmética democrática resultó elocuente: PRI, 239 diputados, 47.8 por ciento; PRD 125 -25 por ciento-; PAN 121 -24.2-; PVEM 8 -1.6-; PT 7 -1.4-. Y en el 2000, el año de la alternancia en la Presidencia, los números resultaron aún más apretados: PRI 211 -42.2-; PAN 206 -41.2-; PRD 50 -10.0-; PVEM 17 -3.4-; PT 7 -1.4-; Convergencia 4 -0.8-; PSN 3 -0.6-; PAS 2 -0.4-. Una nueva realidad emergía con fuerza. Un país diverso, masivo, contradictorio, en el que coexisten distintos intereses, ideologías, sensibilidades, daba pie a un sistema de partidos plural en el que ninguna fuerza podía arrogarse la representación de la nación. En 2003 el PRI llegó a 224 diputados, el PAN a 151, el PRD a 97, el PVEM a 17, el PT a 6 y Convergencia a 5. Y en 2006, las elecciones más competidas y polarizadas volvieron a refrendar una Cámara sin mayoría absoluta: PAN 206 (41.2 por ciento), PRD 126, PRI 104, PVEM 19, Convergencia 16, PT 16, Nueva Alianza 9 y Alternativa Socialdemócrata 4. Los resultados del 2009 refrendaron ese equilibrio que obliga a negociar en la Cámara: PRI 238, PAN 142, PRD 70, PVEM 23, PT 14, Nueva Alianza 7, Convergencia 6.
Hay quienes añoran los viejos tiempos. Se desesperan con el equilibrio de fuerzas. Quisieran que un solo partido pudiera hacer su voluntad. Yo no. El pluralismo equilibrado en el Congreso es el mejor candado contra los caprichos presidenciales. Y muchos esfuerzos fueron necesarios para abrirle paso. Creo que no conviene olvidarlo.

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