jueves, 12 de abril de 2012

DIMES Y DIRETES ELECTORALES

JULIO JUÁREZ GÁMIZ

Inicia la primera pedrada audiovisual tras dos semanas de amor y paz en los medios electrónicos. Llámele cambio de estrategia, golpe de timón o sentido común pero, tal y como lo dicta la estrategia electoral más elemental, la retadora (segundo lugar en las encuestas) le pega al líder (puntero) con la finalidad de restarle fuerza y hacerlo vulnerable ante quienes piensan que su triunfo es ‘irreversible’.

En sintonía con lo anterior, el seguidor (tercer lugar en las preferencias) espera paciente a que la escaramuza entre los de arriba le allegue algunos votos como resultado de los riesgos que corre el segundo lugar (atacar puede restarle puntos al atacante) y, además, de los flancos que deje vulnerables el atacado (defenderse quita tiempo y modifica las prioridades comunicativas del puntero). El cuarto lugar viaja en combi.
El PAN ha iniciado la campaña ‘compromisos no cumplidos’ para cuestionar el desempeño de Enrique Peña Nieto como gobernador del Estado de México y a pesar de que estos spots aun no están al aire (el IFE hace públicos los mensajes que incluirá en el pautado de radio y televisión días antes de su transmisión masiva), el PRI ya declaró que presentará una queja ante el IFE apelando al Artículo 41 Apartado C de la Constitución en donde se dice que ‘…los partidos deberán abstenerse de expresiones que denigren a las instituciones y a los propios partidos, o que calumnien a las personas.’
Indudablemente, la primera prueba de fuego para el IFE en materia de regulación de los contenidos de los spots para determinar si, en efecto, un ataque equivale a denigrar o calumniar a una persona o partido político. Lo digo sin alarmismo pero consciente de que este tipo de decisiones tendrán un peso político enorme en la evaluación que los partidos y la ciudadanía hagan de la autoridad electoral una vez terminado el proceso electoral.
Debate televisado sí, pero, ¿en qué canales y con qué formato?
Llega el domingo 6 de mayo, son las 8 de la noche y usted sintoniza cualquiera de los canales de mayor rating en la televisión abierta concesionados ya sea a TvAzteca o Televisa. Sorpresa. En lugar de encontrar el debate de los cuatro candidatos a la presidencia usted se topa con la barra de programas que generalmente estos canales transmiten a una amodorrada audiencia dominical. Qué pasó, se preguntará sorprendido. Acaso no tienen obligación de transmitir los debates las cadenas comerciales de televisión. Pues lo cierto es que no.
Más allá de aportar 48 minutos diarios por frecuencia de radio o canal de televisión, los concesionarios y permisionarios no están obligados a transmitir los debates. Muy probablemente lo harán aunque la inexistencia de un marco legal que garantice estos espacios de discusión nos obliga a preguntarnos cuál sería el esquema de producción-transmisión en el que ganen más los ciudadanos.
Está claro que mientras los partidos políticos tengan la última palabra en la producción de los dos debates que, por ley, organizará el IFE, los que llevarán las de perder serán los electores.
En una democracia funcional con una arena mediática competitiva serían los medios quienes establecerían los formatos de los debates por lo que, pensando en la audiencia, obligarían a los candidatos a salirse del guión y a enfrentarse a escenarios menos controlados por sus estrategas y más por las inquietudes y deseos del auditorio. Tal y como está configurada la organización de los debates en México, serán los partidos los que darán su visto bueno para que el IFE haga lo que ellos prefieren. Mala señal para los televidentes. Literalmente.
¿Por qué es tan importante insistir en un formato que saque a los candidatos de su zona de confort? Pues fundamentalmente porque el electorado debe tener la oportunidad de evaluar la capacidad intelectual y la templanza de quienes buscan utilizar ambas para gobernar al país. En una era en la que la política es, antes que nada, un acontecimiento mediático, la presentación de los candidatos en los medios sigue siendo uno de los principales insumos para la formación de actitudes por parte del electorado. Entre más espontánea sea su interacción y más concretas sus intervenciones mayor será la fidelidad de las valoraciones que la audiencia construya acerca de su desempeño. Controlar encuadre por encuadre con un discurso superficial terminará por asfixiar cualquier posibilidad de interacción entre ellos. Una colección de dimes y diretes.

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