sábado, 21 de abril de 2012

¿POR QUÉ TANTO ODIO?


ANA LAURA MAGALONI

Martes 17 de abril, página 15 de Reforma, una pequeña nota: "Hallan a 12 muertas en el Valle de Juárez". Sigo leyendo: "La Fiscalía General del Estado determinó que los restos óseos encontrados en el Valle de Juárez corresponden a 12 mujeres y dio a conocer la identidad de tres de ellas, quienes habían sido reportadas como desaparecidas. Las autoridades informaron que se trata de Deysi R., de 16 años (...) Yasmín T., de 17 (...) y Idalí J., de 19". Es una tragedia. También es una historia conocida. Nada ha cambiado. No hemos entendido de qué está hecha y cuáles son las causas de la clase de violencia y brutalidad que se vive en muchas partes del país.
En los años noventa, las muertas de Juárez fueron la más clara llamada de atención de la descomposición social que anunciaba el infierno que durante este sexenio se vivió en Ciudad Juárez. También creo que las muertas de Juárez fueron un claro síntoma de la clase de violencia y odio que se estaba gestando en el país, y en estos años hemos atestiguado algunas de sus más terribles manifestaciones.
Julia Monárrez ha estudiado con detenimiento los homicidios de las muertas de Juárez. De acuerdo a la información que ha recabado, de 1993 a 2001, se registraron 110 casos de mujeres asesinadas en esa ciudad fronteriza, de los cuales 89 se trataron de lo que ella denomina "homicidios seriales". Es decir, mujeres que fueron violadas, torturadas y mutiladas antes de su muerte. La mayoría de estos "homicidios seriales" ocurrió, según la autora, entre 1995 y 1998.
En 2001, aparecieron tres jovencitas muertas en el Campo Algodonero, a las afueras de Ciudad Juárez. Este caso fue analizado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que condenó al Estado mexicano.
Hoy, después de un sexenio en donde el gobierno federal ha hecho frente de forma contundente a las organizaciones criminales y ha desplegado a las Fuerzas Armadas en varias partes del territorio, incluida Ciudad Juárez, vuelve a aparecer, como en la peor pesadilla imaginable, una imagen similar a la del Campo Algodonero: en un terreno baldío se encuentran 12 cadáveres de jovencitas asesinadas. Por las edades de las tres víctimas identificadas podemos suponer de qué se trata. No son mujeres asesinadas por golpes de sus esposos o de sus novios. Se trata, como señala la organización civil Nuestras hijas de regreso a casa, de "mujeres que desaparecen y no se vuelve a saber más de ellas, a menos que sus raptores decidan hacer apare- cer sus cuerpos sin vida y con evidencias claras de haber sido brutalmente torturadas y asesinadas, violadas de manera tumultuaria y arrancadas partes de su cuerpo o quemadas. Las víctimas son mujeres jóvenes y de origen humilde, en su mayoría, son raptadas, mantenidas en cautiverio y sujetas a una feroz violencia sexual antes de ser asesinadas y dejadas en lotes abandonados".
El hallazgo de las muertas en el Valle de Juárez, como sucedió en los años noventa, no escandalizó a la opinión pública ni a los medios de comunicación. Fue una pequeña nota de la página 15 de Reforma. No sé si otros medios divulgaron la noticia. Tampoco mereció ninguna atención por parte de los candidatos a la Presidencia de la República. Sin duda es mucho más importante el asunto de las aeronaves que utilizan los candidatos para trasladarse o el cumplimiento/incumplimiento del compromiso 127 de Peña Nieto cuando era gobernador.
Yo creo que las muertas de Juárez deberían ser la ventana para entender la clase de violencia que, por razones nada claras y poco exploradas, se gesta y se produce en nuestra sociedad. ¿Qué tiene que suceder en el tejido social, en las relaciones humanas de una comunidad, para que un grupo de personas decida utilizar a jovencitas, de 13 a 20 años, para "divertirse" sometiéndolas a las más horrendas brutalidades? ¿De qué está hecha una sociedad, un gobierno, una opinión pública, unos candidatos a la Presidencia para que hechos así puedan pasar casi inadvertidos? ¿Será que la indiferencia se debe a que se trata de jovencitas de la clase media baja sin ningún poder social? ¿O será que es tan incómoda la brutalidad de tales homicidios que preferimos mirar a otro lado?
Si algo me queda claro es que, para movernos como país y como sociedad a un mejor lugar en términos de violencia, debemos entender qué está pasando en el tejido social y cuáles son los factores de riesgo por los cuales un joven decide que ejercer violencia contra otros es una forma de encontrar su lugar en la sociedad. Los homicidas de las 12 jovencitas del Valle de Juárez son una manifestación de los efectos, no de las causas, de la violencia que azota al país. Tenemos que abandonar las explicaciones simples de que "el crimen organizado, la droga o las armas que vienen de Estados Unidos" son la explicación de lo que está pasando. Todo ello son efectos. Comencemos a intentar descifrar las causas.

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