jueves, 19 de abril de 2012

LA CACERÍA

MIGUEL CARBONELL

Imagine por un momento que un día cualquiera, mientras circula por las calles de su ciudad, lo detiene una patrulla. Los agentes le piden que baje del vehículo y proceden a revisarlo. Luego le dicen que hallaron un paquete de “polvo blanco” en la guantera del coche y le piden dinero para evitar que lo lleven ante el Ministerio Público. Siendo usted un ciudadano de buena fe y honrado, se niega a darles dinero y les pide que lo lleven ante el Ministerio Público, donde todo se aclarará, ya que usted está seguro que esa bolsa no estaba en su coche y fueron los agentes los que la sembraron para extorsionarlo. Lo llevan ante el Ministerio Público con la única prueba del dicho de los policías y la famosa bolsita. El Ministerio Público abre una averiguación previa por tráfico de estupefacientes, pero antes de que quede integrada la misma llama a los medios de comunicación y usted es presentado como “presunto” narcomenudista, de ésos que —según la publicidad del gobierno— envenenan a nuestros hijos afuera de las escuelas. ¿Le parece un cuento de ciencia ficción? No lo es. Se trata de un rutina bien conocida entre nuestros policías. La siembra de droga o incluso de armas por parte de elementos policiacos es mucho más común de lo que podría parecer. Otro día hablaremos de esa clamorosa forma de corrupción. Centrémonos ahora en la presentación ante los medios: usted todavía no ha sido acusado de nada, no hay pruebas que lo incriminen más allá de toda duda razonable, no ha sido llevado ante un juez y ni siquiera ha podido hablar con su abogado. Pero su cara ya está en todos los periódicos, en el noticiero estelar de la televisión y en decenas de páginas de internet. Cuando dentro de 15 años sus hijos pongan su nombre en un buscador de internet, entre las primeras noticias encontrarán que su papá fue detenido una vez por ser un “presunto” narcotraficante. Desde que usted es presentado ante los medios su vida cambia para siempre: no será improbable que pierda su trabajo, sus vecinos lo mirarán con recelo y dirán “si salió en la tele es porque algo habrá hecho”, a sus hijos les faltarán al respeto en la escuela y hasta sus familiares le harán preguntas incómodas. En pocas horas habrá perdido su existencia tal como la conocía hasta entonces. Para evitar este tipo de abusos completamente violatorios de derechos humanos, la Comisión de Derechos Humanos del DF ha emitido una muy relevante recomendación (la 3/2012) en la que se pide a la procuraduría local que deje de exhibir ante los medios a las personas detenidas. Se trata de un caso importante no solamente por el tema que trata, sino sobre todo por lo novedosos que son los planteamientos que hace la Comisión. De hecho, se trata de un pronunciamiento que la pone en la vanguardia, ya que ninguna otra comisión del país había señalado con tanto énfasis las violaciones que supone esa especie de presentación de trofeos de cacería, tan socorrida por procuradurías y secretarías de seguridad pública tanto en el ámbito federal como local. El problema surge porque se trata a las personas detenidas no como “presuntos inocentes” (que es lo que dice la Constitución que son), sino como el fruto de una cacería humana en la cual el captor se termina tomando la foto con la “presa”. Eso hacen los cazadores, ya sean que maten elefantes en Botsuana o alces en las montañas canadienses. Da lo mismo: el cazador quiere dejar constancia fotográfica o en video de sus hazañas, para que los demás se puedan enterar de sus habilidades cinegéticas. La pregunta importante que, como sociedad, debemos hacernos es si vamos a seguir permitiendo que las autoridades se comporten como cazadores y si estamos dispuestos a ser algún día (ya que a cualquiera le puede pasar) presas que merecen ser exhibidas ante los medios, antes incluso de tener la oportunidad de defenderse ante un juez. La CDHDF nos acaba de ofrecer una batería de argumentos de gran riqueza para poder ir civilizando a nuestros cuerpos policiacos y para entablar un diálogo fecundo sobre el modelo de procedimiento penal que queremos para México. La alternativa es sencilla: o bien optamos por ser tratados como personas portadoras de derechos o bien seguimos estando expuestos a ser tratados como simples trofeos. No hay punto medio y lo que está en juego es mucho. Por eso es que debemos discutir el tema con urgencia.

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