JULIO JUÁREZ GÁMIZ
Llega cansado el electorado al inicio de las campañas. Lo mismo los actores políticos y hasta las propias autoridades electorales. No han sido pocas las discusiones y debates que han generado desgaste desde los primeros días de octubre pasado cuando se dio formalmente por iniciada la elección federal. Por más que el calendario electoral nos recuerde que las campañas electorales acaban de empezar, los cierto es que tanto medios como actores políticos (partidos, autoridades, funcionarios y candidatos) llevan jugando varios meses a la elección presidencial.
Uno de los elementos que más han abrumado a la ciudadanía son las encuestas de opinión. O, déjeme decirlo de otra manera, el uso que de este instrumento de análisis han hecho los medios de comunicación. Lo diré de la manera más clara posible, las encuestas se han convertido en un insumo informativo que, por si solas, no informan acerca de absolutamente nada. Avances, retrocesos, estancamientos. Variables centrales de la lógica de una carrera de caballos que no logran trascender a una explicación más elaborada de los porqués de dichos cambios.
Una narrativa que padecen las democracias de occidente y que reduce los procesos electorales a una prueba contra reloj en donde lo único que importa es el nombre del que llegue primero a la meta. Una meta imaginaria (el 1º de julio) en donde solo existirán el ganador o la ganadora y los perdedores de la democracia. Usted y yo incluidos en la ecuación como partícipes de la victoria o, en el peor de los casos, de la derrota. Elija en dónde se quiere ubicar dentro de esta lógica binaria.
Si consideramos el hecho de que apenas hasta el viernes 31 de marzo los candidatos aparecieron en los spots y pudieron convocar libremente a los medios de comunicación, no estaríamos sobredimensionando nuestras conclusiones acerca de los cambios en los sondeos de opinión de octubre a la fecha. Si es así entonces tendríamos que preguntarnos qué eventos (aparte de las variables más estables como educación, género y NSE) ocasionan los cambios en las encuestas de opinión. Un acertijo sin pies ni cabeza que, sin embargo, no pocos medios han explotado a la hora de explicarnos por qué las cifras se mueven hacia uno u otro lado.
Algo que se ilustra bien con las encuestas de GEA/ISA que diariamente publica grupo Milenio. ¿En verdad puede haber fluctuaciones diarias en las preferencias del electorado todos los días? Si en cada levantamiento le preguntamos lo mismo a personas diferentes quizá lo que estamos haciendo es ilustrar la debilidad del muestreo (los puntajes cambian no por la opinión de las personas sino porque la muestra diaria no es representativa del universo). Así, no estaríamos tomando la misma fotografía del proceso sino una colección de postales de cualquier parte del país. Pero si le preguntamos lo mismo a las mismas personas sería desafortunado calcular cambios de un día a otro, varias veces y en todas las direcciones, pues estaríamos perdiendo de vista el proceso de toma de decisión electoral y la manipulación (voluntaria o no) que las personas hacen de los sondeos de opinión. Inventar por convivir le dicen en mi tierra.
Pero falta más. Y qué hacemos con los márgenes de error en los levantamientos. Si las diferencias entre un candidato y otro o entre un día y otro del mismo candidato son menores al margen de error de la encuesta entonces, bingo, no hay diferencias. A no ser que la intención del medio de comunicación, del caso citado o de cualquier otro que comience diciendo ‘sube’ o baja’ o ‘se estanca’ es hacer una nota periodística de una medición imprecisa. Algo impensable en los medios de comunicación, o a lo mejor no tanto.
El tema de fondo sigue siendo la narrativa de la carrera de caballos. Al final de la elección si lo único que importa es conocer el nombre del ganador, las explicaciones post mortem no interesan a éste y son de nula utilidad para quienes pierden. Recordemos que los partidos políticos en México tienen una compulsión a la repetición. Una y otra vez repiten los mismos errores y la autocrítica no es precisamente su mejor práctica. Si las carreras de caballos registran avances diarios, semanales o mensuales sin ir ligadas a eventos particulares, la interpretación que hagamos de ellas será un acto de (buena o mala) fe.
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