Allá por los años cuarenta del siglo XX, cuando el vocablo "chilango" se refería, en el puerto de Veracruz, a los turistas mexicanos que tenían el rostro enrojecido por los efectos de los rayos solares recibidos en las playas Villa del Mar y Mocambo, y no era un mote exclusivamente dedicado a los procedentes de la Ciudad de México, una persona, niño de poco menos de diez años, en esa época, relata cómo le aplicaron la denominación de "chilango".En la Plaza de Armas o zócalo veracruzano paseaban, en sentido contrario, las muchachas para acá y los muchachos para allá, lo cual era muy agradable. En ese recorrido, con una gracia muy peculiar de los jarochos, y con un dejo en el hablar propio del puerto, dijo un joven jarocho: "aquí está un 'chilango' que se está divirtiendo". Ese sobrenombre, en esa época, no era en lo más mínimo ni ofensivo ni discriminatorio y abarcaba a cualquier turista, de cualquier parte de la república que estuviese afectado en la piel de su rostro por efecto de los rayos solares. No obstante, dada la ley universal del cambio, que todo lo transforma, y muchas veces para mal, la expresión "chilango" ya se aplicó no sólo en el puerto de Veracruz sino en provincias de toda la república, para adjudicársela, en forma discriminatoria, a las personas cuyo nacimiento hubiese ocurrido en el Distrito Federal, aplicación carente totalmente de gracia y con fines peyorativos. En esta nueva situación, hay un número crecido de vivencias afectativas y aludiremos a algunas de ellas, a continuación: Una dama joven, facial y corpóreamente bien dotada, profesionista, nativa del Distrito Federal, de ascendencia española, contrajo matrimonio con un profesionista de la ciudad de Guadalajara. En su matrimonio procrearon dos hijos, el mayor nació en España y el menor en la Ciudad de México. Le pareció, a la referida dama, inverosímil lo que ocurría: llevó a ambos a inscribirlos en una institución educativa de Guadalajara, donde le aceptaron a su hijo nacido en España y le negaron la inscripción a su hijo nacido en la Ciudad de México, sin mayor razón que el nacimiento se había producido en la Ciudad de México. Así como lo indico, lo ha relatado muchas veces la referida dama. Un joven profesionista, con camino recorrido en el ámbito de los impuestos, y con talento singular en esta materia, recibió el cargo de jefe de la Oficina Federal de Hacienda en una población del estado de Guanajuato. Alguno de sus allegados le preguntó si acaso en esa población no le atribuían el carácter de "chilango" por ser nativo del Distrito Federal. A esa cuestión contestó: "No obstante que tengo un cargo de importancia en esa población, me traen 'finto' por haber nacido en el Distrito Federal y dicen que soy 'chilango', por mi manera de hablar, de vestir y de caminar". Según su versión, esto le era muy desagradable. Otro caso: una señora, nativa del Distrito Federal, al igual que sus dos hijas adolescentes nacidas también en la capital trabajaba en un buen puesto en una institución nacional de crédito. Tuvo la ocurrencia de trasladarse a la ciudad de Querétaro, para lo cual logró un cargo en la sucursal bancaria de esa ciudad. Pero, al llevar a sus hijas para inscribirlas en la secundaria, les negaron la inscripción por la única circunstancia de considerarlas cien por ciento "chilangas". De inmediato tramitó su retorno a la Ciudad de México y tuvo la suerte de conseguir otro trabajo similar. A una joven profesionista, brillante en sus actividades, nacida en el Distrito Federal, se le presentó la oportunidad de irse a la ciudad de Monterrey. Allá estaba muy contenta y a gusto. Una persona le preguntó: "¿No te afectó la circunstancia de haber nacido en el Distrito Federal?". Contestó: para nada, pues, desde que llegué a Monterrey a todo mundo le dije que había nacido en Veracruz.El panorama obtenido de la vida real es preocupante y es sólo una pequeña muestra del menoscabo de los derechos a la igualdad que corresponden a los capitalinos.
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