Como es sabido ampliamente por la opinión pública, Mariano Herrán Salvatti, exfiscal antidrogas de la Procuraduría General de la República y procurador general de Justicia de Chiapas, ha sido detenido en Tuxtla Gutiérrez, acusado de los delitos de asociación delictuosa, peculado, ejercicio ilegal del servicio público y abuso de confianza en agravio del patrimonio del estado de Chiapas. Todo esto viene a colación, porque la prensa menciona mi nombre- o él de un homónimo mío- como su abogado defensor. Nada más alejado de la verdad. He enviado cartas aclaratorias a distintos medios y al productor de Carlos Loret de Mola de Televisa por vía telefónica le dije lo mismo, al preguntarme si era yo el abogado de este personaje. Quiero aprovechar este espacio para contextualizar esta aclaración. Conocí, en efecto a Herrán Salvatti en su calidad de "fiscal general del estado" de Chiapas, junto con el entonces gobernador, Pablo Salazar, en una comida celebrada en el restaurante Suntory, ubicado en el sur de la Ciudad de México, en el año 2004. Me había invitado mi amigo Benjamín Fernández Pichardo, propietario del diario "El Imparcial" de Oaxaca y presidente en aquella época de la Asociación Mexicana de Editores. Lo había hecho porque colaboraba como asesor jurídico de esta asociación de propietarios de medios. El propósito de esa reunión era convencer al gobernador de que se condujera estrictamente en el marco de la ley y no se prolongara el abuso de poder en perjuicio de Conrado de la Cruz, propietario del diario "Cuarto Poder", con sede en Tuxtla Gutiérrez. A esa reunión asistieron también los empresarios Armando Prida, del Grupo Síntesis, y Alejandro Arceo, del Grupo Tribuna de Campeche. También estuvo Rafael Loret de Mola. La reunión fue tensa. Herrán traía consigo dos abultados expedientes sobre las presuntas faltas en las que supuestamente habría incurrido Conrado de la Cruz. Alejandro Arceo no se inmutó y dijo con claridad por dónde estaba el fondo del asunto. Silencio. Después, le comenté a Herrán que me llamaba la atención que si se trataba de asuntos federales, estuviera muy interesada la autoridad estatal en este caso. Y que la propia autoridad hubiera hecho una indagatoria exhaustiva como no se hacía en el caso de una persona común, con el ánimo de forzar la ley para sancionar a este empresario periodístico incómodo al poder.No hubo acuerdo. Y nos despedimos con una amenaza velada de Salazar y Herrán para todos los ahí presentes de que nos concentráramos en nuestros propios asuntos. Nunca los volví a ver a más, pero me quedó claro que eran dos personas dispuestas a todo. Esta historia que comparto públicamente fue al final dolorosa. Alegre, con mucho sentido del humor y valiente, Conrado se convirtió al paso del tiempo en buen amigo mío. Hicimos lo posible por promover la ley de acceso a la información pública en Chiapas, donde todo era secreto (y lo sigue siendo en buena medida). El "delito" de Conrado fue hacer periodismo. La verdad era que Salazar nunca perdonó a Conrado que hiciera pública una investigación periodística sobre la suplantación de su cédula profesional que pertenecía a una mujer, y con la cual había ocupado cargos donde era requisito indispensable contar con cédula profesional de abogado. Paradójicamente, Salazar nunca fue requerido por la autoridad para ser sancionado por violar la ley, pero a Conrado, a su hijo y a su esposa María, el Estado se les fue encima. No sólo eso. Conrado debió salir de Chiapas varios años.Al término del periodo del gobierno de Salazar, los delitos de los que acusaban a Conrado y a su familia, como por arte de magia, fueron declarados infundados, y Conrado pudo regresar a Chiapas y su hijo recobrar la libertad. Al poco tiempo, sin embargo, Conrado murió y la misma suerte corrió su hijo. Hoy, doña María sigue al frente de Cuarto Poder, sobreponiéndose al dolor por las afrentas sufridas y luchando por la libertad de expresión. ¿Se imagina alguien con estos datos que he contado que podría ser el abogado de Herrán Salvatti? Tiene derecho, por supuesto, a una defensa legal, pero yo que lo conocí sería lo último que por convicción haría.
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