miércoles, 11 de febrero de 2009

¿LOS EXCESOS DE SLIM?

CIRO MURAYAMA

Pocos eventos, de los múltiples que ha desatado la crisis económica en curso en nuestro país, han motivado una reacción tan pronta y enérgica del gobierno federal como el balance del horizonte económico que, a invitación del Congreso, trazó el empresario Carlos Slim.
El motivo de la incomodidad no fue el sombrío contenido del mensaje, sino, al parecer, el mensajero. La línea del Ejecutivo, en esta ocasión a través del secretario del Trabajo, consiste no en centrar el debate en la economía, en la política económica o acaso en las coordenadas mismas del modelo económico, como viene ocurriendo en el mundo entero, sino en desvirtuar las percepciones de ciertos actores, ayer un empresario, antes el banco central.
Contrasta la hipersensibilidad ante el cuadro que describió el presidente del Grupo Carso con la escasa alarma que motiva, en Hacienda y en Los Pinos, la información dura sobre la actividad económica en el país y la opinión que se extiende en el conjunto de los agentes económicos y que los llamados al optimismo no modifican un ápice. Veamos.
El Índice de Confianza del Consumidor (ICC) en México para enero de 2009 se ubicó en 81.9 puntos, lo que equivale a una reducción de 20.8% en la confianza que se tenía hace un año (comunicado de prensa del INEG, 4 de febrero de 2009).
Al otro lado del mostrador, en el de los productores, los resultados de la Encuesta Mensual de Opinión Empresarial (EMOE), la cual permite conocer las expectativas de los directivos empresariales sobre el sector manufacturero, arrojan para enero de 2009 una reducción de 12.1 puntos respecto a lo registrado al despuntar 2008 (comunicado del INEG, 10 de febrero de 2009). Asimismo, el Indicador de Pedidos Manufactureros registró una disminución de 10.6 puntos frente a enero previo.
La fortaleza de la economía mexicana no se ve acompañada por las ventas al exterior: a diciembre de 2008, el valor de la exportaciones mexicanas tuvo una reducción, respecto al año previo, de 19.7%, esto es, las compras externas a nuestra economía disminuyeron en una quinta parte.
La caída se debió a una disminución de las exportaciones petroleras de 58.2% (por cada 10 dólares ingresados en 2007 del exterior a través de Petróleos Mexicanos, en 2008 se consiguieron sólo seis) y de 11.3% en las exportaciones no petroleras (comunicado del INEG, 23 de enero).
La tasa de desocupación en la economía mexicana pasó de 3.40% al cerrar 2007, a 4.32% al final de 2008 (comunicado del INEG, 21 de enero de 2009), esto es, un aumento de 27% en la tasa de desempleo en un ejercicio fiscal.
Por otra parte, el número de trabajadores afiliados al IMSS se redujo en 242 mil personas entre enero de 2008 y enero de 2009, de acuerdo con datos de la Secretaría del Trabajo (EL UNIVERSAL, 9 de febrero de 2009) y, según la misma fuente del Ejecutivo, la generación de empleos en el sector formal tuvo un decremento de 1.7% el mes anterior; asimismo, el empleo permanente disminuyó 1.9% en el último año.
En suma, los consumidores tienen una valoración negativa y que va en descenso acerca de la situación económica actual e inmediata, lo que necesariamente se traduce en decisiones conservadoras de gasto y de endeudamiento para la adquisición de bienes y servicios; en sintonía con ello, los empresarios del sector manufacturero también hacen cuentas a la baja, estiman que el ramo no irá bien y, en consecuencia, bajan sus pedidos para no aumentar la producción ya que se esperan pocas ventas.
Las familias, que como consumidoras serán cautas, además ya viven en carne propia una rápida expansión del desempleo y un corte brusco en la creación de empleo formal; el sector más dinámico de la economía mexicana en la última década y media, el exportador, resiente desde el año anterior la recesión estadounidense y vio caer casi una quinta parte de sus ventas.
Así, cada engrane de la actividad económica está trabado y frena al que debería impulsar.
¡Qué fácil sería si todo este cuadro fuera un exceso de Slim! Pero las cifras aquí citadas, una a una, son oficiales. ¿La alarma la produce el que advierte mar brava o quien, situado en el puesto de mando, prefiere ignorar la tormenta?

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