La consulta ciudadana sobre la alianza entre el PAN y el PRD en el Estado de México alcanzó el último domingo sólo un poco más de la mitad de la votación que ambos partidos se habían fijado como meta (350 mil votos en las mil casillas ubicadas en los 125 municipios de la entidad). Finalmente se instalaron 963 mesas de recepción, cada una con 350 boletas. Es de recordar que de acuerdo con cifras proporcionadas por el Instituto Federal Electoral aquél Estado es la entidad con el mayor número de ciudadanos inscritos en el padrón: 9 millones 817 mil 245 ciudadanos. El total de participantes, pues, en la consulta ciudadana fue de 230 mil mexiquenses, lo que representa el 2.34 por ciento del referido padrón electoral en la entidad. En tales condiciones yo no considero que haya sido una votación abrumadora y que refleje la voluntad mayoritaria del pueblo. Habrá reflejado, eso sí, la voluntad mayoritaria de un determinado grupo de personas. Ahora bien, ¿qué es una alianza? Es la unión de cosas que concurren a un mismo fin. Nada más que no se puede concurrir a un mismo fin, en especial político, si no hay una preveía identidad, es decir, coincidencia de ideales, propósitos, proyectos y programas. Lo que resulta claro, indiscutible, es que el fin que persiguen el PAN y el PRD es impedir que el PRI sea el triunfador en las elecciones de julio en el Estado de México. La pregunta es si esto es suficiente para aliarse. Lo es o lo será desde el punto de vista exclusivamente pragmático, ¿pero qué pasa con ese algo imprescindible en la política y que es la ideología? Desde luego los partidos y los candidatos buscan prevalecer sobre el contrario. Pero ello no es todo, ni mucho menos. ¿Cómo es posible que el agua y el aceite se junten? ¿Para quitar a un tercero? ¿Para impedir que llegue? Si la política sólo fuera eso quedaría entonces en un sitio deleznable. Desde luego ha habido alianzas de distintos partidos o grupos de poder en momentos particularmente difíciles, hasta dramáticos. La unidad política ha imperado en alianzas y en horas de enorme amargura, como las guerras, o frente a un enemigo todo poderoso que arrasa con lo que encuentra a su paso. En este sentido esas alianzas se pueden explicar como una defensa para sobrevivir. El siglo XX fue escenario de algunas alianzas sobresalientes. Y ni qué decir de los períodos agobiantes de las posguerras, sometidos a grandes perturbaciones sociales en que las alianzas entre diametralmente opuestos han sido casi un imperativo político y democrático. Pero no es ni remotamente el caso del Estado de México. Claro, los aliados en la última guerra mundial se unieron para derrotar a los países del llamado eje aunque la consecuencia de esa enorme disimilitud fue la denominada Guerra Fría. Pero insisto, no es ni remotamente el caso del Estado de México. A mayor abundamiento nuestro país necesita con urgencia, en la medida de lo posible, de una consolidación democrática en el 2012. ¿Y se llegará a esa fecha con el respaldo de las alianzas? ¿De qué clase? ¿En qué condiciones? ¿Son ellas encarnación de madurez en la democracia o de un oportunismo mal disfrazado? Yo recuerdo que según la tradición judía y cristiana el Arca de la Alianza, conocida también como el Arca del Pacto o el Arca del Convenio (nombrada igualmente el Arca de Yahveh o el Arca del Testimonio), era un objeto sagrado que guardaba las tablas de piedra que contenían los Diez Mandamientos, la vara de Aaron que reverdeció y el Maná que cayó del cielo. Representaba por lo tanto la alianza (pacto o convenio) entre Dios y el pueblo judío. E igualmente recuerdo que conforme al Antiguo Testamento el Arca de Noé fue construida por orden de Dios para la salvación de Noé, su familia y ciertos grupos de animales con el objeto de preservarlos del diluvio universal y luego repoblar la Tierra con ellos. Y me pregunto con base en una asociación de ideas para mí casi obligada si no será que en una misma arca se quieren meter seres de naturaleza y condición absolutamente opuestas. ¿Para salvarlos de un diluvio? Diluvio social y a mi juicio político es el que estamos viviendo en esta guerra despiadada y sin cuartel con el narcotráfico y la delincuencia perfectamente organizada (mejor que el gobierno). ¿Y las maravillas que contenía el Arca de la Alianza dónde están ahora? La ley se ha vuelto un instrumento manipulado -casi siempre- por los intereses más mezquinos, la vara de Aron reverdece a duras penas en medio del fuego cruzado y del cielo caen desastres naturales o provocados por el hombre. Lo digo así, medio en metáfora, porque el agua y el aceite, de plano, ni con leyes y milagros se podrán llevar bien. No se trata de meter, como Noé lo hizo por mandato divino, seres de diversa naturaleza en una misma arca para salvarlos del desastre y luego hacer que se reproduzcan. Al ciudadano común y corriente, al que maneja una lógica simple pero sabia, no lo convence la tesis de vencer al contrario a como dé lugar. ¿Y luego qué? Hay ideologías irreconciliables aunque puedan ser coincidentes en un determinado momento. Por ejemplo, el aborto, los matrimonios homosexuales, la eutanasia, ¿de qué manera se abordarían o resolverían en un gobierno compuesto por ideologías disímiles? No hay salida, salvo que se piense en revolverlo todo y luego sacar por suerte lo que primero aparezca. Muchos creen que gobernar es conciliar lo que por naturaleza es irreconciliable, confundiendo el respeto al derecho ajeno, la libertad de ser y de expresarse, con una mezcla de opiniones que al final confunden. En suma, y al margen de que lo acontecido en el Estado de México haya sido una especie de medición de fuerzas, en el 20012 queremos propuestas políticas claras, coherentes, bien definidas, con las que podamos elegir el mejor camino, y no la difusión propagandística de lugares comunes plagados de reiteraciones absurdas y de contradicciones ridículas. En el 20012 no se tratará nada más de ganar sino de gobernar.
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