Como miembro del Servicio Exterior Mexicano, inicié la carrera diplomática en 1971 por una invitación del entonces canciller Emilio O. Rabasa, quién había sido designado por el presidente Luis Echeverría el 1 de diciembre de 1970. Hoy, 40 años después, se rendirá un justo homenaje al jurista y diplomático, funcionario público y constitucionalista, en ocasión de la publicación de sus "Memorias como Secretario de Relaciones Exteriores" (Editorial Miguel Ángel Porrúa, México, 2010). El sitio del evento, el edificio frente a la Alameda donde hoy se asienta la Cancillería (lunes 7 de marzo, 17:00 horas). Los participantes, dos diplomáticos de categoría y una profesora del Colmex.
Una polifacética personalidad como la de Don Emilio es difícil describirla en un texto de las dimensiones de éste. Sin embargo, hay hechos que destacan, que bien analiza el embajador Emérito Sergio González Gálvez en el prólogo del libro. Primero las circunstancias internacionales en las que se encontraba nuestro país al inicio de los setenta. Después de un oscuro sexenio, flagelado por los hechos de Tlatelolco que remitieron al país a una relación fundamentalmente bilateral y subregional, Echeverría, dio otra dimensión a la relación, más participativa en el concierto internacional y más significativa -en una recuperación de tiempos pasados: Liga de las Naciones, creación de la ONU, desarme, etcétera- en los foros multilaterales. Don Emilio ejecutando las decisiones de Echeverría, intensificó ampliamente nuestros vínculos diplomáticos. En singular, tuvo el acierto de reconocer el principio de la "indivisibilidad" y por ende, a la República Popular China. Dándonos una presencia desconocida en el escenario internacional, se abrieron casi el doble de las misiones diplomáticas existentes, la mayor parte de ellas en los países del Tercer Mundo. Saludé a Don Emilio, en Ottawa cuando iniciaba Echeverría su viaje tricontinental. Vinieron otras once giras, más de treinta capitales, el jefe de Estado logró una relación personal con Golda Meir, Boumediene, Nyerere, Senghor, Sadat, Fidel, J.B "Tito", Carlos Andrés Pérez, Brezhnev y el propio papa Paulo VI, nos dice don Emilio.
Un acierto histórico fue nuestra conducta a la caída del gobierno legítimo de Allende y nuestra solidaridad con los socialistas chilenos. En ese país, en la Conferencia de la UNTAD, México propuso la adopción por las Naciones Unidas de una Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, la que fue aprobada por la Asamblea General de la ONU, el 12 de diciembre de 1974, luego de un trabajo coordinado por Don Emilio y realizado por los embajadores Alfonso García Robles (premio Nobel de la Paz, quien cumple el próximo 20 de marzo, 100 años de su nacimiento), Jorge Castañeda, uno de los más connotados internacionalistas mexicanos y Sergio González Gálvez, (digno heredero de estos diplomáticos). Otra innegable conquista fue la promoción del concepto jurídico de Zona Económica Exclusiva, insertado en el Tratado del Derecho del Mar, hoy vigente, que permitió a México la extensión en 200 millas náuticas de su mar patrimonial. Con Cuba, México se negó a aplicar las sanciones impuestas por la OEA, sosteniendo el principio de la "libertad de acción de los Estados". En el ámbito de la relación México-EU -que contó con una magnífica relación de amistad y de respeto, Rabasa-Kissinger-, se logró resolver el problema de la salinidad de las aguas del Río Colorado.
Dos hechos de la Administración Rabasa exigen, uno, el reconocimiento especial del SME por su apoyo generoso en un aumento de salarios. El segundo, la gratitud de los diplomáticos mexicanos con la creación del Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos. Por otra parte, merece un escrutinio cuidadoso y objetivo, la renuncia del licenciado Rabasa el 29 de diciembre 1975. Al celebrarse la Conferencia Internacional de la Mujer -de la que fui secretario-, Jordania insertó en la Declaración de México que "el sionismo es una forma de racismo y discriminación racial". Antes de la Asamblea General de la ONU, organizaciones estadounidenses judías boicoteron agresivamente el turismo hacia México, pero nuestro voto fue ratificado. Por instrucciones del presidente Echeverría, el licenciado Rabasa se trasladó a Israel y sus palabras en Jerusalén (manejadas por la prensa mexicana como de "perdón") fueron malinterpretadas al decir de Rabasa, en sus "Memorias". Años después el propio dice Rabasa que Echeverría reconoció que "en el asunto de Israel, el que se había equivocado era el presidente de México".
Rindo tributo de gratitud, al profesor universitario, al constitucionalista destacado, al excanciller de la República, al hombre de una sola pieza, al diplomático nacionalista, al amigo íntegro y al jefe sabio. Tuve el honor de acompañarlo al fin de sus días cuando presentó "Los Principios Rectores de la Política Exterior de México", libro en el que abordé uno de ellos.(¿Y qué son de ellos ahora, en tiempos aciagos, con una política exterior a la deriva, diría don Emilio?).
Una polifacética personalidad como la de Don Emilio es difícil describirla en un texto de las dimensiones de éste. Sin embargo, hay hechos que destacan, que bien analiza el embajador Emérito Sergio González Gálvez en el prólogo del libro. Primero las circunstancias internacionales en las que se encontraba nuestro país al inicio de los setenta. Después de un oscuro sexenio, flagelado por los hechos de Tlatelolco que remitieron al país a una relación fundamentalmente bilateral y subregional, Echeverría, dio otra dimensión a la relación, más participativa en el concierto internacional y más significativa -en una recuperación de tiempos pasados: Liga de las Naciones, creación de la ONU, desarme, etcétera- en los foros multilaterales. Don Emilio ejecutando las decisiones de Echeverría, intensificó ampliamente nuestros vínculos diplomáticos. En singular, tuvo el acierto de reconocer el principio de la "indivisibilidad" y por ende, a la República Popular China. Dándonos una presencia desconocida en el escenario internacional, se abrieron casi el doble de las misiones diplomáticas existentes, la mayor parte de ellas en los países del Tercer Mundo. Saludé a Don Emilio, en Ottawa cuando iniciaba Echeverría su viaje tricontinental. Vinieron otras once giras, más de treinta capitales, el jefe de Estado logró una relación personal con Golda Meir, Boumediene, Nyerere, Senghor, Sadat, Fidel, J.B "Tito", Carlos Andrés Pérez, Brezhnev y el propio papa Paulo VI, nos dice don Emilio.
Un acierto histórico fue nuestra conducta a la caída del gobierno legítimo de Allende y nuestra solidaridad con los socialistas chilenos. En ese país, en la Conferencia de la UNTAD, México propuso la adopción por las Naciones Unidas de una Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, la que fue aprobada por la Asamblea General de la ONU, el 12 de diciembre de 1974, luego de un trabajo coordinado por Don Emilio y realizado por los embajadores Alfonso García Robles (premio Nobel de la Paz, quien cumple el próximo 20 de marzo, 100 años de su nacimiento), Jorge Castañeda, uno de los más connotados internacionalistas mexicanos y Sergio González Gálvez, (digno heredero de estos diplomáticos). Otra innegable conquista fue la promoción del concepto jurídico de Zona Económica Exclusiva, insertado en el Tratado del Derecho del Mar, hoy vigente, que permitió a México la extensión en 200 millas náuticas de su mar patrimonial. Con Cuba, México se negó a aplicar las sanciones impuestas por la OEA, sosteniendo el principio de la "libertad de acción de los Estados". En el ámbito de la relación México-EU -que contó con una magnífica relación de amistad y de respeto, Rabasa-Kissinger-, se logró resolver el problema de la salinidad de las aguas del Río Colorado.
Dos hechos de la Administración Rabasa exigen, uno, el reconocimiento especial del SME por su apoyo generoso en un aumento de salarios. El segundo, la gratitud de los diplomáticos mexicanos con la creación del Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos. Por otra parte, merece un escrutinio cuidadoso y objetivo, la renuncia del licenciado Rabasa el 29 de diciembre 1975. Al celebrarse la Conferencia Internacional de la Mujer -de la que fui secretario-, Jordania insertó en la Declaración de México que "el sionismo es una forma de racismo y discriminación racial". Antes de la Asamblea General de la ONU, organizaciones estadounidenses judías boicoteron agresivamente el turismo hacia México, pero nuestro voto fue ratificado. Por instrucciones del presidente Echeverría, el licenciado Rabasa se trasladó a Israel y sus palabras en Jerusalén (manejadas por la prensa mexicana como de "perdón") fueron malinterpretadas al decir de Rabasa, en sus "Memorias". Años después el propio dice Rabasa que Echeverría reconoció que "en el asunto de Israel, el que se había equivocado era el presidente de México".
Rindo tributo de gratitud, al profesor universitario, al constitucionalista destacado, al excanciller de la República, al hombre de una sola pieza, al diplomático nacionalista, al amigo íntegro y al jefe sabio. Tuve el honor de acompañarlo al fin de sus días cuando presentó "Los Principios Rectores de la Política Exterior de México", libro en el que abordé uno de ellos.(¿Y qué son de ellos ahora, en tiempos aciagos, con una política exterior a la deriva, diría don Emilio?).
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