martes, 29 de marzo de 2011

EL VIEJO MANUAL

JORGE ALCOCER VILLANUEVA
El destape de Eruviel Ávila como precandidato único del PRI y el intrincado proceso de alianza entre el PRD y el PAN en el Estado de México confirman que las precampañas, con urnas y votación de militantes y simpatizantes, han quedado para mejores tiempos. Los partidos privilegian la unidad interna, y en el PRI ello se acompaña del máximo cuidado para cerrar los resquicios por donde se pueda fugar un inconforme. No son las alianzas entre amarillos y azules lo que mata al PRI, el veneno es la candidatura de un priista capaz de arrancar a su ex partido la tajada de votos necesaria para hacer la diferencia. Enrique Peña Nieto desempolvó y siguió al pie de la letra el viejo manual del destapador. Primero la pasarela pública de los aspirantes, en este caso cinco; luego las consultas internas y el acompañamiento del gobernador, foto de por medio, a cada uno de ellos, para mostrar que cualquiera podía ser; las encuestas siguen cumpliendo un papel, más las internas que las publicadas, pero sin comprometer la decisión final a lo que digan los encuestadores. Aguantar la presión, no precipitar la decisión final, estirar la liga, sin dejar que se reviente. Dejar que los adversarios quemen su propio tiempo, que no les quede un minuto para buscar y convencer a un aspirante del PRI dispuesto a escuchar los cantos de las sirenas. Que no haya fuga; ése era el objetivo y al parecer fue alcanzado. La postulación del alcalde de Ecatepec, el municipio más poblado de México, prácticamente asegura que no habrá fuga; los otros aspirantes han comprometido públicamente disciplina y lealtad, que serán recompensadas en un futuro cercano. No es lo mismo romper con un gobernador, o con la dirigencia del PRI, que hacerlo con quien, el año que entra, puede ser presidente de México. En el escenario mexiquense no hay a la vista un Gabino Cué, ni un Rafael Moreno Valle, tampoco un Mario López ni un Ángel H. Aguirre. PRD y PAN, juntos o separados, pronto lo sabremos, tendrán que encontrar en sus propias filas quien los abandere. La consulta avaló la alianza, les falta el candidato. La determinación del gobernador contiene otros ingredientes dignos de atención. Eruviel Ávila será el primer candidato del PRI a gobernador de ese estado que no surge del compacto grupo toluqueño, al que algunos columnistas siguen identificando con Atlacomulco. Las evidencias indican que ese grupo apostó a la continuidad dinástica y perdió. Ávila es el candidato de Peña Nieto, no de los ex gobernadores. Lo es también por méritos propios, no por linaje. Puede presumir de su origen humilde, del esfuerzo personal y familiar que lo llevó de ser cobrador de pasajes en un autobús y colocador de vidrios, a estudiar la licenciatura en Derecho en la UNITEC y el grado de doctor en la UNAM. Es, como decía Colosio de sí mismo, un hombre producto del esfuerzo, no del privilegio. Habrá quienes pregonen ser los padrinos, o la madrina, del destapado. Seguramente muchas opiniones fueron escuchadas por el único responsable del destape, pero no alcanzan a explicar la decisión. Es casi una leyenda el supuesto poder de la profesora Elba Esther Gordillo en este tipo de eventos. A ella se atribuyen capacidades casi omnímodas a la hora de decidir candidaturas y definir resultados. Sólo que los hechos no avalan la leyenda. En cambio, poca o nula atención ha merecido el activismo que por Eruviel habría desplegado el obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, quien ha sido -dicen- actor y factor importante en las elecciones que para alcalde han tenido lugar desde su llegada a esa diócesis. La trayectoria del virtual candidato del PRI le otorga una posición competitiva favorable: secretario del ayuntamiento de Ecatepec y dos veces alcalde del mismo municipio; diputado local en dos legislaturas, coordinador de su grupo en la segunda (2006-2009), subsecretario de Gobierno, encargado de atender Nezahualcóyotl. A sus 41 años, dispone de la experiencia y colmillo que sólo otorga el trabajo a ras de tierra. Ávila es el designado por el dedo de quien tiene el poder; lo hizo candidato, no gobernador. Sólo Enrique Peña Nieto conoce los motivos de su decisión, los guardará in pectore, así lo dicta el viejo manual. Termina su etapa como gobernador. Sigue la incertidumbre, condición no resuelta en ningún libro.

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