A menos que los jefes de las tribus decidan posponer el evento, el próximo sábado el Consejo Nacional del PRD se reunirá para elegir a quienes ocupen los cargos de presidente y secretario general, que relevarán a Jesús Ortega y Hortensia Aragón. Los intentos para postular una dupla de unidad, que evite el choque frontal entre las tribus, parecen haber fracasado ante la negativa de Lázaro Cárdenas Batel. Aunque todavía se menciona como posible solución la candidatura del ex diputado Javier González Garza, éste ha mantenido discreto silencio.
Por lo pronto, si a las declaraciones de varios dirigentes perredistas atendemos, los consejeros tendrán que optar entre dos planillas, postuladas por las tribus con mayor peso dentro de la estructura del partido amarillo. Una, que encabezaría el diputado Jesús Zambrano, del grupo conocido como los Chuchos, y la que postularía a la ex diputada Dolores Padierna, esposa de René Bejarano, en torno a la cual se aglutinan las tribus afines a Andrés Manuel López Obrador.
A pesar de que los tambores de guerra suenan con estruendo, lo que es usual cuando el partido del sol azteca tiene que decidir cargos y candidaturas, Jesús Zambrano, en entrevista radiofónica del día de ayer, dejó abierta la puerta para una solución de compromiso, como las que se han adoptado en el pasado. A él y a su grupo correspondería la presidencia del partido, y a los otros la secretaría general, con Dolores Padierna para ese cargo.
Pero aun sin un acuerdo de paz, por las reglas que rigen la distribución de cargos, la secretaría general podría corresponder a las tribus contrarias a los Chuchos si obtienen el número de votos suficientes en el cónclave del próximo sábado. Cualquiera que sea el resultado, la discrepancia en relación a la política de alianzas inmediatas (Estado de México) seguirá siendo materia de confrontación entre las tribus, cuyo trasfondo es la pelea por la candidatura presidencial para 2012 entre Marcelo Ebrard y López Obrador.
Corresponderá a los nuevos dirigentes llevar a término la consulta que, en acuerdo con el PAN, convocaron para el domingo 27 de marzo en el Estado de México, en la que se decidirá la coalición que pretenden para la elección de gobernador. En el caso de que a las tribus opuestas a esa alianza corresponda la secretaría general del PRD, veremos un episodio más del enfrentamiento que los tiene divididos. La novedad sería ver al presidente del partido apoyando la alianza y a la secretaria general combatiéndola.
Si la consulta es favorable a la coalición, el siguiente problema será encontrar al candidato(a) aceptable para ambos partidos. A menos que Alejandro Encinas reconsidere su decisión, en las filas del PRD no aparece ningún aspirante con posibilidades de triunfo, y los que postula el PAN padecen del mismo defecto. Sólo quedará el recurso de postular a un personaje no partidista, o que se produzca una fuga en el PRI que les permita repetir el exitoso modelo probado en varios estados; sin un candidato(a) competitivo -apunta Perogrullo- la coalición nacerá condenada al fracaso.
Aunque algunos analistas son de la opinión que estamos en vísperas de la fractura definitiva entre las tribus perredistas, mi perspectiva es diferente. El pragmatismo y la descarnada pelea por cargos y candidaturas que desde hace años dominan en el PRD es, paradójicamente, la fuente de sus conflictos internos y el cemento de su unidad. Nadie se sale porque no hay a dónde ir, no al menos sin renunciar a las prebendas y expectativas de cargos públicos que otorga ser parte de una tribu perredista. Constituir un nuevo partido, antes de 2012, es un camino cerrado; pedir cobijo en el PT o Convergencia implica el riesgo de quedarse sin prerrogativas y sin candidaturas, pues quienes dirigen esos partidos no parecen dispuestos a un acto de generosidad política como el que realizó en 1989 el PMS al ceder al PRD registro, patrimonio y prerrogativas.
Mientras no se tome la decisión sobre el candidato presidencial del PRD para 2012, y sólo hay dos nombres en el escenario, las tribus mantendrán la guerra de baja intensidad que libran desde hace lustros. Para sus jefes está meridianamente claro que su futuro depende de mantenerse, por ahora, dentro del mismo territorio, a la espera de lo que decidan Marcelo Ebrard y López Obrador.
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