viernes, 11 de marzo de 2011

EN EL CENTENARIO DEL NACIMIENTO DEL EMBAJADOR ALFONSO GARCÍA ROBLES, PREMIO NOBEL DE LA PAZ

HERMILIO LÓPEZ BASSOLS

Mientras los tambores de la guerra sacuden al mundo amenazando con una intervención "legalizada", a Libia, por parte de una organización cuyo cometido original era un pacto defensivo, al establecerse en 1949, la OTAN, ocurrirá el próximo 20 de marzo el centenario del nacimiento de uno de los diplomáticos mexicanos más distinguidos, Alfonso García Robles. De la misma talla de Ocampo, Lerdo de Tejada, Romero, Fabela, Padilla Nervo y Castañeda.
Hace casi 30 años, el 14 de octubre de 1982 escribí: "México está de plácemes porque a uno de sus más distinguidos diplomáticos se le ha conferido un galardón universal altamente significativo, el Premio Nobel de la Paz." Agregué "la distinción conferida por la Academia de Ciencias de Suecia en la persona del jurista michoacano, de un distinguidísimo miembro de Servicio Exterior Mexicano, es el reconocimiento justo a una mente lúcida, a una conducta internacional irreprochable y sobre todo, a una lucha infatigable dentro y fuera de los foros de las Naciones Unidas, para doblegar los esfuerzos de un buen número de gobernantes que inundan al mundo con armas que ponen en serio peligro la supervivencia del hombre como especie."
Tuve el privilegio de trabajar en la Misión Permanente de México ante las Naciones Unidas, en Nueva York, como Consejero Jurídico, a las órdenes de don Alfonso García Robles de 1975 a 1976. Cumpliendo con el aforismo latino, don Alfonso era suave en la forma y firme en los propósitos, tanto con quienes colaboraban con él muy cercanamente como Antonio Gómez Robledo y Miguel Marín B., como en sus notables alocuciones en la lucha por el desarme. Su espléndida formación de jurista lograda en instituciones europeas, su enseñanza como profesor extraordinario en la UNAM, sus profundos estudios sobre el petróleo en México y el derecho internacional, su estudio sobre el Panamericanismo, la desnuclearización de la América Latina, la anchura del mar territorial, la Conferencia de San Francisco, su talento negociador desarrollado dentro de la Secretaría de Naciones Unidas, su experiencia diplomática dentro de la Cancillería, su puesto como Embajador de México en Brasil, la Subsecretaría de Relaciones Exteriores y finalmente a partir del 28 de diciembre de 1975, la titularidad de la misma, fue la trayectoria de un hombre que podía ilustrar la pauta de conducta de muchos Estados cuando iniciaba la Conferencia de Desarme y luego en la Asamblea General de la ONU. El respeto y la atención en las salas era impresionante tanto en Ginebra como en Nueva York.
México debe también al talento, a la sabiduría y al nacionalismo de García Robles, dos instrumentos internacionales de importancia fundamental: el Tratado de Tlatelolco y la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados. Su palabra, serena y disuasiva, sólida y erudita, ha sido una de las más poderosas requisitorias para los países embarcados en la carrera armamentista y en especial las superpotencias, y así los reconoció el Comité del Nobel. En cuanto a la CDDEE que es instrumento para el establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional, García Robles presidió al "Grupo de los 77" (países en desarrollo) y así se logro una votación abrumadoramente mayoritaria en la Asamblea General en 1974.
De su lucidez provienen otras iniciativas como son dos periodos extraordinarios de sesiones de la Asamblea General dedicados al desarme. De su pluma un magnífico ensayo sobre Carlos Calvo que expuso en Buenos Aires en la visita del Presidente Echeverría.
En 1982 escribí: "la distinción al Embajador García Robles por su perseverante e inteligente lucha en los foros internacionales por poner fin a la carrera armamentista tenía una triple dimensión, primero, era el justo reconocimiento al propio Embajador Emérito, segundo, al Servicio Exterior Mexicano, y tercero, por supuesto, a la política exterior de México de la época."
El Premio Nobel otorgado a García Robles constituyó un fehaciente testimonio de que la campaña de importantes sectores de la población del mundo por lograr una autentica conciencia pacifista universal -aquella que hunde sus raíces contemporáneas en el Manifiesto de Einstein y de Lord Russell de 1955- no había sido estéril. García Robles tenía la convicción de que el desarme general y completo es el único camino para evitar el exterminio del hombre. El Premio Nobel de la Paz, era una justa reivindicación al genuino quehacer de la negociación, ese noble ejercicio intelectual que requiere de paciencia y firmeza, de conocimiento y de patriotismo y que no puede perderse en el laberinto de la retórica o de la improvisación -véase el fiasco de la Cancillería en Colombia- (algo de don Alfonso aprendimos, útil para la negociación de los Acuerdos de Chapultepec y la paz en El Salvador).
Reitero hoy: "resta el homenaje de sus conciudadanos a quien con plenitud cumplió con el más difícil oficio del mundo, el de hombre a más de un reconocido diplomático universal". Un ensayo sólido e inteligente es el que publicará la revista "Este País" este mes, escrito por el Embajador Emérito Sergio González Gálvez, quien estuvo muy próximo a Don Alfonso, el que comentare en una semana.
¿Y la Cancillería o la "nueva Babilonia" qué prepara para un diplomático singular?

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