miércoles, 24 de noviembre de 2010

CAVAZOS: DEL REFLEJO A LA REFLEXIÓN

RODRIGO MORALES MANZANARES


El asesinato del ex gobernador de Colima, Silverio Cavazos Ceballos, es sin duda un hecho ominoso. Aunque a fuerza de usar dicho calificativo, acaso ahora ya no exprese casi nada, pues cuando lo ominoso se vuelve cotidiano, hay que buscar otros apelativos. No los encuentro. Repasemos la escena. Un ciudadano, en este caso un ex gobernador, se dispone un domingo a pasear a su mascota, conversa con un funcionario en la calle, y un sujeto, sin más, lo acribilla.
La pregunta es: cuando hablamos de violencia, de qué violencia hablamos. Ante eventos inexplicables, el reflejo condicionado nos conduce a dirigir la mirada hacia la delincuencia organizada, al narcotráfico. En este caso, si en efecto se tratara de una suerte de ajuste de cuentas con el ex servidor público, la procuración de justicia tendría que ofrecernos una vasta explicación con el fin de entender los móviles para privar de la vida al ex gobernador. Si esa fuera una línea de investigación, el caso es muy grave.
Pero acaso lo preocupante resulta justamente el reflejo condicionado (todo lo insólito se explica por la delincuencia organizada), pues tras esa salida dejamos de preguntarnos por otras hipótesis. Es decir, la inseguridad se nos ha vuelto una cobija explicativa lo suficientemente generosa como para que prescindamos de las dudas, mas lo suficientemente genérica como para que ya no nos diga nada relevante. Entender quién se beneficia con tal o cuál crimen ha dejado de ser una inquietud. Aún más, explicar por qué tal o cuál sujeto fue victimado, qué representaba, qué cuentas debía, etcétera, tampoco es un tema que merezca explicación.
Así hemos visto un interminable desfile de personajes públicos (alcaldes en funciones, electos, diputados, síndicos, candidatos prácticamente a todos los cargos de elección popular y, ahora, un ex gobernador) victimados sin que hayan aparecido aún ni los asesinos ni, por cierto, alguna línea de investigación. Que la culpa fuese del narco, insisto, sería gravísimo en tanto revelaría una impúdica cercanía entre el poder y la delincuencia organizada. Pero quedarse sin explicaciones es igualmente grave en la medida que podemos estar dejando de ver formas emergentes de violencia pública.
Urge, entonces, el puntual esclarecimiento de este caso (y de todos), no sólo para desterrar hipótesis simplonas, sino con miras a saber quién o quiénes cometen el homicidio de una figura pública, a plena luz del día, dejan huellas (retratos hablados, vehículo abandonado) y están dispuestos a hacerlo, pues no les preocupan las consecuencias.
¿Quién o quiénes pueden ultimar a un candidato a gobernador, virtual ganador, y seguir viviendo impunes?
En fin, tengo la impresión de que nos estamos alejando de los casos aislados, de aquellos eventos que desafían la normalidad, y estamos entrando a una desafortunada cotidianidad. La cercanía de la violencia con la política merece algo más que una condena. Hay que enderezar estrategias políticas públicas que contribuyan al blindaje de la política, sin embargo, para hacerlo, hay que entender bien cuál es la amenaza real que está rondando. El reflejo que apunta genéricamente al narcotráfico puede, no sólo ser injusto con las víctimas, sino errado en el diagnóstico. El asesinato del ex gobernador Cavazos es por supuesto condenable y debiera activar una investigación que nos lleve a la verdad. Ojalá dejemos de actuar por reflejos y demos paso a la reflexión.

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