viernes, 19 de noviembre de 2010

HUERTA: USURPACIÓN EN LA PRESIDENCIA (VI)

HERMILIO LÓPEZ BASSOLS

El día de hoy, en un acto celebrado en la Facultad de Derecho de la UNAM y en ocasión del centenario del inicio de la Revolución Mexicana, dictaron cátedras magistrales el Dr. Juan de Dios Gutiérrez Baylón y la Dra. Irene Zea. El primero se refirió a las frecuentes violaciones al derecho internacional de la época, ocurridas en las páginas sangrientas de la historia de México de 1910 a 1920. Asimismo, el distinguido profesor habló sobre las Comisiones de Reclamación que se establecieron después de la Revolución entre México y Estados Unidos para ventilar las controversias sobre hechos en que estaban involucrados ciudadanos o entidades de los dos países.
Mereció especial interés el acucioso examen que se hizo de los llamados Convenios de Bucareli. Por su parte, la Dra. Zea narró los girones principales de nuestra política exterior entre los años 1920 y 1930, en especial el reconocimiento del Gobierno de México por Estados Unidos, nuestra participación en la Liga de las Naciones, la Doctrina Estrada y la aplicación de la Constitución de 1917.
Es decisión del director de la escuela, que estas ponencias y las otras dos presentadas se publiquen como homenaje de los abogados universitarios a la lucha que nos dio independencia económica, e identidad como nación.
Ahora, vuelvo a mi narración sobre la política exterior durante la Revolución. Lascurain deshonró el cargo de canciller al aceptar su nombramiento como Presidente interino por menos de una hora para renunciar y entregárselo a Victoriano Huerta. Si bien era ya inminente y evidente la renuncia de Madero, fraguada en la Ciudadela y la embajada, Lascurain debió haberse mantenido en el puesto hasta que sanos y salvos, Madero y Pino Suárez y sus familias salieran del país. No lo hizo, se prestó a ser un comodín y el Presidente mártir fue asesinado por los huertistas junto a la Penitenciaría.
Huerta notificó a los gobernadores de su nombramiento y uno de ellos, Venustiano Carranza, rechazó al usurpador. Huerta, asimismo, se deshizo de Félix Díaz enviándolo al extranjero. La preocupación mayor de El Chacal era obtener el reconocimiento de su gobierno por Estados Unidos. Para ello, utilizó los servicios de cinco secretarios de Relaciones: Francisco León de la Barra -porfirista-, Federico Gamboa -quien organizó la recepción de visitantes a las fiestas del Centenario-, Querido Moheno -que desnudó el conflicto al decir que era principalmente el interés norteamericano por el petróleo; José López Portillo -abuelo del expresidente- y Francisco Carbajal -que le tocó cerrar caja-.
El primer paso dado por Gamboa fue buscar una conciliación con Estados Unidos y la respuesta de Wilson fue exigir la salida de Huerta.
Estados Unidos ofreció un préstamo, pero el autor de "Santa" contestó que: "ningún soborno era suficiente para menoscabar la dignidad nacional". Moheno, miembro del Cuadrilátero tuvo que enfrentarse con la Cámara de Diputados, luego con el asesinato de Belisario Domínguez y lo más grave, la disolución de la Cámara. Pese a todo, mostró un espíritu conciliatorio y logró la excarcelación de varios de sus compañeros diputados. Huerta anunció que celebraría elecciones y luego las anuló por las presiones de dentro y fuera. Cuando se corrió el rumor de que Moheno deseaba la presidencia, él decidió separarse de su cargo. Llegó a la Cancillería gracias a su libro "La Doctrina Monroe", López Portillo, quien era versado en derecho internacional como también lo fueron León de la Barra, Luis Cabrera y Emilio Rabasa, en aquel momento. A él le tocaron los momentos más ríspidos de la relación como fue la invasión a Veracruz y la interferencia de diversos grupos revolucionarios que cuestionaban la legitimidad del régimen de Huerta. Cuando estuvo convencido que la única salida era la renuncia de Huerta a través de una acción del gabinete, Huerta le pidió la renuncia.
Era evidente que el presidente Wilson tenía dos versiones diferentes de los hechos en México; una, la de Lane Wilson que le recomendaba reconocer a Huerta y otra en sentido opuesto que confirmaron después sus agentes confidenciales. Wilson no era un experto en relaciones internacionales, pese a que después elaborara los famosos "14 Puntos". Él creía que había que derribar al déspota para salvar de otra experiencia similar a América Latina. Pero no contaba con dos elementos fundamentales: el acendrado nacionalismo mexicano y la incipiente tradición democrática iniciada por Madero, que no permitía ningún tipo de lección por parte de los Estados Unidos.

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