La estadística de muertes violentas crece a una tasa que supera, a la enésima potencia, a cualquier leve atisbo de esperanza de que las cosas mejoren en estas tierras. El nudo del debate presupuestal es, al final, irrelevante para las expectativas de crecimiento del país y de incremento de la calidad de vida de la población, pues lo que los diputados ajustarán y repartirán estos días no alcanza el uno por ciento de lo que ya se sabe será un presupuesto procíclico, diseñado no para activar la economía, sino para cumplir con el máximo mandato de la consolidación fiscal.
Es ahora, en estos tiempos en que las noticias nacionales versan sobre aquello que antes era simple nota roja, cuando la buena literatura da ese respiro, ese remanso de oxígeno y vitalidad que la vida pública no ofrece. Desde al año pasado habita en mi librero y en mis reflexiones la obra Todo nada (Tusquets, 2009), de la escritora mexicana Brenda Lozano. Este libro es un acercamiento desde la ficción a la mayor de las contundencias de la realidad, a la certeza de la muerte. De una muerte, en la obra de Lozano, hasta cierto punto envidiable y deseable: la natural que ocurre en la vejez, aunque no por ello menos ingrata, injusta y cruel.
Escribir del final de la vida es reivindicar el sentido de la propia vida; sólo la certeza de su extinción la hace necesariamente valiosa; la escasez del tiempo vital es la que vuelve odioso el desperdicio de los días, de los afectos; darle valor a cada minuto, incluso cuando los momentos se hacen irreparablemente más escasos es, también, darle motivos profundos al estar aquí. Eso es parte de lo que hace y construye Brenda Lozano en Todo nada, la historia de Emilio Nassar, médico, abuelo y, también, humanista que espera y adelanta la muerte en paz.
Lozano es una escritora frecuente en Letras libres, también, en su momento, en Nexos. Conoce a fondo la obra de Ibargüengoitia al tiempo que su pluma se ha educado con la pedagogía de Guillermo Fadanelli.
Van, en las líneas que siguen, mis subrayados a este libro de Brenda Lozano, joven escritora que desde la madurez de su talento nos regala una primera novela sustantiva:
“Soñar vivo a un muerto es lo mismo que conversar con un esqueleto en el consultorio de un médico”.
“Despertar, por ejemplo, debería ser considerada una obra respetable. O ¿a quién le resulta más asombroso observar un cuadro de Jackson Pollock que despertar?”
“Hablaba demasiado. Habría sido más fácil frenar al mundo que frenar sus palabras”.
“Su carácter no le habría permitido morir como muere un anciano al que le cambian los pañales”.
“Quería callar de una vez por todas. Tal vez porque el dolor sucede al placer con la misma seguridad con que la muerte sigue a la vida”.
“La cifra de libros, como cualquier cifra numerosa, es vulgar”.
“Amamos para que nos amen como abandonamos para que nos abandonen”.
“No saber dónde están los que queremos es no saber dónde está uno”.
“Quien busca ser el centro de atención no hace más que revelar lo minúsculo que es”.
“Impresionante cómo la belleza de una mujer cambia la conducta de un hombre”.
“Cuando más extraño a alguien menos puedo decirlo”.
“El carácter del abuelo era un boxeador cada vez más irascible”.
“Prefería parecer una bestia a la que pocos se acercan más que un niño al que los desconocidos acarician”.
“Vive con el fantasma de su mujer, ese fantasma que sólo se le aparece a él”.
“Mientras una pareja camina en el mismo camellón, en realidad podrían estar caminando en países que se han declarado la guerra”.
“Asisto a clases de literatura en la Universidad Nacional, algunas lecturas bastan para aprender que nada aprendo”.
“Como ocurre en cualquier fiesta todos están en la cocina. ¿Por qué no se invita directamente a la fiesta en la cocina?”.
“Mientras alguien toma apaciblemente alcohol, su alma puede estar rompiendo una mesa”.
“¿Contarlo es un intento por entender? Tal vez lo cuento para fingir que entiendo. Tal vez lo cuento para reiterar que nada entiendo”.
“Detesta que yo maneje, preferiría manejar él. Si en él recayera la decisión, manejaría todos los coches de la ciudad al mismo tiempo”.
“Reconozco a un adolescente de inmediato: producen bigotes, poemas e insolencias”.
“Prefería conservar a un amigo que sumar un ex novio”.
“Tal vez quien más nos quiere es quien recibe lo peor de uno”.
“Ya sabemos lo que viene después de que alguien muere. Muere para instalarse en los sueños”.
“Contra lo que se cree, es peor que se confunda un nombre en una discusión que en un orgasmo”.
“Cualquier detalle, cualquier mínimo detalle despertaba su rabia. Cuanto menor era el detalle, mayor su rabia”.
Es ahora, en estos tiempos en que las noticias nacionales versan sobre aquello que antes era simple nota roja, cuando la buena literatura da ese respiro, ese remanso de oxígeno y vitalidad que la vida pública no ofrece. Desde al año pasado habita en mi librero y en mis reflexiones la obra Todo nada (Tusquets, 2009), de la escritora mexicana Brenda Lozano. Este libro es un acercamiento desde la ficción a la mayor de las contundencias de la realidad, a la certeza de la muerte. De una muerte, en la obra de Lozano, hasta cierto punto envidiable y deseable: la natural que ocurre en la vejez, aunque no por ello menos ingrata, injusta y cruel.
Escribir del final de la vida es reivindicar el sentido de la propia vida; sólo la certeza de su extinción la hace necesariamente valiosa; la escasez del tiempo vital es la que vuelve odioso el desperdicio de los días, de los afectos; darle valor a cada minuto, incluso cuando los momentos se hacen irreparablemente más escasos es, también, darle motivos profundos al estar aquí. Eso es parte de lo que hace y construye Brenda Lozano en Todo nada, la historia de Emilio Nassar, médico, abuelo y, también, humanista que espera y adelanta la muerte en paz.
Lozano es una escritora frecuente en Letras libres, también, en su momento, en Nexos. Conoce a fondo la obra de Ibargüengoitia al tiempo que su pluma se ha educado con la pedagogía de Guillermo Fadanelli.
Van, en las líneas que siguen, mis subrayados a este libro de Brenda Lozano, joven escritora que desde la madurez de su talento nos regala una primera novela sustantiva:
“Soñar vivo a un muerto es lo mismo que conversar con un esqueleto en el consultorio de un médico”.
“Despertar, por ejemplo, debería ser considerada una obra respetable. O ¿a quién le resulta más asombroso observar un cuadro de Jackson Pollock que despertar?”
“Hablaba demasiado. Habría sido más fácil frenar al mundo que frenar sus palabras”.
“Su carácter no le habría permitido morir como muere un anciano al que le cambian los pañales”.
“Quería callar de una vez por todas. Tal vez porque el dolor sucede al placer con la misma seguridad con que la muerte sigue a la vida”.
“La cifra de libros, como cualquier cifra numerosa, es vulgar”.
“Amamos para que nos amen como abandonamos para que nos abandonen”.
“No saber dónde están los que queremos es no saber dónde está uno”.
“Quien busca ser el centro de atención no hace más que revelar lo minúsculo que es”.
“Impresionante cómo la belleza de una mujer cambia la conducta de un hombre”.
“Cuando más extraño a alguien menos puedo decirlo”.
“El carácter del abuelo era un boxeador cada vez más irascible”.
“Prefería parecer una bestia a la que pocos se acercan más que un niño al que los desconocidos acarician”.
“Vive con el fantasma de su mujer, ese fantasma que sólo se le aparece a él”.
“Mientras una pareja camina en el mismo camellón, en realidad podrían estar caminando en países que se han declarado la guerra”.
“Asisto a clases de literatura en la Universidad Nacional, algunas lecturas bastan para aprender que nada aprendo”.
“Como ocurre en cualquier fiesta todos están en la cocina. ¿Por qué no se invita directamente a la fiesta en la cocina?”.
“Mientras alguien toma apaciblemente alcohol, su alma puede estar rompiendo una mesa”.
“¿Contarlo es un intento por entender? Tal vez lo cuento para fingir que entiendo. Tal vez lo cuento para reiterar que nada entiendo”.
“Detesta que yo maneje, preferiría manejar él. Si en él recayera la decisión, manejaría todos los coches de la ciudad al mismo tiempo”.
“Reconozco a un adolescente de inmediato: producen bigotes, poemas e insolencias”.
“Prefería conservar a un amigo que sumar un ex novio”.
“Tal vez quien más nos quiere es quien recibe lo peor de uno”.
“Ya sabemos lo que viene después de que alguien muere. Muere para instalarse en los sueños”.
“Contra lo que se cree, es peor que se confunda un nombre en una discusión que en un orgasmo”.
“Cualquier detalle, cualquier mínimo detalle despertaba su rabia. Cuanto menor era el detalle, mayor su rabia”.
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