martes, 2 de noviembre de 2010

EL PAN Y EL PRESIDENTE

JAVIER CORRAL JURADO

El próximo 5 de diciembre, el Consejo Nacional del PAN elegirá al nuevo presidente del CEN y a los integrantes de éste. En esa aspiración se han registrado Judith Díaz, Cecilia Romero, Gustavo Madero, Francisco Ramírez Acuña y Roberto Gil Zuarth. Se trata de cinco personalidades de muy variado estilo y forma de hacer política, que, además de la diversidad de enfoques que sobre “lo panista” expresan cada una de esas candidaturas, reflejan distintos grupos e intereses que las impulsan. En esa pléyade, los consejeros del partido tendrán variadas las alternativas, desde una militancia decantada por más de 40 años en Acción Nacional como lo es la de Ramírez Acuña, dos liderazgos femeninos fuertes —y contrastantes hasta en sus convicciones religiosas— para concretar la vez primera de una mujer al frente del PAN, un pensamiento más fresco y liberal en lo ideológico como lo tiene Madero y la emergencia de una candidatura joven e inteligente, como es la de Gil Zuarth, de tan reciente ingreso en las filas partidistas que ha levantado impugnaciones de carácter estatutario. Los cinco ya han expresado propósitos y esbozado acciones; sin embargo, será necesario conocer su pensamiento y posición en relación con diversos problemas del país y del partido, escarbar hondo en sus motivos, rajar la leña de sus intereses, observar muy bien quiénes los rodean, porque es sabio el refrán “dime con quién andas y te diré quién eres”. La elección del presidente del PAN es un asunto de la mayor importancia no sólo para los panistas, sino para toda la nación. Nunca como ahora resulta trascendental que los consejeros emitan un voto libre, razonado y responsable. Sostengo que esta renovación está enmarcada en un momento auténticamente paradójico: cuando la lógica política y el difícil escenario electoral futuro aconsejarían un cierre de filas con el gobierno de Felipe Calderón, en una necesidad mutua, pienso al mismo tiempo que es cuando el partido debiera tomar una mayor distancia, deslindarse sin romper. Exactamente como lo hizo el propio Calderón hace seis años con Vicente Fox. Porque lo que está en juego no es qué tan brillante o entusiasta es el nuevo dirigente, sino quién es capaz de recuperar la autonomía del PAN frente al Presidente de la república, no para que no opine, sino para que deje de dar órdenes e imponer vetos en un ámbito que no le compete. Estoy convencido de que dentro de una lógica política la relación partido-gobierno ha de caminar por el sendero de la colaboración, en el marco de la ética y la ley, pero también estoy cierto de que dentro de ésta el principal desafío del nuevo presidente del partido frente al Presidente de la república es el nivel de autonomía y el carácter para concretarla en el campo de la interlocución con él, espacio en el que Calderón no suele concebir, ni aceptar de sus correligionarios, el más mínimo ejercicio crítico de su desempeño o de su gobierno. Cualquier nivel de autonomía personal es con frecuencia visto como acto de deslealtad o motivo de desconfianza. Por ello el mayor atributo que distingue a su empequeñecido grupo de colaboradores cercanos no es necesariamente el talento, sino la incondicionalidad. De ahí que desde varios flancos de su administración la política se haya tornado en un ejercicio de vetos, en el partido, en el gobierno, en el Congreso, en los medios de comunicación y ahora en el IFE. De ahí que me parezca vergonzoso que se plantee en nombre de la ética que el próximo presidente del partido tenga entre sus tareas cuidar políticamente a Felipe Calderón cuando ya no esté en la silla presidencial. Ahora resulta que vamos a atar también el futuro del partido a la suerte final con la que concluya su gobierno el presidente de la república, como si no hubiera sido suficiente haberle conferido estos años el control absoluto de la institución, con los resultados del 2009 por todos conocidos que, si no hubiera sido por las alianzas de este año, estaríamos en el hoyo. El próximo jefe nacional del PAN tiene retos mayores que hacerle de guardaespaldas de Felipe Calderón. La primera y más importante lealtad debe ser para con la institución que, sin duda, trascenderá siempre los personalismos. Acción Nacional necesita ser estrujado por la fuerza de la verdad sobre su situación actual; nada tan demoledor para una estrategia de reposicionamiento entre la ciudadanía que la autocomplacencia. Necesitamos relanzar nuestro proyecto de cambio, reconociendo los múltiples factores que nos han imposibilitado a concretar varias de nuestras banderas más caras, incluidas en ello las equivocadas apuestas que hicimos por sectores de los que jamás vendrá una voluntad genuina de cambio. Relanzar la oferta de cambio es un ejercicio autocrítico frente a la sociedad, pero de manera particular de cara a los jóvenes, en el que lo primero que hay que enlistar son los pendientes democratizadores. Una reorganización del partido a partir de actualizar el padrón de militantes, reinstalar el proceso democrático para la elección de candidatos y dirigentes; sancionar severamente los actos de corrupción y todas esas prácticas de manufactura príista que ya tienen presencia entre nosotros, el clientelismo político, el acarreo, la compra de votos. El PAN que enfrentará el 2012 necesita, más que un presidente del CEN, un líder, capaz de animar a los militantes y convencer a los ciudadanos, con una agenda de rescate del partido y de reconstrucción del país. ¿Puede el panismo cerrar los ojos ante el dramático momento que vive el país?, ¿se puede ignorar sin consecuencias político-electorales el ambiente de pesimismo que priva en los panistas y el estado de ánimo de desmoralización y decepción que con dramáticos niveles atraviesa a los ciudadanos en general?. Necesitamos un líder en quien creer, que milite en el interés público, que haga del partido arena de neutralidad para la disputa entre los mejores, no trampolín de ambiciones grupales o individualistas, mucho menos plataforma para negocios personales.

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