jueves, 23 de septiembre de 2010

100 AÑOS, ORGULLOSAMENTE UNAM

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN

Ayer, la Universidad Nacional Autónoma de México cumplió 100 años de existencia o, si se prefiere, un centenario de su más reciente etapa histórica. Podemos decir que, con ello, la nación cumple cien años de maduración en sus instituciones de educación superior. La Universidad, epónimo que corresponde en México a la UNAM, es el más alto grado que en su evolución puede alcanzar una cultura. Cuando una civilización genera instituciones que pueden estudiar y analizar el universo, pero también a sí mismas dentro de la realidad, está ya en capacidad de producir nuevo conocimiento y, sobre todo, contar con una conciencia crítica capaz de coadyuvar para corregir la ruta y el destino de la comunidad. Estos 100 años han sido el tiempo de la Universidad y también el tiempo de México. La estructura de nuestro pensamiento, las obras que han hecho historia y buena parte de nuestra cohesión social, son elementos del trabajo universitario. Al celebrar el centenario de la UNAM, celebramos también el centenario de la consolidación de la cultura nacional. Con el tiempo, igual que la sociedad mexicana, la Universidad ha desarrollado mecanismos para solucionar sus crisis. Es natural que en un microcosmos como el universitario, en el que conviven en libertad los más distintos puntos de vista, ocurran momentos álgidos. Sin embargo, la mayor parte de los momentos difíciles de la Universidad se han originado fuera de ella y no es poco frecuente que muchos problemas y tensiones de la sociedad se procesen y solucionen en el interior de la casa de estudios, como muestra del pensamiento y del análisis de nuestra comunidad. Frecuente depositaria del apoyo y el afecto de grandes segmentos de la sociedad, ha sido también blanco frecuente de ataques, siempre interesados y siempre parciales, de quienes no la conocen, no la comprenden o a quienes estorba su voluntad de buscar la verdad y conquistarla en beneficio de la sociedad. A cada ataque, de cada crisis, la UNAM ha salido más fuerte y más unida. Hoy, la Universidad vive uno de sus mejores momentos, no sólo por el reconocimiento que la sociedad le ha prodigado y el sitio que ha sabido conquistar en el mundo, sino porque nuestra casa ocupa un lugar central en la construcción del futuro de México, por cuanto son la educación y el desarrollo científico las auténticas prioridades de nuestro pueblo para solucionar sus problemas. Con el fin de lograrlo, la UNAM trabaja y se prepara, construye y critica. Quedan dos tareas que cumple a la cabeza de las muchas universidades que se han formado a su vera en las últimas décadas: ser, en tiempos de apremio económico, el único mecanismo de movilidad social del cual se benefician innúmeras familias mexicanas y, la más importante, en momentos de grave descontrol y desaliento, ser conciencia crítica y faro del pensamiento mexicano. Es verdad que son muchas las necesidades que la UNAM enfrenta, pero también que su transparencia, la rendición de cuentas y el innegable apego al espíritu popular de nuestra sociedad la convierten en la muestra de lo que la sociedad mexicana puede lograr si nos empeñamos con firmeza en hacer, de la educación y del pensamiento, los principales instrumentos para construir un mañana mejor para todos.

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