JORGE ALCOCER VILLANUEVA
Aunque Usted no lo crea, hasta el día de hoy solamente he visto en televisión mensajes de dos de los precandidatos del PAN, uno del PRI y los del IFE en sus diferentes versiones. Como el resto de los mortales de mi edad y condición, en esta temporada la programación de la TV está muy lejos de ocuparme. He escuchado también algunos mensajes por radio, constatando que tanto el IFE como los partidos persisten en desaprovechar ese poderoso medio de comunicación al utilizar como material difundido el audio de sus mensajes de TV.
De lo poco que he visto y escuchado me queda la impresión de estar ante un desperdicio monumental del tiempo asignado a partidos y autoridades desde el pasado 18 de diciembre, cuando dieron inicio las precampañas. En primer lugar porque, salvo el PAN, no hay precampañas, y tratándose de los precandidatos del blanquiazul lo que veo y escucho son mensajes navideños, al más puro estilo del marketing a que el canal de las estrellas nos tiene acostumbrados.
Tienen razón quienes señalan el absurdo de que la precampaña panista involucre, de manera directa, exclusivamente a sus militantes y adherentes (1.8 millones de ciudadanos) mientras que los mensajes en TV y radio de sus precandidatos son a población abierta; ridícula, por decir lo menos, es la disposición que obliga a colocar en esos mensajes la advertencia "propaganda dirigida a militantes del PAN", falta agregar "los demás deben cerrar los ojos y taparse los oídos".
Estamos en presencia de muchos vericuetos que la ley no previó; el primero y más importante es que seis partidos, de siete con registro, no tienen precampaña presidencial. Luego está la anticipada condición de candidato presidencial que desde el 17 de este mes ostenta Enrique Peña Nieto, a la que acompaña la competencia consigo mismo que libra Andrés Manuel López Obrador, quien será ungido formalmente hasta el 19 de febrero del año próximo. Finalmente, aunque el Cofipe dispone que los precandidatos a diputados y senadores realicen, en su caso, precampañas simultáneas a las presidenciales, los partidos decidieron seleccionar a sus respectivos candidatos por métodos diferentes, o desfasaron la competencia interna, provocando un laberinto de plazos y etapas. Lo único cierto es que a más tardar el 29 de febrero los partidos deben concluir esta fase del proceso electoral.
Las omisiones del Cofipe no han podido ser subsanadas por el IFE ni por el TEPJF, que merced a la vocación litigiosa de los partidos, han quedado entrampados en una interminable cadena de quejas, juicios y sentencias que, en lugar de dar certidumbre sobre lo que pueden o no hacer los precandidatos, dan lugar a nuevas querellas. La prolongada falta de tres consejeros del IFE provocó el retraso en la aprobación de reglamentos, que una vez emitidos dieron lugar a litigios ante la Sala Superior, de forma tal que ya iniciadas las precampañas, siguen en duda asuntos fundamentales, como los planteados por López Obrador en reciente carta a los magistrados.
Para colmo de males, la guerra de quejas entre los partidos adquiere tintes caóticos. Todos contra todos; el PRI y el PRD impugnan el contenido de los mensajes del PAN y éste denuncia los actos de precampaña que realizan el candidato del primero y el precandidato único del segundo. Aún con la llegada de los tres nuevos consejeros del IFE, hecho que cabe saludar por la calidad de los electos, el Consejo General y sus comisiones de trabajo no se dan abasto para atender y resolver esta catarata de quejas y denuncias. Los partidos están más interesados en obtener presencia en los medios mediante el pleito que a través de difundir sus propuestas frente a los problemas nacionales o regionales.
La conclusión es obvia: las normas del Cofipe para regular los procesos de selección de candidatos son insuficientes. Ahora no queda más que confiar en que el IFE y el TEPJF actuarán, hasta donde sus facultades les permiten, para intentar poner un poco de orden en las semanas venideras y un alto a la conducta litigiosa de los partidos, que hacen todo para poner en jaque la regulación que sus legisladores introdujeron en la ley; esa falta de solidaridad y respeto con su propia obra es lo que hace más daño al proceso electoral.
¡Feliz año nuevo!
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