jueves, 8 de diciembre de 2011

DE LA SEGURIDAD MILITARIZADA A LA SEGURIDAD HUMANIZADA

GENARO GÓNGORA PIMENTEL

Los altos índices de violencia y criminalidad anclados en nuestra cotidianeidad, son parte del amplio abanico de situaciones que día a día se presentan como amenazas a la seguridad de las personas, aunado a esto, el Estado se ha mostrado incapaz para responder eficazmente mediante acciones de prevención, control y represión legítima del crimen. Las “estrategias” que ha adoptado el Estado con el afán de frenar el esquema de crimen organizado han pasado por alto la seguridad de los ciudadanos, hoy lo apremiante es la violencia salvaje no la dignidad de las personas.
La introducción del concepto de seguridad humana en el Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD en 1994, fue una revolución copernicana. Bajo este nuevo concepto integral y universal empezó a articularse un paradigma diferente al establecido, con el que se estableció una forma diferente de ver y de interpretar la seguridad. La seguridad ya no tenía como centro al Estado sino al ser humano.
La seguridad humana vino a confrontar el viejo paradigma de seguridad nacional, se empezó a reflexionar que muchos de los conflictos que padecían los Estados, surgían dentro de los propios países más que entre ellos.
La seguridad humana, es una seguridad centrada en el ser humano, en su bienestar, en su libertad, en sus derechos y está caracterizada por la seguridad ciudadana.
Antes de concebir la seguridad ciudadana, se concebía la seguridad como aquella que garantizaba el orden como una expresión de la fuerza y supremacía del poder del Estado, lo cual le otorgaba un sentido estrecho y poco protector de las personas. La seguridad entendida desde un concepto amplio e integrador supone que ésta debe estar basada en la democracia, con modelos policiales acordes bajo el entendimiento de que lo primordial es la protección de los ciudadanos, el respeto a sus derechos fundamentales y a las leyes.
Nuestra realidad está totalmente alejada de lo que es la seguridad ciudadana, más de cincuenta mil muertos y diez mil desaparecidos, miles de víctimas, impunidad, corrupción; la puesta en escena de la “guerra en casa” ha mermado el derecho de toda persona a vivir sin temor. El Estado Mexicano ha fallado, el incremento del crimen organizado está propiciando respuestas arbitrarias no democráticas. Si algo nos quedó en claro este sexenio presidencial es que, no porque el Estado combata la delincuencia habrá seguridad, la represión no es un mecanismo efectivo para proveer de seguridad a una nación.
Es urgente reconstruir todas las estructuras que se han pulverizado dentro de nuestra sociedad, la inseguridad no sólo afecta el derecho a la vida y a la integridad física de las personas, sino también genera graves amenazas para la gobernabilidad democrática y la vigencia del Estado de Derecho que son determinantes para la efectiva protección de los derechos humanos.
La importancia de lograr redefinir el concepto la seguridad y sus alcances requiere una deconstrucción del concepto de seguridad que la limita al Estado-Nación, donde el Estado es el centro y el armamento un componente básico, para pasar a la seguridad como modelo democrático, basada en las personas, en el respeto a sus derechos humanos y en su participación amplia que a su vez genere una ciudadanía fortalecida.
Un reto del próximo gobierno será construir la seguridad con un enfoque democrático a la seguridad ciudadana, necesitamos una transición profunda en el pensamiento y actuar de todos los gobernantes para pasar de la seguridad militarizada a la seguridad humanizada.

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