JAVIER CORRAL JURADO
El pasado primero de diciembre se conmemoraron 30 años de la lucha contra el VIH-SIDA, la terrible pandemia que cada año acaba con la vida de millones de personas en el mundo, y que, en el caso del Estado de Chihuahua se presenta como un grave problema de salud pública, por la mayúscula incidencia de infecciones y muertes. Por la posición geográfica en la que se encuentra nuestra entidad, su condición fronteriza, la migración constante, así como la situación de violencia e inseguridad, han hecho que la estadística de propagación del virus se incremente año con año en Chihuahua, a diferencia de otras latitudes donde se reduce el número.
Convencido de que la batalla contra el SIDA entraña retos fenomenales en términos culturales, políticos, gubernamentales y sociales, desde hace varios años me he dado a la tarea de procurar desde el presupuesto público, sea o no legislador, mayores fondos para la investigación, y el tratamiento de los enfermos. Y he centrado ese empeño en fortalecer al Centro de Investigación en Enfermedades Infecciosas (CIENI), que depende del INER.
El permanente batallar con la burocracia de la Secretaría de Hacienda, me confirma en una idea: el reto para la política gubernamental en la lucha contra el SIDA, más que presupuestal, es cultural; mientras no se sacudan viejas rémoras conservadoras y prejuicios por la connotación sexual que tiene la enfermedad, estaremos muy lejos de lograr el triple objetivo que se ha impuesto el movimiento de solidaridad internacional en esta lucha: cero infecciones, cero muertes, cero discriminación. Por eso se le regatean tantos recursos al CIENI, que con auténtica pasión de servicio y humanismo solidario fundó en 2004 y lo ha encabezado desde entonces, el Dr. Gustavo Reyes Terán. Esta institución, no hay duda, es el logro más emblemático del esfuerzo mexicano por erradicar la enfermedad.
Luc Montagnier, uno de los tres científicos que recibieron el Premio Nobel de Medicina en 2008 por el descubrimiento del Virus de la Inmunodeficiencia Humana, dijo en su conferencia en Estocolmo, Suecia: Mientras se encuentra una vacuna exitosa “será esencial hacer accesible el uso de fármacos antirretrovirales para todos los pacientes que son candidatos para ello. Esto implica no sólo un esfuerzo internacional para bajar el precio de estas medicinas, lo cual ya se ha logrado en parte, sino también un esfuerzo equiparable para crear instituciones médicas con doctores capacitados y centros de investigación en países en vías de desarrollo”. Eso es el CIENI en México y cada año, el aquelarre por los recursos es brutal y cuando parece que ya hemos conseguido el pequeño aumento, duendes de última hora, cercenan los recursos. El presidente Felipe Calderón debe saber que, una vez más, se le han regateado los recursos al CIENI para la ampliación y equipamiento del Pabellón 13. Nos hemos puesto de acuerdo varios, para no permitirlo, y estamos dispuestos a pintarnos de apaches para que se le reintegre la asignación original.
Es que la lucha contra el SIDA en nuestro país, ha sido cuesta arriba. Recientemente se ha publicado un libro coordinado por la Dra. María Candela Iglesias Chiesa que reúne diversos artículos que dan cuenta del arduo caminar. Tuve el honor de que el equipo del CIENI y la Fundación México Vivo, me invitaran a presentarlo y comentarlo. Hay contribuciones de activistas, periodistas, investigadores sociales y por supuesto médicos. El libro se puede consultar en mi página www.javiercorral.org y me parece estratégico difundirlo lo más ampliamente posible. He solicitado al Secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, promover una edición económica de cientos de miles de ejemplares y distribuirlo en todas las escuelas secundarias del país, porque un factor esencial en esta batalla es la información, ésta es y será un elemento clave para evitar desgracias. No se gana nada con ocultar a los niños estos temas, por el contrario, la información debe llegarles a tiempo pues la educación es la gran aliada para enfrentar el problema.
En ese compendio se documenta lo que podríamos catalogar como dramático. Samuel Ponce de León describe cómo en los inicios de la epidemia, en los años 80, en el país no podía aceptarse que la enfermedad se tratara de aquella que en Estados Unidos se había identificado por afectar a hombres homosexuales.
El conservadurismo hizo que se negaran las coincidencias del complejo sindromático reportado en el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos, con el encontrado en México. En un primer momento se estableció que podía ser el Citomegalovirus, pero el tiempo y el creciente número de enfermos indicaban que se trataba de la misma enfermedad.
“Había médicos que se negaban a atender a los enfermos, el personal de hospitales amenazaba con parar los servicios, los enfermos no eran admitidos en los departamentos de urgencias, y se complicaba incluso su transporte en ambulancia o en camilla”, menciona el Dr. Ponce. Y aunque hoy en día se ha superado en muchos sectores este estigma, el artículo Comportamientos sociales de Rubén Antonio Valdéz y Felipe Varela, alerta sobre reminiscencias vivas y latentes al día de hoy.
Lo anterior se confirma con los fragmentos de un testimonio de una vida con VIH, crudo relato que presenta Charlie Cordero de la Fundación México Vivo. Esta Fundación es la representante en este texto de la sociedad civil, de muchos que luchan por el reconocimiento de un derecho que tendría que otorgárseles sin batallas, el derecho a la salud es universal y no debe pedir requisitos o condiciones de ninguna índole.
Fundamental, también, resulta la lectura del artículo El tratamiento antirretroviral (TAR), del Dr. Reyes Terán. En este espacio no sólo se habla del desarrollo del tratamiento médico, sino que, tristemente, evidencia cómo en el año de 1996 México tuvo la oportunidad de ser el primer país en vías de desarrollo para administrar el TAR de forma inmediata en pacientes.
Desgraciadamente no hubo voluntad política para implementar esta política médica cuyos resultados exitosos con la combinación de tres fármacos ya habían sido presentados en el Congreso Internacional de Vancouver. Fue hasta 2003 que el TAR se ofreció a quienes tenían seguridad social. En contraste, Brasil aplicó desde 1996 esta medida de forma gratuita; desde el año 2000 la tasa de mortalidad por SIDA en este país se mantiene estable en seis muertes por cada 100 mil habitantes. La tasa de mortalidad en México no ha disminuido al ritmo carioca.
Entonces el Dr. Terán se pregunta: ¿Por qué en México no se ha observado la disminución de la mortalidad por SIDA con el acceso universal al TAR? La primera respuesta se da en el ámbito de la investigación y la ausencia de un sistema de datos que cuantifiquen los factores que determinan un desenlace fatal.
La segunda respuesta la da señalando a la administración pública: No existe “un verdadero sistema eficiente de regulación y rendición de cuentas del uso del TAR en cada una de las entidades federativas y en cada uno de los sistemas de atención”. Valdéz y Varela también mencionan que es difícil acceder al detalle de la aplicación del presupuesto para la lucha contra el SIDA.
Reyes Terán afirma: “Es importante reconocer hoy, a treinta años del SIDA y a quince de la identificación del TAR, que en ocho años del establecimiento del programa de acceso universal a los antirretrovirales en México, el acceso a los costosos fármacos es insuficiente. Las estimaciones oficiales de 2010 indican que 225 mil personas en México viven con VIH. Si se presupone que la mayoría de ellas podrían requerir el TAR, se requeriría un incremento de cuatro a cinco veces el presupuesto asignado actualmente para cubrir la demanda. Y si en México ocurre, como se ha mostrado en otros países, que por cada paciente que inicia el TAR, hay dos o más personas que se infectan por el virus, el costo de la atención y del tratamiento antirretroviral se incrementarán terriblemente”.
El 21 de noviembre el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA en voz de Michel Sidibé, ha declarado que por primera vez se llegará a la conmemoración de Día Mundial de la Lucha contra el SIDA con resultados destacables, las muertes han caído a los más bajos niveles desde el punto álgido de la epidemia y las nuevas infecciones fueron reducidas en un 21 por ciento desde 1997, pero no hay que confiarse, no hay que bajar la guardia.
Este es un indicador que no nos debe asentar en la indiferencia o la comodidad, hoy se necesita el compromiso y el involucramiento de diversos sectores en el gobierno para enfrentar con acciones este terrible problema de salud pública, cada legislador debería analizarlo.
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