MIGUEL CARBONELL
No podemos saber el resultado que finalmente tendrán las elecciones del 2012. De lo que sí podemos estar seguros es de que será un proceso sumamente competido, caro y desgastante para quienes compiten, pero también para los ciudadanos que miramos desde fuera el desarrollo de la contienda política.
En ese contexto, es probable que los candidatos a cualquier cargo público, del nivel de gobierno que sea, comiencen a prometer cosas que bajo toda regla de sentido común no podrán llevar a cabo.
Ya en el pasado hemos escuchado promesas que se quedaron simplemente en eso: en buenos deseos o en simples engaños a una ciudadanía que está siempre ávida de buenas noticias.
Por eso la pregunta más importante que todo ciudadano debe hacerle a los candidatos es: ¿cómo piensa usted realizar, en la práctica, todo lo que está proponiendo? De esa manera podremos percatarnos de si estamos frente a un payaso que hace simple retórica, o bien, si las propuestas tienen fundamento y son practicables.
La competencia electoral tan intensa y la superficialidad que todavía tiene nuestro debate público permiten que los candidatos incurran en excesos discursivos, sin que frente a eso se les oponga la exigencia de mantener líneas argumentales que guarden una racionalidad mínima.
Por ejemplo, es común que los candidatos a ser diputados prometan que van a construir escuelas, pavimentar calles o poner más policías para cuidarnos.
Los ciudadanos deben saber que nada de eso va a poder ser realizado, por el elemental hecho de que todo está fuera de la competencia de un diputado, e incluso fuera de la competencia de una cámara legislativa.
El órgano encargado de construir escuelas, pavimentar calles o contratar policías es el Poder Ejecutivo. Los diputados, cuando más, podrán aprobar los recursos para que se realicen dichas acciones, pero desde luego que no podrán llevarlas a cabo.
La exigencia de que los candidatos expliquen los cómos es una especie de seguro que los ciudadanos tenemos a nuestro alcance para evitar que terminemos eligiendo a personajes que nos seguirán condenando a perder el tiempo.
Ya llevamos varios años en los que las grandes reformas y las grandes decisiones que se deben tomar simplemente se posponen. Eso ha dado como resultado un crecimiento económico mediocre, una educación pública de escasa calidad, unos servicios de salud al borde de la bancarrota, un sistema de seguridad pública por demás ineficiente, un mercado laboral anacrónico y una red de infraestructuras propia de países subdesarrollados.
El problema sería menor si las naciones con las que estamos obligados a competir hubieran hecho su tarea igual de mal que nosotros. Infortunadamente los datos demuestran que muchos países cercanos o parecidos a México han tomado decisiones valientes y han generado las políticas públicas necesarias para resolver de fondo sus principales problemas.
Brasil ha avanzado muchísimo en la tarea del combate a la pobreza, gracias a programas como Hambre cero. Lo mismo ha sucedido con Colombia, que ha superado su endémica crisis de violencia y hoy en día está creciendo mucho más que México.
En pocas décadas, países como Corea del Sur o Israel han hecho mejoras espectaculares en sus sistemas educativos. China ha logrado sacar a más de 400 millones de sus habitantes de la pobreza.
Mientras el mundo se mueve a una velocidad increíble, nosotros llevamos casi 30 años discutiendo sobre temas como la reforma política.
Hay países que decidieron subirse a un tren de alta tecnología y mientras México decidió permanecer sentado. De esa manera, no solamente hemos obtenido resultados raquíticos en casi todos los temas, sino que además nos hemos ido rezagando de manera significativa respecto a otros países.
Es probable que si no decidimos con mucho detenimiento y con gran responsabilidad nuestro voto, sigamos siendo una nación rezagada, detenida en el tiempo e incapaz de remontar su parálisis.
Por eso es que, antes de que tomemos la decisión, debemos exigirles a los candidatos que nos expliquen con la mayor sencillez, pero también con rigor, cómo piensan hacer realidad sus propuestas.
Cada año que inicia es portador también de una nueva esperanza. Ojalá que durante el 2012 no olvidemos que un México mejor es posible y que depende de todos nosotros el hacerlo realidad.
Los políticos sin duda tienen un papel fundamental, pero también es cierto que el éxito de las sociedades depende del empuje que tengan sus ciudadanos.
Ojalá que seamos entre todos capaces de sacar adelante a nuestro país. Es nuestra tarea y nadie la va a hacer por nosotros. No nos demoremos más.
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