jueves, 29 de diciembre de 2011

INTERNET HACE 262 AÑOS

JOSÉ WOLDENBERG

En la primavera de 1749 la policía de París rastreó la pista de una oda contra su majestad Luis XV. Un espía de la policía proporcionó la primera pista. El texto se lo había suministrado un estudiante de medicina. Inmediatamente el estudiante fue arrestado y declaró cómo había conocido el poema. La policía fue deteniendo a uno tras otro de los eslabones en el trayecto de la oda hasta sumar 14. Así empieza la interesante reconstrucción de las redes de comunicación preexistentes a la Revolución Francesa que realizó Robert Darnton (Poesía y policía. Traducción: Antonio Saborit. Cal y Arena. 2011).
En la red de comunicación aparecían el secretario de un juez, un estudiante de filosofía, el hijo de un comerciante de seda, un abate, jóvenes sacerdotes. "La trasmisión se realizaba por medio de la memorización, de notas escritas y declamaciones en lugares clave de la red de amigos". Y la policía utilizó una técnica eficiente para desmantelar la trama: "les advirtió a los detenidos que quien no pudiera decir dónde recibió el poema sería sospechoso de haberlo escrito...". Uno a uno hablaron y fueron a parar a la prisión de la Bastilla.
Pero como bien documenta Darnton la red no puede entenderse en sí misma, porque buena parte de la poesía crítica que circulaba en París tenía su origen en la Corte. Era de las intrigas de pasillo y de las recámaras de Versalles de donde surgía buena parte del material que luego circulaba por las calles. Y en particular, a raíz del despido del conde Maurepas por parte de Luis XV, se multiplicaron canciones y poemas que apuntaban contra la probidad del monarca y sobre todo contra su amante Madame Pompadour.
"La lucha por el poder no significaba nada para los catorce jóvenes encerrados en la Bastilla. Ellos no tenían idea alguna de las maquinaciones que se producían por encima de sus cabezas... A todos se les desterró lejos de París... Sus vidas se arruinaron...", y las intrigas en la Corte siguieron.
Pero Darnton va más allá. La red de los 14 es interesante en sí misma como un circuito estrecho de comunicación entre amigos, y los pleitos en la Corte ilustran el ardor y la beligerancia de la lucha en los angostos corredores del poder. Pero había algo más: una naciente "opinión pública" a la que era perceptivo el mismo Rey. "Una población más amplia y alfabetizada clamaba por ser oída", y "Luis XV era muy sensible a lo que los parisinos decían de él, de sus amantes y de sus ministros". Esa sensibilidad "abrió otra dimensión a las luchas por el poder en Versalles: las relaciones del rey con el pueblo francés, la sanción de un público más amplio, la percepción de los hechos fuera de los círculos internos y la influencia de tales opiniones en la conducción de los asuntos".
Una novedad apareció en el horizonte, la misma que no haría sino abrirse paso con el tiempo: "El monarca, teóricamente absoluto en su soberanía, se sintió vulnerable ante la desaprobación de sus súbditos", y con ello la política, entendida como intriga cortesana, se convirtió en un espacio "susceptible a las presiones provenientes de fuera".
Al parecer, una ola general de descontento, alimentada por un alza a los impuestos (en tiempos de paz), forjó sus propios canales de comunicación -la red de los 14 no sería sino una entre muchas-, que acabó extendiéndose "desde el Palacio de Versalles hasta los cuartos amueblados de los pobres de París". Y Darnton, con una paciencia digna de un santo, escudriña la poesía y las canciones que circulan por el laberinto parisino. Y en ellas encuentra exhortos contra el servilismo, proclamas contra la cobarde conducta del soberano, agresiones contra su amante. Los poemas y canciones pudieron originarse en la Corte, pero crecían, se modulaban, se afinaban con versos agregados en las calles. Una vigorosa comunicación oral los difundió por todas partes. "En una sociedad semi alfabetizada, las canciones funcionaban hasta cierto punto como periódicos. Ofrecían un comentario inmediato a los hechos del momento". Forjaron circuitos: "los aristócratas cantaban en la corte, los cultos en los salones, los ociosos en los cafés, los obreros en las tabernas, los soldados en las barracas...".
A través de adivinanzas, juegos de palabras, burlas, bromas, chistes, baladas populares, villancicos burlescos, filípicas, se expresa una "opinión pública", que desde entonces preocupó a las mentes más lúcidas de la Corte. "Era una fuerza que surgía de las calles". No era "la voz de la razón ni nada remotamente parecido... sino más bien el diktat de un híbrido social, el Monsieur le Public... que ahora lucía como un nuevo Leviatán".
Darnton concluye: "A mediados del siglo (XVIII) París no estaba listo para una revolución. Pero había desarrollado un sistema de comunicación efectivo que informó al público... Revela la forma en que una sociedad de la información trabajaba cuando dicha información se difundía oralmente y la poesía llevaba mensajes a la gente común, con una alta efectividad y mucho antes de Internet".

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