jueves, 15 de abril de 2010

UNA SALIDA

SANTIAGO CREEL MIRANDA

El debate sobre la reforma política se ha dado entre dos visiones acerca de cómo superar la situación de minoría política que ha gobernado el país desde 1997. Por un lado, están quienes buscan preservar la pluralidad como fundamento del sistema político, lo que dificulta los acuerdos. Por el otro, quienes privilegian la construcción de mayorías estables, lo que menoscaba la diversidad política. Quienes buscan la pluralidad, argumentan que un país como el nuestro, cuyo proceso de transición no se ha consolidado, debe garantizar un espacio a las principales expresiones políticas y corrientes ideológicas, de tal modo que ninguna importante pueda quedar excluida. Sostienen que más bien se requieren mejores reglas para construir acuerdos y, lo más importante, impedir la imposición de decisiones creadas por mayorías artificiales que niegan reformas de fondo. Este razonamiento conlleva a proponer un sistema electoral que privilegie la representación proporcional, con un tope en la sub y sobrerrepresentación. Por su parte, quienes ponen el acento en la construcción de mayorías estables, razonan que la fragmentación ha impedido realizar los cambios profundos y concluyen que el país no avanza en su desarrollo, por contar con un gobierno de minoría. Esta óptica privilegia las propuestas para que las elecciones se den a través, principalmente, de distritos de mayoría y otros mecanismos, como la cláusula de gobernabilidad o la segunda vuelta. Estas ideas plantean un conflicto insuperable entre dos posiciones: el de la pluralidad y el de las mayorías estables. Ambas presentan consideraciones atendibles. Por una parte, es innegable que gracias a las luchas cívicas del siglo pasado hoy existen los espacios institucionales que garantizan la diversidad política del país y que se refleja tanto en el Congreso federal como en los congresos locales, en gobiernos estatales y municipales. Pero también resulta cierto que la falta de un gobierno de mayoría, ha postergado muchos de los cambios necesarios para lograr mejores niveles de bienestar. Actualmente, con un gobierno sin mayoría en el Congreso, es imposible cumplir al ciudadano con todo lo que se le ofreció durante la campaña, no por falta de voluntad sino por una realidad política caracterizada por el bloqueo que ejercen las minorías en las reformas más importantes. Ante esto, existe una alternativa que preserva la pluralidad y al mismo tiempo permite construir un gobierno de mayoría estable. En las discusiones sobre la reforma, se ha abordado sobre todo la etapa del proceso político que se da antes de que los votos lleguen a las urnas y muy poco de lo que ocurre después. En esta etapa, cuando el gobierno ya votado se instala, debe poder contar con los instrumentos constitucionales que le permitan construir una mayoría legislativa y un gobierno estable, sin romper con la pluralidad existente o con las reglas de representación, al punto de generar mayorías artificiales. Hasta hoy las alianzas entre partidos distintos han sido primordialmente para ganar elecciones. Paulatinamente se ha ido afianzando una cultura de alianzas, como ocurre en estos momentos en las elecciones que se están llevando a cabo en diversos estados, sean entre el PAN y el PRD, o entre el PRI y el PVEM. Los partidos se coaligan, suman votos y ganan gobiernos. Sin embargo, no existe posibilidad legal de constituir un gobierno de coalición estable que se construya entre fuerzas políticas distintas, que asegure así una mayoría en el Congreso, capaz de sacar adelante una agenda legislativa y a la vez un buen acuerdo en la agenda de gobierno. Este es el eje de una posible solución para alcanzar un gobierno estable, que no sacrifique la pluralidad, pero tampoco la construcción de mayorías estables. Los gobiernos de coalición son parte de los sistemas democráticos modernos. Es más, en casi toda Europa se gobierna de esa manera, también por cierto en algunos sistemas presidenciales latinoamericanos. En el caso mexicano, de lo que se trata es que, una vez acabada la contienda, quien gane la Presidencia tenga la posibilidad constitucional de crear, con fuerzas políticas distintas, un gobierno de coalición que permita asegurarle a los ciudadanos que contará con un programa claro y un proyecto común, bien definido en todos sus objetivos y que se mantenga estable en el tiempo. Es la hora de alcanzar un arreglo institucional distinto, en el cual se armonicen los valores de la pluralidad y el de las mayorías estables, mediante nuevas reglas constitucionales que permitan cumplir con lo que se ofrece en las campañas electorales, a la vez que mejorar la calidad de la representación política y provocar los cambios que el país necesita.

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