El miércoles fue 14 de abril, fecha importante en España porque en 1931, ese día, fue proclamada pacíficamente la República española. Su Constitución, aprobada en diciembre del mismo año, fue de las primeras en reconocer a ese nivel los derechos de los trabajadores, después, por supuesto, de la nuestra de 1917, del Tratado de Paz de Versalles y de la Constitución alemana de Weimar.
La República española, que fue modelo universal, tuvo una vida efímera. En julio de 1936 se inició la sublevación del ejército, finalmente comandado por Francisco Franco, que con el apoyo de fuerzas moras, en un principio, y de inmediato alemanas e italianas, participaron en la Guerra Civil que la República combatió durante tres años con muy escasa solidaridad internacional, salvo el apoyo de México con armamento y las Brigadas Internacionales, ya que Inglaterra y Francia pusieron en vigor la no intervención, en una notable alianza con el fascismo español. Lo pagarían muy caro en muy poco tiempo.
En abril de 1939 terminó la Guerra Civil, se consolidó la dictadura y comenzó el exilio republicano, que en México, gracias al general Lázaro Cárdenas del Río, tuvo una acogida extraordinaria.
España vivió desde entonces la cruel dictadura militar de Franco, caracterizada por los crímenes permanentes contra los republicanos, socialistas, comunistas y anarquistas, lo que generó un régimen de terror.
La esperada muerte de Franco, que ocurrió el 20 de noviembre de 1975, dio paso a una solución política en la que Adolfo Suárez desempeñó un papel importante en favor de la democracia, bajo la presencia del rey. Las organizaciones políticas de izquierda, de manera particular el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Comunista –el primero dirigido por Felipe González y el segundo por Santiago Carrillo– pudieron desde entonces participar activamente en política compitiendo con una derecha que no ha podido disimular su origen franquista y que hoy forma parte de una tenaz oposición al gobierno de Rodríguez Zapatero.
La derecha empieza por asumir sus viejas formas represivas. Renace Falange Española, el viejo partido de José Antonio Primo de Rivera. El representante por excelencia del Partido Popular, Mariano Rajoy, no puede disimular sus vínculos con el franquismo.
Curiosamente, en estos tiempos se han puesto en evidencia los actos de franca corrupción del Partido Popular, entre otros el famoso asunto “Gürtel”, que ponen de manifiesto la conducta de quienes aspiran a volver al poder y que hoy, como un medio de defensa, han inventado atacar la Ley de Memoria Histórica puesta en vigor para juzgar los crímenes cometidos durante la dictadura.
Al magistrado Baltasar Garzón, hombre conocido por su vigor jurisdiccional, que ha vivido temas de mayor importancia en su persecución contra los delincuentes que gobernaron España por tantos años, se le acusa de prevaricación por haber abierto procesos contra quienes parecen responsables de actos históricos.
El Tribunal Supremo, organismo paralelo a nuestra Suprema Corte de Justicia de la Nación, ha abierto proceso contra Garzón con la pretensión de privarle de su condición de magistrado. Ello está provocando todo tipo de reacciones, pero, en general, un apoyo a Garzón cada vez más notable. Claro está que a corto plazo deberán celebrarse elecciones en España y la extrema derecha quiere aprovechar las circunstancias para buscar apoyo popular en quienes por mil razones tratan de sustraerse de las responsabilidades que aún les resultan por sus actos durante la dictadura.
Los crímenes del franquismo fueron interminables. En mi familia, intolerables. Y es que España, por lo visto, tiene vocación hacia la dictadura. Todo parece que se actualiza en la conducta innoble de la gente del Partido Popular. Por eso mismo, por España, es necesario expresar todo el apoyo posible a Baltasar Garzón.
La República española, que fue modelo universal, tuvo una vida efímera. En julio de 1936 se inició la sublevación del ejército, finalmente comandado por Francisco Franco, que con el apoyo de fuerzas moras, en un principio, y de inmediato alemanas e italianas, participaron en la Guerra Civil que la República combatió durante tres años con muy escasa solidaridad internacional, salvo el apoyo de México con armamento y las Brigadas Internacionales, ya que Inglaterra y Francia pusieron en vigor la no intervención, en una notable alianza con el fascismo español. Lo pagarían muy caro en muy poco tiempo.
En abril de 1939 terminó la Guerra Civil, se consolidó la dictadura y comenzó el exilio republicano, que en México, gracias al general Lázaro Cárdenas del Río, tuvo una acogida extraordinaria.
España vivió desde entonces la cruel dictadura militar de Franco, caracterizada por los crímenes permanentes contra los republicanos, socialistas, comunistas y anarquistas, lo que generó un régimen de terror.
La esperada muerte de Franco, que ocurrió el 20 de noviembre de 1975, dio paso a una solución política en la que Adolfo Suárez desempeñó un papel importante en favor de la democracia, bajo la presencia del rey. Las organizaciones políticas de izquierda, de manera particular el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Comunista –el primero dirigido por Felipe González y el segundo por Santiago Carrillo– pudieron desde entonces participar activamente en política compitiendo con una derecha que no ha podido disimular su origen franquista y que hoy forma parte de una tenaz oposición al gobierno de Rodríguez Zapatero.
La derecha empieza por asumir sus viejas formas represivas. Renace Falange Española, el viejo partido de José Antonio Primo de Rivera. El representante por excelencia del Partido Popular, Mariano Rajoy, no puede disimular sus vínculos con el franquismo.
Curiosamente, en estos tiempos se han puesto en evidencia los actos de franca corrupción del Partido Popular, entre otros el famoso asunto “Gürtel”, que ponen de manifiesto la conducta de quienes aspiran a volver al poder y que hoy, como un medio de defensa, han inventado atacar la Ley de Memoria Histórica puesta en vigor para juzgar los crímenes cometidos durante la dictadura.
Al magistrado Baltasar Garzón, hombre conocido por su vigor jurisdiccional, que ha vivido temas de mayor importancia en su persecución contra los delincuentes que gobernaron España por tantos años, se le acusa de prevaricación por haber abierto procesos contra quienes parecen responsables de actos históricos.
El Tribunal Supremo, organismo paralelo a nuestra Suprema Corte de Justicia de la Nación, ha abierto proceso contra Garzón con la pretensión de privarle de su condición de magistrado. Ello está provocando todo tipo de reacciones, pero, en general, un apoyo a Garzón cada vez más notable. Claro está que a corto plazo deberán celebrarse elecciones en España y la extrema derecha quiere aprovechar las circunstancias para buscar apoyo popular en quienes por mil razones tratan de sustraerse de las responsabilidades que aún les resultan por sus actos durante la dictadura.
Los crímenes del franquismo fueron interminables. En mi familia, intolerables. Y es que España, por lo visto, tiene vocación hacia la dictadura. Todo parece que se actualiza en la conducta innoble de la gente del Partido Popular. Por eso mismo, por España, es necesario expresar todo el apoyo posible a Baltasar Garzón.
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