Cuando Alfonso Reyes volvió a México, después de media vida en el extranjero, escribió un curioso texto sobre la degradación del medio ambiente en la Ciudad de México, la Palinodia del Polvo, trata tanto de la descomposición general de la materia, como en la invasión de la microscópica presencia en todos los espacios imaginables. Entonces, para destacar la diferencia con aquel otro México, el que había dejado, escribió... “¿qué habéis hecho de mi alto valle metafísico?”. Hoy, cuando se escuchan las noticias que vienen de Cuba, uno se pregunta, ¿qué le hicieron a la fabulosa isla de los cronopios? Cuando Fidel Castro fue hecho prisionero después del ataque al cuartel de Moncada, hace ya más de cinco décadas, en su alegato de defensa acuñó una de las más impactantes frases de cuantas registra la literatura judicial: “En cuanto a mí, no importa, condenadme, la historia me absolverá”. Entonces una enorme parte de los latinoamericanos sabíamos que a Fidel lo iba a absolver la historia, que estábamos en presencia de una enorme lucha histórica, cuando las misiones alfabetizadoras cubrieron toda Cuba y el Ché murió lejos de su nueva tierra, sabíamos que estábamos en presencia de una gesta que pocas generaciones habrían tenido la oportunidad de ver. Y sin embargo, además de los cargos que ahora se acumulan contra el gobierno de Cuba, en materia de democratización elemental, derechos humanos y derechos políticos, se tendría que añadir uno más, haber exterminado gran parte de la esperanza de los latinoamericanos en los movimientos sociales y en el triunfo de las pequeñas naciones. Cuba y su Revolución lo han resistido todo con donaire e incluso, en su momento con alegría; Fidel conquistó Nueva York sólo armado de su palabra, realizó esfuerzos inusitados en educación, salud y deporte, esfuerzos que hacían enmudecer a países latinoamericanos más grandes y poblados; resistió a un bloqueo delincuencial y criminal entablado por un país más poderoso. Sobrevivió a la caída de la Unión Soviética. Estados Unidos, corresponsables de la situación en Cuba, algún día deberán responder por los expedientes interpuestos por Cuba en tribunales internacionales por actos de agresión, sabotaje y violencia que le han costado la vida a muchos cubanos en los últimos cincuenta años. Pero ni Cuba, ni Raúl ni Fidel, pudieron resistir el embate de la historia que se acumula a sus espaldas. Todas las oportunidades de transformarse, no a partir de la rendición o la capitulación, sino de sus propias fuerzas y carácter; pero al contrario, como un nuevo Cronos tropical y militar, fueron devorando a todos quienes durante años ofrecieron una opción de continuidad con cambio; se negaron a ver el mundo tal y como es; ellos siguieron viviendo en la escenografía que habían montado con canciones, consignas y murales eternos, mientras la sociedad se transformaba sometida a la férula de sus reglas inamovibles, al grado que hoy, cuando uno quiere expresar su desencanto o la más fraternal de las críticas, un enorme aparato de opinión se vuelca para descalificar y tachar de reaccionario, a quién lo hace. Es cierto que la democracia liberal sufragista no es la única opción, pero también lo es que no puede crearse ningún tipo de democracia sobre las sombras del silencio y la falta de opciones de participación. Siempre supimos que al Fidel del Cuartel Moncada, la historia lo iba absolver porque todos lo habíamos absuelto en nuestra conciencia; al de hoy, no estamos ya seguros que la historia siquiera respete los logros construidos con la sangre y las lágrimas de tantos cubanos a lo largo de estas décadas.
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