jueves, 15 de diciembre de 2011

INDEFINICIÓN POLÍTICA

RAÚL CARRANCÁ

De acuerdo con el diario español "El País" Enrique Peña Nieto, aspirante presidencial del PRI, al referirse al gobierno del Presidente Calderón dijo: "de (en) lo que se ha hecho creo que ha habido aciertos. Yo mismo he reconocido públicamente la atinada decisión del Ejecutivo Federal al involucrar en un primer momento al Ejército, pero también hay que devolverlo gradualmente a los cuarteles". O sea, aprueba y desaprueba, afirma y niega. Parece ser que en su concepto de la lógica al aspirante presidencial no le importa que se pueda tomar una decisión contraria a la Constitución y a las leyes (es algo atinado a su juicio), aunque inmediatamente admita que hay que echar marcha atrás (devolver al Ejército gradualmente a los cuarteles). A esto se lo llama galimatías y es un modelo perfecto de lo que hacen muchos políticos, decir y desdecir, afirmar y negar. No se trata en el caso de una confusión de libros y autores, no es cultura general ni tampoco cultura política, es en cambio artificio político. Para explicarlo mejor recuerdo un libro intitulado "Acomodaticio, político de convicciones", del gran periodista mexicano Gregorio López y Fuentes, donde se narran las experiencias de uno de esos personajes que a todo se aviene, lo mismo al bien que al mal. El hecho es que los aspirantes a la silla presidencial suelen evadir con intención solapada el asunto de la estrategia de Calderón en la guerra contra la delincuencia, cuando no la aprueban abierta y públicamente como los del PAN, no importa que utilicen subterfugios ("en los Estados y municipios hay que incrementar el número de buenos policías"). En la especie predominan la indefinición y hasta el juego burdo de palabras. Sólo López Obrador ha introducido en el tema la palabra paz, añadiendo con frecuencia que la violencia trae violencia, lo que desde luego implica una definición e incluso un compromiso.
Ahora bien, el país se halla hundido en una violencia desgarradora que ha cobrado más de cincuenta mil vidas, siendo indudable que tal violencia es la marca o signo del sexenio que ha entrado en su etapa final. En este sentido se han visto brutalmente afectados la economía, el empleo, la educación y el turismo, pilares que son del crecimiento y progreso de México. Al efecto casi todos los candidatos o precandidatos a la Presidencia se refieren con especial énfasis a diversos problemas de la mayor relevancia, pero que en su fondo y superficie no se podrán resolver si no se resuelve primero lo que atañe a la violencia generalizada. Es decir, lo que reclama prioridad es la revisión substancial de la estrategia bélica de Calderón pues lo indiscutible es que sin paz y concordia no funciona ninguno de los resortes que impulsan la vida de la nación. Y que no se confundan los términos, no se propone dejar que el crimen siente sus reales donde quiera y entonces prolifere. Sería una locura. Lo que se pide es que en la política de represión de la violencia haya sólidos fundamentos constitucionales y legales; que no se ignore, ni soslaye, ni manipule tampoco la ley. Es imprescindible que se reconozca la magnitud del problema y se enfrente de acuerdo con el Estado de Derecho. Lo contrario es querer operar a un enfermo con instrumentos quirúrgicos inadecuados. Disociar o separar la política del Derecho es restarle fuerza a la democracia. Juárez decía que "con el Derecho todo, sin el Derecho nada". Y no por ingenuo como suponen los ingenuos sino por realista en grado sumo. Y por eso triunfó. En conclusión, los que pretenden gobernar a México deben asumir su responsabilidad en el análisis de los problemas del país y no buscar soluciones al vapor, convenencieras y fútiles, porque en 2012 participará un elector cansado de tanto desastre y decidido a un cambio radical. Yo no creo en el conformismo del pueblo mexicano, y precisamente los que le temen a ese cambio quieren confundir al elector con sinuosidades y ambivalencias burdas. ¡No lo permitamos!

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