jueves, 16 de septiembre de 2010

SOLOS EN EL MUNDO

OLGA PELLICER

México es un país cuyo destino no se explica sin sus relaciones exteriores. Entender a México pasa por analizar su posicionamiento en el mundo: la frontera con Estados Unidos, su lugar en el comercio internacional, el comportamiento de sus exportaciones, los movimientos migratorios, los flujos de capital, las actividades del crimen trasnacional organizado. Desgraciadamente, el gobierno encabezado por Felipe Calderón no lo ve así. En el mensaje pronunciado en el Palacio Nacional –el momento de mayor impacto en la entrega del IV informe de gobierno– no hubo mención alguna al contexto internacional o a la política exterior. El presidente presentó al país como si estuviéramos solos en el mundo, sin puntos de referencia que permitan aquilatar avances y retrocesos en función de lo que ocurre en otras partes, sin claves para identificar los factores externos que tanto influyen sobre el acontecer nacional. Dentro de los 10 temas abordados por Calderón en su mensaje, algunos, como la reforma económica, se enriquecerían si se analizaran de manera comparativa. Es difícil saber cómo vamos en competitividad sin tomar conciencia de los motivos por los que China nos desplazó del segundo lugar como exportadores al mercado de Estados Unidos. Es difícil entender qué pasa en materia de energía sin tomar en cuenta que Brasil va ganando terreno en energías alternativas y producción de petróleo, mientras aquí nos mantenemos rezagados. En materia de telecomunicaciones, una mirada al exterior hubiera sido necesaria para saber dónde nos encontramos en el mapa mundial de la televisión digital y por qué, o qué tanto, urge acelerar el paso. Ahora bien, el tema donde la omisión del exterior resulta más inexplicable es el de la lucha contra el crimen organizado. Desde hace años se ha definido el narcotráfico como una cadena trasnacional, formada por eslabones que van desde los centros de producción a los puntos de distribución y venta. Sin duda, es importante realizar decomisos en México, capturar a los jefes de los cárteles más poderosos, presentar iniciativas en materia de lavado de dinero. Pero todo queda incompleto si no se incorpora al análisis lo que está ocurriendo en el conjunto de la cadena, de la cual México es sólo un eslabón. Es extraño que el presidente haya omitido una referencia a la cooperación establecida con Estados Unidos. Acaba de inaugurarse la oficina binacional para la lucha contra el narcotráfico, que no tiene precedente en la historia de cooperación entre ambos países en materia de seguridad. ¿Qué funciones cumplirá? ¿Hasta dónde podemos analizar y vislumbrar el futuro de la lucha contra el narcotráfico sin tomar en cuenta la relación con Estados Unidos? Por otra parte, nuestra guerra contra el crimen organizado está condicionada por la situación existente en el mercado mundial de las drogas, en particular del principal consumidor, Estados Unidos. Por tal motivo, no se pueden ignorar los cambios que tendrán lugar en dicho mercado si se legaliza, por ejemplo, la mariguana en el estado de California. Tal escenario hace ver que es obligatorio incorporar el contexto internacional en planes para perseguir el narcotráfico en México. La renuencia a ver el exterior ha llevado a convertirnos en un país parroquial. Los líderes políticos, los medios de comunicación, la opinión pública mexicana están cada vez más ensimismados, más condicionados a ver los problemas nacionales como asuntos que se originan y se resuelven entre nosotros, sin que tenga efecto sobre ellos lo que pasa en el mundo. Esa mirada puramente interna impide ver con claridad uno de los problemas que más afectarán el desarrollo futuro del país, como es la imagen tan negativa de México que se ha impuesto en todos los medios de comunicación internacionales: un país de violencia, de impunidad, de crímenes aberrantes contra migrantes indocumentados que entran por la frontera sur, de ciudades asediadas por la delincuencia, de empresarios que huyen para refugiarse en Estados Unidos. Un rápido repaso de las noticias internacionales que aludieron al IV Informe revela lo poco que se recogió de las cifras alegres presentadas en el mensaje. Lo que se transmitió tuvo que ver, o bien con la detención del capo La Barbie, o bien con los actos de violencia. La cifra que recorre el mundo es la de los 28 mil muertos desde que se inició la guerra contra el narcotráfico, o la imagen de los 72 ejecutados en el rancho San Fernando; en pocas palabras, el horror. ¿Cómo se recuperará México de su ingreso a la lista de los países de la violencia? ¿Cuál es ya el efecto sobre el turismo y la inversión? Evaluar el presente de México y pensar en su futuro obliga a ser conscientes de la internacionalización de sus problemas, la cual ahora, en el siglo XXI, es más inescapable que en otras épocas. Por eso inquieta el mensaje donde se ignora totalmente la política exterior; preocupa también el informe escrito, entregado por el secretario de Gobernación al Poder Legislativo. En otra ocasión (Proceso 1714) nos hemos referido a las graves carencias que presenta ese documento en la sección relativa a la política exterior. En el correspondiente al presente año se mantiene el mismo formato y se repiten los mismos errores. Hay una visión mal concebida de los objetivos de la política exterior, ausencia de criterios para distinguir entre lo esencial y lo secundario, rechazo de la prioridad que, se quiera o no, tiene Estados Unidos. Al iniciarse los últimos años del gobierno de Felipe Calderón, su actitud ante las relaciones exteriores de México parece ser: podemos solos y el mundo es ajeno. Una mirada equivocada de quien lleva el timón de la política nacional.

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