miércoles, 22 de septiembre de 2010

¿Y QUÉ ES EL AUTORITARISMO?

MARÍA DE LOS ÁNGELES MORENO

La ciudad de México, Distrito Federal de la República, es principal y singular en el país por su historia, por sus monumentos emblemáticos para todos los mexicanos, por su infraestructura vial, de transporte, de salud, de educación, de turismo, por su significado, en fin, en la economía nacional, entre otros aspectos relevantes. En ciudades como ésta, se ameritan recursos económicos más amplios, no sólo por su dimensión demográfica y económica, sino también por su doble carácter de ciudad con una gran densidad demográfica y de capital de la república. Pero, también se requiere, como ocurre por ejemplo en Barcelona o en Berlín, una participación ciudadana a la que se le dé información oportuna sobre el destino de los recursos a obras concretas y el porqué y para qué de dichas obras. ¿En qué serán útiles los proyectos a los habitantes de la ciudad? ¿de qué manera aportarán a un mejor desempeño económico de la misma?, ¿cómo funcionarán para mejorar el difícil tránsito de la ciudad?, o ¿cómo le darán a ésta una dimensión más amable y humana? Nada de esto conocemos usualmente los capitalinos. Por un lado, nos encontramos de un día para el otro con agujeros por diferentes rumbos del sufrido Distrito Federal. Por el otro, nos topamos con calles cerradas, obstruidas por patrullas o camiones de carga sin previo aviso, sin explicación y, desde luego, sin disculpas. Las autoridades del DF parecen suponer que todos los inmuebles, espacios monumentales y la infraestructura existentes aquí, son de su propiedad, y pueden disponer de ellos como mejor les parezca. También parecen asumir que los ciudadanos que aquí habitamos no merecemos respeto alguno, que somos incondicionales y carecemos de capacidad para opinar. A propósito de esto, muchos (ciudadanos, intelectuales, académicos, periodistas, entre otros) nos hemos preguntado qué pretende el jefe de gobierno con las obras y excavaciones que han bloqueado por meses el histórico monumento dedicado a conmemorar la Revolución Mexicana de 1910. Estos trabajos han impedido la circulación normal en esa zona; peor aun, están alterando la fisonomía de un edificio construido en 1910 por el arquitecto Carlos Obregón Santalicia, originalmente con la idea de que fuera el palacio legislativo federal. Esta edificación, como todos sabemos, se destinó finalmente a conmemorar la gesta revolucionaria que dio lugar a la primera Constitución social del Siglo XX. La obra que el gobierno de la ciudad emprendió ahí asombra por su lentitud, pero aún más por lo antiestético de un elevador cuya estructura parte por la mitad el monumento. La vicepresidente el Comité Mexicano del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, ICOMOS, ha declarado recientemente que “lo que hace Ebrard es eliminar el monumento a la Revolución y sustituirlo por un monumento al elevador… la excelsa obra es ahora el marco de un elevador, cuando el monumento era un espacio abierto, ese es su sentido, apreciarlo en toda su magnitud y enormes dimensiones, algo memorable como fue la Revolución. Apenas están terminando de armar la estructura y se ve espantosa, con el aparato dentro quedará peor. El nuevo engendro de Ebrard debe de ser detenido y el trabajo del arquitecto Obregón Santalicia conservar su dignidad” Asombra la decisión del Gobierno del Distrito Federal, como también llama la atención la pasividad y el silencio de las autoridades federales que tienen que ver con el patrimonio histórico que, además, no sólo importa a la capital, sino a toda la republica. Por ultimo, cabría la pregunta de si, al igual que ha venido ocurriendo con “el Zócalo”, de la llamada Plaza de la Constitución, el principal espacio público del país, en donde, por igual, se realizan bailes de quince años, que eventos de patinaje sobre hielo o exposiciones comerciales, el jefe de gobierno piensa apropiarse de la “Plaza de la República” del simbolismo de la Revolución Mexicana, de sus héroes y sus implicaciones de la vida social del país, para sus fines personales o de grupo, y para reivindicar, de facto, que los grandes símbolos y monumentos que nos pertenecen a todos los mexicanos, en nuestra capital, son para uso y abuso de una sola persona. ¿Eso no es autoritarismo?

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