lunes, 15 de noviembre de 2010

EL PACTO DE LA EMBAJADA, ATENTADO AL DERECHO INTERNACIONAL

HERMILIO LÓPEZ BASSOLS

Henry Lane Wilson, con el propósito de derribar a Madero, buscó una alianza con el cuerpo diplomático acreditado en México, pero encontró una visible reticencia en los representantes de los países latinoamericanos, los que simpatizaban con Madero y tuvo entonces que recurrir a los enviados de tres potencias europeas: Alemania, España y Gran Bretaña. Con el presunto apoyo de ellos, se entrevistó con el canciller Lascurain el 14 de febrero de 1913, para preguntarle si el gobierno tenía la capacidad de proteger o no las vidas y propiedades extranjeras. Al mismo tiempo, dirigió un comunicado a Félix Díaz -por quien se inclinaba para llevarlo al poder-, en el que le pedía seguridad para los extranjeros. Es decir, el conspirador yanqui trataba de igual manera al gobierno legítimo y a los sublevados. Lascurain dijo que sí protegería a los extranjeros, pero Lane Wilson le dijo a Knox, secretario de Estado, que no creía que el gobierno de Madero fuere capaz de hacerlo, por lo que le pedía enviara "instrucciones firmes, drásticas, quizá amenazantes" a Madero. Coincidía con el último mes en la presidencia de William H. Taft, quien había tenido una actitud inequívoca de no intervenir por la fuerza en los asuntos de México, pese a las presiones de los intereses de Wall Street. Esta conducta, como sabemos, fue elogiada por parte de la opinión pública norteamericana. Pese a ello, sí se hicieron ciertos preparativos militares que en ese momento se aprovecharon para que los enemigos de Madero dijesen que el desembarco en Veracruz era inminente.
Hubo otro intento de mediación para resolver la crisis en México, John Barret, director de la Unión Panamericana (el Ministerio de las Colonias con sede en Washigton), propuso al gobierno estadunidense que se creara un comité integrado por norteamericanos, sudamericanos y mexicanos, entre los que incluía porfiristas como De La Barra y Casasús, quienes deberían hacer una investigación imparcial y mientras debían suspenderse las hostilidades entre el Palacio Nacional y los rebeldes de La Ciudadela. Ni Taft, ni México aceptaron la propuesta y menos el propio Lane Wilson, que calificó e "perniciosas" las actividades de Barret.
Obcecado Lane Wilson, ante el recrudecimiento de los combates en la Ciudad de México, volvió con Lascurain y le señaló que "en unos días dispondría de miles de soldados norteamericanos para imponer el orden". Esto era una absoluta mentira y él lo reconoció ante el cuerpo diplomático después, pero era el camino para obligar a Madero y a Pino Suárez a que renunciaran. Dice HLW que "después de algunas dificultades tuve acceso al Presidente, inmediatamente le manifesté de parte de mi gobierno y de mis colegas que habíamos ido a protestar contra la continuación de la bárbara e inhumana guerra que se estaba llevando a cabo entre las fuerzas revolucionarias y federales". "El Presidente se mostró visiblemente embarazado y confuso en su respuesta, pero trató de arrojar la responsabilidad por el carácter de la guerra urbana al general Díaz. Avisamos al presidente que intentábamos visitar al general Félix Díaz lo más pronto posible".
En una joya de honestidad diplomática, el embajador cubano, Manuel Márquez Sterling, nos dice que "el presidente Madero está irremediablemente perdido y tal vez logremos los diplomáticos persuadirlo de su fatal destino". El embajador cubano le pregunta a HLW si son todos los diplomáticos y cínicamente le responde: "Yo he reunido a los ministros de Alemania, Inglaterra y España para eso". Márquez le pregunta ¿qué se había resuelto?, contesta HLW: "Si el presidente fuese un hombre cuerdo, estaría solucionada la crisis, pero........ ¡tratamos con un loco! Y de un loco no puede esperarse nada cuerdo". Es decir, los rebeldes de La Ciudadela ya tenían un aliado mayor, Henry Lane Wilson. El enviado americano pide al ministro español que vaya a exigirle la renuncia a Madero, pero en el extremo de la injerencia en los asuntos internos, lo manifiesta ya como una orden absoluta y el presidente mártir le responde: "Los extranjeros no tienen derecho a injerir en la política mexicana". Mientras tanto, Lascurain, en su papel siempre obscuro, convocó al Senado para concretar la renuncia del presidente. Veinticinco senadores se acercaron a Madero para solicitarle su renuncia y el Ejecutivo se negó a recibirlos. En descargo de esa institución, dos miembros del Senado, Ignacio Magaloni y Salvador Gómez, se rehusaron a pedirle la renuncia. En las puertas del Senado, los legisladores disidentes corrieron la versión de que había un arreglo, al momento que Taft telegrafió al presidente diciendo que no habría acción militar. El otro conspirador, Huerta, capturó al hermano de Madero y luego con Blanquet presentaron al presidente su subordinación e inmediatamente después relevaron las guardias de Palacio con mandos suyos. "El Chacal" había consumado su traición. Madero fue aprehendido en Palacio y trasladado a la penitenciaría. HLW decidió que Huerta fuere presidente porque tenía más soldados que Félix Díaz, pero sólo provisionalmente para que luego Huerta organizara elecciones y apoyara al sobrino de Porfirio Díaz. Este hecho, el Pacto de la Embajada, es un atentado flagrante a las normas más elementales del derecho internacional que exigen que un Estado debe respetar las instituciones constitucionales de otro. Continuará...

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