Este gobierno ilegítimo e impopular sigue de tumbo en tumbo, errando en las cosas del Estado. Una minoría hace cinco o más precisamente hace 11 años, decidió instalar un gobierno para que nos llevara, presuntamente, a mejores estadios en la vida económica, política y social de México que la que nos habían sumergido los rapaces políticos neoliberales. No es casualidad entonces que "El País", el 15 de febrero pasado, publica una encuesta sobre los actores de la política mexicana en la que reprueba, al mero fondo de su tabla, a los secretarios del Gabinete de Calderón. Cuando llegaron a Los Pinos, hace cuatro años, los funcionarios neoconservadores ocupaban el primer lugar en la misma tabla de aprobación nacional que incluía: periodistas, ministros de la Corte, obispos, Ejército, Procuraduría, diputados, gobernadores, senadores y policías. Ahora, están totalmente desacreditados como resultado de su incapacidad, torpeza, obscuridad y otras prendas.
Me refiero esta vez, porque la lista es extensa a dos funcionarios ignorantes en el manejo de su cartera, que como encargados del despacho, no han podido atinar en su gestión una frase congruente, una declaración razonable y nacionalista en su menester y mucho menos conducir sabiamente la Secretaría a su cargo. Se ubican, al frente de la otrora Cancillería de lujo de Tlatelolco ahora despachando en la Alameda y en la Secretaría (Vasconcelos, Bassols, Torres Bodet y Reyes Heroles) que tiene la más alta responsabilidad en formar jóvenes aptos para los retos laborales del México subdesarrollado al que pertenecemos.
Allá en La Alameda no acaban de solventar un litigio por la publicación de cables diplomáticos a/de Washington que explícitamente documentan la percepción que el Departamento de Estado y sus funcionarios diplomáticos tienen sobre las acciones de gobierno que han puesto en entredicho la gobernabilidad del Estado mexicano. Inútil fue la visita de Hillary Clinton -con quien Obama se encuentra furioso por su proceder en Egipto- para restaurar una relación dañada por los excesos de la derecha norteamericana y por la incompetencia de las autoridades mexicanas que constantemente, en vez de defender al país como corresponde, justifican penosamente la actitud arrogante del buen vecino. Allá en La Alameda no atinan ahora en encontrar una verdadera fórmula diplomática para resolver un diferendo con Francia. En la mente de todo mexicano está claro que Florence Cassez es culpable y que si se le llega a extraditar podría ser liberada en su país. Pero tratar a un gobierno arrogante y también impopular, con trampas, engaños y amenazas conduce al lamentable estado de cosas del día de hoy. Siempre he dicho que los diplomáticos que dieron lustre y brillo a nuestra Cancillería tenían "sesos y bien capeados." Ahora se dice: "México no adopta decisiones sobre política exterior consultando a presidiarios" o "llegaremos hasta donde Francia quiera."
Los herederos de los dos imperios -Iturbide y Maximiliano- que pretenden modificar la historia a su arbitrio, han decidido cometer una grave tropelía -postulado de la ultra derecha mexicana- por la que se permitirá que ciertos gastos de colegiaturas en escuelas privadas sean deducibles fiscalmente. Confirma el régimen, estando a la vuelta de la esquina de una elección federal, que puede perder y que es hora de lanzar un mensaje electorero a una clase media disminuida y alta, boyante, que por pruritos sociales principalmente -que no académicos- lleva a sus hijos a las aulas privadas donde la mayor parte de ellos son esquilmados con colegiaturas de primer mundo y donde se les programa para despreciar a los mexicanos que reciben su enseñanza como marca nuestra Constitución. Algunos, en efecto consiguen empleo pero en el negocio de sus padres.
Se despreocupa el régimen de los recursos indispensables para la enseñanza pública y con semejante concesión ahonda la brecha entre los ricos, súper ricos y clase media alta y una descendente clase media baja y clase pobre. Esta acción pretende fortalecer a las escuelas particulares cobijándolas con beneficios a los privilegiados y dejando a su suerte a los millones de padres de familia cuyos hijos atienden el aula del Estado. Es a ellos exactamente a los que habría de subsidiar, pero al presente gobierno no le interesa más que demagógicamente la suerte de las mayorías en profunda pobreza en México.
Me refiero esta vez, porque la lista es extensa a dos funcionarios ignorantes en el manejo de su cartera, que como encargados del despacho, no han podido atinar en su gestión una frase congruente, una declaración razonable y nacionalista en su menester y mucho menos conducir sabiamente la Secretaría a su cargo. Se ubican, al frente de la otrora Cancillería de lujo de Tlatelolco ahora despachando en la Alameda y en la Secretaría (Vasconcelos, Bassols, Torres Bodet y Reyes Heroles) que tiene la más alta responsabilidad en formar jóvenes aptos para los retos laborales del México subdesarrollado al que pertenecemos.
Allá en La Alameda no acaban de solventar un litigio por la publicación de cables diplomáticos a/de Washington que explícitamente documentan la percepción que el Departamento de Estado y sus funcionarios diplomáticos tienen sobre las acciones de gobierno que han puesto en entredicho la gobernabilidad del Estado mexicano. Inútil fue la visita de Hillary Clinton -con quien Obama se encuentra furioso por su proceder en Egipto- para restaurar una relación dañada por los excesos de la derecha norteamericana y por la incompetencia de las autoridades mexicanas que constantemente, en vez de defender al país como corresponde, justifican penosamente la actitud arrogante del buen vecino. Allá en La Alameda no atinan ahora en encontrar una verdadera fórmula diplomática para resolver un diferendo con Francia. En la mente de todo mexicano está claro que Florence Cassez es culpable y que si se le llega a extraditar podría ser liberada en su país. Pero tratar a un gobierno arrogante y también impopular, con trampas, engaños y amenazas conduce al lamentable estado de cosas del día de hoy. Siempre he dicho que los diplomáticos que dieron lustre y brillo a nuestra Cancillería tenían "sesos y bien capeados." Ahora se dice: "México no adopta decisiones sobre política exterior consultando a presidiarios" o "llegaremos hasta donde Francia quiera."
Los herederos de los dos imperios -Iturbide y Maximiliano- que pretenden modificar la historia a su arbitrio, han decidido cometer una grave tropelía -postulado de la ultra derecha mexicana- por la que se permitirá que ciertos gastos de colegiaturas en escuelas privadas sean deducibles fiscalmente. Confirma el régimen, estando a la vuelta de la esquina de una elección federal, que puede perder y que es hora de lanzar un mensaje electorero a una clase media disminuida y alta, boyante, que por pruritos sociales principalmente -que no académicos- lleva a sus hijos a las aulas privadas donde la mayor parte de ellos son esquilmados con colegiaturas de primer mundo y donde se les programa para despreciar a los mexicanos que reciben su enseñanza como marca nuestra Constitución. Algunos, en efecto consiguen empleo pero en el negocio de sus padres.
Se despreocupa el régimen de los recursos indispensables para la enseñanza pública y con semejante concesión ahonda la brecha entre los ricos, súper ricos y clase media alta y una descendente clase media baja y clase pobre. Esta acción pretende fortalecer a las escuelas particulares cobijándolas con beneficios a los privilegiados y dejando a su suerte a los millones de padres de familia cuyos hijos atienden el aula del Estado. Es a ellos exactamente a los que habría de subsidiar, pero al presente gobierno no le interesa más que demagógicamente la suerte de las mayorías en profunda pobreza en México.
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