Las pasadas elecciones de Guerrero son de excepcional importancia y no sólo desde el punto de vista de la estrategia política de los partidos, sino en lo substancial de la democracia, en su razón de ser. En efecto, aquélla tiene dos caras, una que mira al resultado concreto, específico, y otra de contenido ideológico. No se discute la legítima aspiración de ganar -el fin inmediato- de los candidatos y partidos, pero en el esquema democrático es inconcebible que en aras de triunfar unos y otros renuncien a su ideología. No es un partido de fútbol en el que meramente prevalecen las simpatías, los apoyos exclusivamente deportivos y lúdicos. Verlo así sería rebajar a la democracia. Por ejemplo, la opinión de algunos destacados panistas en el sentido de que no están claras las alianzas para el 2012 pone de relieve la operatividad de las mismas, únicamente condicionada a las circunstancias del momento y ocasión. Aquí así y allá no. ¿Es esto aplicable en el terreno ideológico? Yo creo que la ideología política debe ser permanente, clara y nítida. No es coherente que se la acomode en el tablero político como una pieza de ajedrez y mucho menos se la sacrifique meramente para no perder una contienda electoral. Al respecto hay un dato objetivo, sólo objetivo, a saber que Ángel Aguirre, el triunfador en las elecciones de Guerrero, fue en otra época miembro destacado del PRI y que el actual gobernador, Carlos Zeferino Torreblanca Castillo, lo fue por su parte del PAN. Desde luego es admisible que se cambie de opinión, aunque el anterior no deja de ser por lo menos un dato interesante. Y en este panorama político se han dando y se siguen dando las alianzas. En el contexto al que me vengo refiriendo se ve muy claro el principal objetivo: más allá de la defensa de cualquier postura ideológica y muy aparte de toda confruencia ideológica lo que se busca es vencer al PRI.
¿Juntar el agua y el aceite? La pregunta es si ya instalado un candidato procedente de una alianza partidista en el gobierno, es decir, si ya gobernador en funciones, va a responder políticamente a los dos partidos (el agua y el aceite) que le dieron el triunfo. ¿Cómo? Por otro lado las coaliciones que se vayan haciendo en los Estados del interior serán, quiérase que no, un camino hacia el 2012. ¿Cómo ignorarlas o hacerlas a un lado en la próxima elección federal? Bien sabemos que a la política se la ha definido como la ciencia de lo posible, de lo real (el pragmatismo político). ¿Pero dónde queda la ideología? ¿O acaso se trata de ganar a cómo de lugar, juntando toda clase de elementos diversos y dispersos? Así a la hora del "triunfo" todos andarán a la "rebatinga". O bien... hay un nuevo horizonte político en el país: el del pragmatismo político con la tesis de que obtenido el triunfo -lo que se quiere, lo que se necesita- ya se irán acomodando poco a poco las piezas porque lo demás es iluso y secundario. Sin triunfo no hay nada. O sea, se trata o se tratará de conciliar las ideologías, la coherencia ideológica, con el pragmatismo. Puede ser, puede ser, pero es lo único que nos faltaba, porque al final de cuentas se trata de un "experimento político", en medio del desastre que vive el país.
Las ideologías no pueden, no deben desaparecer porque son el alma de la democracia. Y aunque se reconozca que en ellas hay un interés material, debe privar siempre el interés moral y espiritual. De ahí que el gran reto de las alianzas no sea ganar meramente las elecciones sino gobernar conciliando programas e ideologías. ¿Será posible? El candidato triunfador en Guerrero ha dicho que hay que poner inmediatamente en marcha su programa de gobierno: crear empleos, combatir la violencia y favorecer la seguridad para promover el turismo. De acuerdo, pero éste es el paso inmediato. El mediato, el trascendente para la democracia, repito, es conciliar aquellas ideologías. Nunca es suficiente la "obra de gobierno". La que importa es la "idea de gobierno".
En Estados Unidos, es la "Razón de Estado" la que orienta su pragamtismo legal, la misma "Razón de Estado" que en lo que va del sexenio de Calderón se ha impuesto en el legislador mexicano. ¿Gratuitamente? Su influencia ha pesado y sigue pesando en los que manejan, o más bien interpretan a su modo, el Derecho Penal del Enemigo de Günther Jakobs, desfigurando el perfil de nuestras garantías constitucionales en lo tocante a las penas (su inclusión en la legislación y su aplicación concreta). Al respecto, resulta imprescindible citar al notable historiador germano Friedrich Meinecke, quien al inicio del Capítulo Primero intitulado Hegel de su magnífica obra Razón de Estado (impresa en los Talleres Gráficos de la Cámara de Diputados, junio de 2002) categórico afirma: "Como ya hemos tenido ocasión de observar repetidamente, una profunda contradicción recorre el pensamiento político occidental desde el Renacimiento: el conflicto entre la idea central del Derecho Natural, que imprime carácter al pensamiento general de la época, y los hechos irrefutables de la vida histórico política". Aguda reflexión que me permito evocar porque nunca como hoy cobra indiscutible oportunidad y actualidad de cara a los acontecimientos que hoy tienen lugar en nuestra realidad nacional.
¿Juntar el agua y el aceite? La pregunta es si ya instalado un candidato procedente de una alianza partidista en el gobierno, es decir, si ya gobernador en funciones, va a responder políticamente a los dos partidos (el agua y el aceite) que le dieron el triunfo. ¿Cómo? Por otro lado las coaliciones que se vayan haciendo en los Estados del interior serán, quiérase que no, un camino hacia el 2012. ¿Cómo ignorarlas o hacerlas a un lado en la próxima elección federal? Bien sabemos que a la política se la ha definido como la ciencia de lo posible, de lo real (el pragmatismo político). ¿Pero dónde queda la ideología? ¿O acaso se trata de ganar a cómo de lugar, juntando toda clase de elementos diversos y dispersos? Así a la hora del "triunfo" todos andarán a la "rebatinga". O bien... hay un nuevo horizonte político en el país: el del pragmatismo político con la tesis de que obtenido el triunfo -lo que se quiere, lo que se necesita- ya se irán acomodando poco a poco las piezas porque lo demás es iluso y secundario. Sin triunfo no hay nada. O sea, se trata o se tratará de conciliar las ideologías, la coherencia ideológica, con el pragmatismo. Puede ser, puede ser, pero es lo único que nos faltaba, porque al final de cuentas se trata de un "experimento político", en medio del desastre que vive el país.
Las ideologías no pueden, no deben desaparecer porque son el alma de la democracia. Y aunque se reconozca que en ellas hay un interés material, debe privar siempre el interés moral y espiritual. De ahí que el gran reto de las alianzas no sea ganar meramente las elecciones sino gobernar conciliando programas e ideologías. ¿Será posible? El candidato triunfador en Guerrero ha dicho que hay que poner inmediatamente en marcha su programa de gobierno: crear empleos, combatir la violencia y favorecer la seguridad para promover el turismo. De acuerdo, pero éste es el paso inmediato. El mediato, el trascendente para la democracia, repito, es conciliar aquellas ideologías. Nunca es suficiente la "obra de gobierno". La que importa es la "idea de gobierno".
En Estados Unidos, es la "Razón de Estado" la que orienta su pragamtismo legal, la misma "Razón de Estado" que en lo que va del sexenio de Calderón se ha impuesto en el legislador mexicano. ¿Gratuitamente? Su influencia ha pesado y sigue pesando en los que manejan, o más bien interpretan a su modo, el Derecho Penal del Enemigo de Günther Jakobs, desfigurando el perfil de nuestras garantías constitucionales en lo tocante a las penas (su inclusión en la legislación y su aplicación concreta). Al respecto, resulta imprescindible citar al notable historiador germano Friedrich Meinecke, quien al inicio del Capítulo Primero intitulado Hegel de su magnífica obra Razón de Estado (impresa en los Talleres Gráficos de la Cámara de Diputados, junio de 2002) categórico afirma: "Como ya hemos tenido ocasión de observar repetidamente, una profunda contradicción recorre el pensamiento político occidental desde el Renacimiento: el conflicto entre la idea central del Derecho Natural, que imprime carácter al pensamiento general de la época, y los hechos irrefutables de la vida histórico política". Aguda reflexión que me permito evocar porque nunca como hoy cobra indiscutible oportunidad y actualidad de cara a los acontecimientos que hoy tienen lugar en nuestra realidad nacional.
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