La salida de Carmen Aristegui de MVS es una gran pérdida. En realidad es una pérdida que se conjuga en plural. Lamentablemente, todos perdemos, pierde nuestra democracia, la libertad de expresión, la Presidencia de la República, MVS, Carmen Aristegui, la ciudadanía, la pluralidad de ideas, los radioescuchas, entre muchos otros. Esto es consecuencia de cómo se tomaron y procesaron decisiones el pasado fin de semana. Si el cálculo era evitar el debate de lo que Carmen Aristegui presentó como noticia y pasar la factura por el planteamiento, los hechos demuestran que salió muy mal y resultó contraproducente. No sólo por las dimensiones nacionales e internacionales que ha alcanzado “el asunto Carmen Aristegui” (como lo denominó MVS), sino porque queda en amplios sectores, al menos, la percepción de que estamos ante un caso emblemático de censura. Estas temáticas son ahora materia de análisis y preocupación en múltiples medios de comunicación, organizaciones civiles y académicas, redes sociales e internet y muchos espacios más, tanto en México como fuera de él. Lo realizado por el diputado Fernández Noroña y otros en la Cámara de Diputados el jueves 3 es cuestionable y reprobable (una vez más), pero lo que resulta inadmisible es que si se presenta una cobertura noticiosa del hecho y se acompaña de un cuestionamiento duro, válido y respetuoso, la consecuencia sea que se silencien las voces y los micrófonos. Lo que no puede pasar en una democracia es que el resultado de una diferencia de esta naturaleza es que se cierre un espacio noticioso. En caso de presentarse una controversia, hay medios legales y democráticos para hacer valer los derechos. Debe tenerse claro que en democracia, mientras más alta es la responsabilidad pública que se desempeña, mayor escrutinio público debe existir. Por eso, entre muchas otras razones, debe asumirse que es del orden e interés público de primer nivel discutir, saber y tener certeza sobre la salud del Presidente. Así quedó demostrado por el secretario particular del Presidente al afirmar que “frente a esas infundadas afirmaciones, y desde el más firme compromiso del gobierno federal con la transparencia, resulta oportuno compartir con los ciudadanos algunos datos generales sobre las actividades presidenciales, que reflejan que el Presidente de México trabaja incansablemente por el desarrollo de la nación… En total, 1,779 actividades a lo largo del año (2010), un promedio de 7 actividades por día hábil… Este ritmo de actividades es la mejor expresión de su buen estado de salud, de su fortaleza física y entereza”. También declaró que “el gobierno federal es y ha sido escrupulosamente respetuoso de la libertad de expresión y valora la multiplicidad de voces y opiniones en el debate de los asuntos públicos”. Este posicionamiento y la difusión de esta información representa un gesto de altura, muy reconocible. También pone en evidencia que la pregunta de Carmen Aristegui es válida y pertinente. Incluso la propia periodista declaró: “Lamento sí, que el Presidente y su familia se hayan sentido ofendidos por el cuestionamiento, pero aún así, la pregunta sigue vigente”. Las declaraciones de Roberto Gil ayudan simultáneamente a superar la discusión de que Carmen violó el “código de ética” de MVS, ¿cómo sería eso posible si la propia Presidencia de la República reconoce la importancia de informarnos sobre el “buen estado de salud” del Presidente? Una de las grandes contribuciones de Carmen al debate público, además de su inteligencia e independencia, es justamente el aporte ético. La puerta digna de solución se abrió para MVS. La forma en que se resuelva y afronte este “asunto” nos dará un termómetro preciso de la madurez de la libertad de expresión en México, de cómo enfrentar las diferencias en su ejercicio. Es un punto de quiebre, o se opta por las reglas de la democracia o por la lógica de la antidemocracia y la intolerancia y su subsecuente control de daños. El presidente Calderón tiene una extraordinaria oportunidad para contribuir al fortalecimiento de la normalidad democrática, al poner el ejemplo de que si se cuestiona sobre el Presidente esto no se verá como un agravio. Dicho sea de paso, mandaría un poderoso mensaje a gobernadores, secretarios, presidentes municipales y un largo etcétera de cómo relacionarse con los medios de comunicación en democracia. La verdad es que este mensaje es tremendamente urgente y necesario. La fórmula inicial de pierde–pierde puede convertirse en un modelo virtuoso de ganar–ganar, en el que todos ganemos, sobre todo, nuestra democracia. Puede sonar utópico, pero nuestro país y la defensa de nuestros derechos bien valen la apuesta
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