viernes, 8 de abril de 2011

CENSO 2010: MALAS SORPRESAS

CIRO MURAYAMA RENDÓN


El censo de población es la herramienta más relevante para conocer el volumen, las características y las condiciones de vida de la sociedad. Los resultados del Censo 2010 tienen que ser la base para la elaboración de políticas en todos los órdenes de gobierno. Por ello, los datos del Censo también deberían ser referencia obligada en los diagnósticos y las propuestas que partidos y candidatos han de elaborar y desplegar hacia la elección de 2012 si es que queremos que, además de la disputa por puestos, se encuentren en juego proyectos y alternativas reales.


Se ha subrayado que la primera sorpresa del Censo 2010 radica en el abultado número de habitantes: mientras las estimaciones del Consejo Nacional de Población con base en el conteo poblacional de 2005 del INEGI señalaban que para 2010 habría 108.5 millones de mexicanos, el censo arrojó 112 millones 336 mil. La diferencia de 3.8 millones de personas es equivalente a todos los habitantes actuales de Oaxaca, y es superior a la población individual de 21 entidades federativas.


Esta cifra de mayor población tiene implicaciones relevantes en términos demográficos, económicos y sociales, a saber: 1) aumenta el ritmo de crecimiento de la población, lo que rompe la tendencia contraria de las últimas décadas; 2) más habitantes implican una reducción en el PIB per cápita, de tal manera que el magro desempeño económico de los últimos años se exacerba y, 3) a este ritmo de expansión poblacional podemos acabar siendo 20 o 30 millones de personas más en un par de decenios, lo que incrementa las necesidades de producción de bienes y servicios en la economía y recarga las presiones medioambientales.


Las causas de la existencia de 3.8 millones de mexicanos más de los previstos tienen que ser bien aclaradas por sus consecuencias e implicaciones para las decisiones y políticas del Estado. Hay quienes apuntan a que, dada la crisis en Estados Unidos, la emigración disminuyó y por eso resultamos más mexicanos. Sin embargo, esa hipótesis se ve acotada por las propias cifras del censo: la Población Económicamente Activa (PEA) del censo a la mitad de 2010 ascendió 44.7 millones, y los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) para ese momento daban una cifra de 47.1 millones, si bien la encuesta se diseñó con unos factores de expansión para una población total prevista de 108 millones. Además, el censo cuenta a la población en edad de trabajar desde los 12 años y la ENOE a partir de los 14 años de edad.


Por tanto, si en verdad los 3.8 millones de más se debieran fundamentalmente a trabajadores que no se fueron a Estados Unidos o que regresaron por la crisis, tendrían que haberse visto reflejados en la población económicamente activa que midió el censo, pero ello no ocurrió, sino lo contrario.


De modo que el crecimiento de la población puede deberse, por ejemplo, a un rebrote de la natalidad —sobre todo en zonas pobres y en mujeres de baja escolaridad e ingresos—, lo que pone en evidencia el abandono de las políticas de planificación, cuya ausencia se hace notar del 2000 a la fecha.


De acuerdo al censo, que es más exacto midiendo que las encuestas —pues no es una inferencia estadística, sino un conteo persona a persona—, hay menos trabajadores en México de los que se venía diciendo. Esa debe considerarse la segunda sorpresa poco halagüeña del censo.


El censo detectó a 42.6 millones de trabajadores, dos millones menos de los que estimaba el INEGI (44.6) para el segundo trimestre de 2010. De acuerdo al censo hay 37 ocupados por cada 100 personas, y no 41 por cada 100 como se desprendía de las encuestas.


Lo anterior es una confirmación más del desperdicio del llamado “bono demográfico”, pues en efecto nunca habíamos tenido tanta población en edad de trabajar y producir riqueza, pero, a la vez, disminuye nuestra capacidad de generar ocupación.


Además, en términos de calidad del empleo, el censo muestra que frente al año 2000 ha caído el porcentaje de asalariados que tienen acceso a prestaciones laborales (se pasó del 67.8% al 62.1%). En lo que hace a los ingresos, dos tercios de los trabajadores (28.7 millones de personas) ganan menos de tres salarios mínimos —unos 14 dólares diarios— para subsistir.


El Censo 2010 indica que crecen la población y sus necesidades, pero no las fuentes de sustento.

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