jueves, 14 de abril de 2011

VÁMONOS DE PESCA

JOSÉ WOLDENBERG KARAKOSKY
1.Estamos en los años treinta del siglo pasado en un pequeño condado agrario del estado de Georgia en Estados Unidos. Un tumulto quiere linchar a un joven jornalero negro acusado, falsamente, de haber violado a una mujer blanca. El sheriff, Jeff McCurtain, duda en intervenir porque no quiere enfrentar a la turba de la que depende su cargo. Son los electores que tienen la posibilidad y el poder de reelegirlo. Uno de sus ayudantes recibe una llamada del terrateniente de la región que lo amenaza: "Quiero que atrapen a Sonny Clark y lo encarcelen para tenerlo a buen recaudo... Sonny es jornalero mío y no quiero líos por aquí. Si lo linchan, mañana por la noche no me quedará un solo moreno en la plantación. Y los que no salgan pitando tendrán tanto miedo que no irán a los campos a trabajar. Perderé toda la cosecha". El sheriff se encuentra a dos fuegos. "Deseó para sus adentros que la gente que tuviera ganas de linchar a alguien lo hiciera primero y fuera a contárselo después, una vez hubiera acabado todo. El riesgo político era mínimo si aparecía después del linchamiento y decía que había que respetar y hacer cumplir la ley". Por otro lado, no podía dejar de pensar "que existía un puñado de hombres y mujeres del condado que, siempre que aparecía una amenaza de linchamiento...se había encargado de recordarle que había jurado solemnemente proteger la vida de todo sospechoso hasta que un tribunal se hiciera cargo de él". El sheriff sabe que "los votantes son gente muy rara" que modifica fácilmente sus preferencias, y él no es de esas personas que "permiten que sus convicciones personales influyan en momentos" críticos. "Estaba convencido que inmiscuirse en las actividades de un grupo de hombres enfervorizados y con ganas de linchar a un negro sería contraproducente". Él "sólo quería que el linchamiento fuera limpio, que no se mezclara la política". Su decisión entonces fue radiante, "irse de pesca". Volvería cuando el asunto se arreglara sin su intervención, ya que hiciera lo que hiciera, le resultaría costoso. Se trata de la novela de Erskine Caldwell, Tumulto en julio (Navona. Barcelona. 2009), escrita en 1940 y cuyo desenlace resulta trágico. 2. De cara al espectacular conflicto entre Telcel por un lado y Televisa y TV Azteca por el otro, no dejo de pensar en el sheriff McCurtain. Ni la Cofetel ni la Cofeco, ni la Secretaría de Gobernación ni la de Comunicaciones y Transportes, ni el Congreso de la Unión, han dicho esta boca es mía. El conflicto ha desatado una espiral de acusaciones mutuas, todos sabemos o intuimos que mucho es lo que está en juego, y sin embargo, las autoridades están ausentes. Se fueron a pescar. 3. Los días 5 y 6 de abril, convocado por la AMEDI, se llevó a cabo el "Encuentro Nacional por la Diversidad y la Calidad en los Medios de Comunicación". Su relatoría bien puede ser un basamento para delinear una auténtica política de Estado, empezando por una reforma legal capaz de regular las telecomunicaciones y los medios en nuestro país. Hace un año, varios legisladores de distintos partidos presentaron una Iniciativa de Ley Federal de Telecomunicaciones y Contenidos Audiovisuales, en cuya elaboración participaron miembros de la AMEDI. Dicha propuesta merece ser analizada y discutida porque el país requiere, con urgencia, una normatividad a la altura de los tiempos. Dice la relatoría del Encuentro: "esa iniciativa establece limitaciones al acaparamiento de medios de comunicación, instituye un organismo con atribuciones para regular los mercados y actores de las telecomunicaciones y la radiodifusión, reivindica derechos de usuarios y audiencias de los medios y garantiza el funcionamiento de los medios públicos. Allí se precisan reglas para la interconexión entre empresas de telecomunicaciones y se asegura la plena convergencia tecnológica, así como sanciones más severas para quienes no cumplan con la ley y la regulación. La pluralidad en la radio y la televisión sería promovida con la licitación de más frecuencias y con espacios garantizados para la producción independiente. Además, se reconoce que la radiodifusión y las telecomunicaciones constituyen un servicio público que debe ser garantizado por el Estado. La publicidad engañosa o los contenidos no aptos para los niños también encuentran regulación en esta iniciativa. Habría que incluir otras propuestas adicionales como la creación de Fondos de Cobertura Social para servicios de telecomunicaciones en zonas rurales y desprotegidas". La apretada síntesis expresa las muy distintas facetas que tiene que abarcar el nuevo marco normativo sobre actividades que están modelando el perfil de nuestro espacio público. Darles la espalda parece suicida. Pensar que los usufructuarios de las concesiones se autoregularán es ingenuo. Apostar a que el conflicto entre las grandes empresas encontrará solución sin la intervención de los poderes públicos es irresponsable. Salvo que se crea que irse de pesca es la solución.

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