lunes, 4 de abril de 2011

PASCUAL: ¿RENUNCIA O WIKILEAKS?

HERMILIO LÓPEZ BASSOLS
Señalaba hace una semana que Carlos Pascual no es el primer embajador de EU que ha tenido una actitud injerencista y prepotente en su misión en nuestro país. Identifiqué a otros como Joel R. Poinsett, Anthony W. Butler, James Gadsen y Henry Lane Wilson. A la vez, cité los nombres de tres diplomáticos que tuvieron una brillante gestión, John W. Foster (1873-1880) en las Presidencias de Sebastián Lerdo y Porfirio Díaz, Dwight W. Morrow (1927-1930) en la Presidencia de Plutarco Elías Calles y Emilio Portes Gil y Josephus Daniels (1933-1942), amigo próximo del presidente Lázaro Cárdenas. Argumentaba también, que en cuanto a la percepción general de que el enviado de Washington le corresponde una actitud injerencista que excede los límites de lo que el Derecho y la amistad permiten entre dos Estados vecinos, es equivocada, como lo veremos con los 3 embajadores precitados que cubrieron épocas extremadamente difíciles, la República Restaurada, los primeros pasos del segundo Gobierno revolucionario de Calles y en el último, la expropiación petrolera y el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Foster estaba convencido de que el Gobierno de Washington comprendía mal lo que ocurría en México y, por esa razón, difundió profusamente una imagen diferente de México en EU, tratando a la vez de sumar esfuerzos en su país para atraer inversiones en México, más que oportunas para la República Restaurada. Foster estimaba y respetaba al presidente Lerdo y coincidía con sus políticas en especial aquella que hizo incorporar las Leyes de Reforma a la Constitución. Creía además que se debía intensificar la agricultura en México con fines comerciales remplazando a países esclavistas como Cuba y Brasil. Foster prudentemente hizo ver su oposición al levantamiento de Porfirio Díaz contra el Gobierno constitucional de Lerdo. Inclusive retuvo el reconocimiento y se despidió con un esfuerzo singular para promover a las compañías norteamericanas en la construcción de ferrocarriles en México. Con Díaz, que reconoció hasta 1878 presionó para obtener algunos beneficios a sus ciudadanos y la autorización a tropas de EU en territorio mexicano para la persecución de indios bárbaros, bandidos y abigeos, hasta que el Gobierno mexicano obtuviera el control efectivo sobre su frontera. Foster rehusó ser representante de intereses particulares estadunidenses o representar demandas de empresas estadunidenses de carácter dudoso. Si bien fue designado para Rusia, volvió a México y representó a la primera empresa ferroviaria estadunidense en México, la Mexican Central Co. Además fue secretario de Estado entre 1892-1893. Mantuvo una buena relación con quien había sido un magnifico representante de México en Washington, Matías Romero. Dwight W. Morrow mostró su talento diplomático tan pronto como llegó a México, llegando a un acuerdo con el presidente Calles sobre el conflicto petrolero, el que se plasmaría después en la legislación petrolera mexicana, mostró también una diplomacia conciliadora y de respeto a nuestro gobierno y a la legitimidad de nuestro régimen revolucionario. Comprendió que a EU le convenía un vecino estable después de 10 años de conflicto y cuando se dio la guerra cristera en 1926 activamente medió entre las partes. Desafortunadamente, Morrow no tuvo una buena relación con Ortiz Rubio, por que se pensaba que el nativo de Virginia intervenía en las finanzas mexicanas y además Morrow consideraba que en ese momento, debía Calles prolongar su mandato, lo que no sucedió. En vez de ello, Calles creó el Partido Nacional Revolucionario y Morrow le dio todo el apoyo. Otro embajador que supo cultivar una buena relación con el hombre fuerte, el primero con Lerdo y éste con Calles. Reiteradamente se ha dicho con razón, que el afable e inteligente embajador Josephus Daniels es el prototipo del diplomático que México quisiera tener en el Paseo de la Reforma. Demócrata nacido en Carolina del Norte, político y periodista, secretario de Marina. Fue Franklin Delano Roosevelt el que le propuso la Embajada. Su calidad humana, sencillez y honestidad se ganaron muy pronto al pueblo mexicano. En el momento más difícil de la Presidencia de Cárdenas, la expropiación petrolera en marzo de 1938, Daniels adoptó una posición respetuosa, inclusive saboteando la línea dura del Departamento de Estado ante este conflicto. Daniels negoció también la compensación a las empresas petroleras expropiadas y vio cómo México se convertía en aliado de los EU en la Segunda Guerra Mundial. Todo lo hizo con afabilidad, prudencia y amistad. Se retiró entre grandes manifestaciones de cariño. Vale decir que Daniels fue importante sostén del Plan Sexenal cardenista. Ahora se va un personaje incuestionablemente conocedor profundo de la realidad mexicana, que a los ojos del Gobierno, manejó un doble lenguaje. El único aval que tiene es que sus contrapartes mexicanas, tanto en La Alameda como en Bucareli y en la PGR y otros lares, manejaron un discurso errático, incompetente y paradójicamente servil y entreguista, y que el imperio quiere otras ataduras, por lo que la relación bilateral se tensó y Pascual derivará su carrera a otro objetivo que es la injerencia en el proceso político del país de su nacimiento: Cuba, o quizá sentar sus reales en el Departamento de Estado para un serio disgusto de Calderón.

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