RICARDO BECERRA LAGUNA
No son ni-nis pero tampoco tienen tipo de pirrurris. Resultaron en un hibridismo, una mixtura, una oleada espontánea que ha crecido por el momento político y porque supo enarbolar –muy a su modo- uno de nuestros temas torales, neuróticos e irresueltos: el de los medios masivos de comunicación, su papel y su acomodo en la democracia mexicana.
Pero antes de entrar a ese fondo político creo que por puro respeto y necesidad de diálogo vale la pena explicar (apelar a los #132) tres decisiones recientes elaboradas por el IFE y que tocan el centro de la agenda planteada por ellos. Veamos.
La realización de tres debates entre candidatos presidenciales. En efecto, uno de los aciertos de la reforma del 2007 a la ley electoral es haber colocado a los debates como una absoluta obligación. Dejaron de ser una opción para los candidatos principales –opción que se toma o se deja graciosamente según la estrategia de cada quien o su lugar en las encuestas-. Hace seis años así ocurrió: sólo quien quiso asistió a las citas. Por eso, a partir del 2012, el IFE queda a cargo de la organización de dos debates de candidatos a la Presidencia cuya asistencia es obligada, no está a discusión.
¿Y por qué el IFE no se adelanta a la organización de un tercer debate? Porque la ley (artículo 70) dice que organizará dos, no prohíbe un tercero, o un cuarto, pero esa posibilidad queda ya a merced y en la voluntad de los propios candidatos. Si ellos lo desean, la autoridad dispondrá todo lo necesario (recursos, escenario, transmisión logística, edecanes incluso) pero como el protagonista no es el IFE sino los candidatos mismos, no hay modo de convertir al tercer encuentro en una exigencia obligada. La palabra, la respuesta al movimiento, el tercer debate es pues, una decisión de candidatos y partidos.
Cadena nacional en el próximo debate. Esta eventualidad fue puesta en cuestión antes, por el propio IFE, durante la organización del primer encuentro. No obstante y que el Consejo General decidió no solicitar la cadena nacional, el IFE realizó un montón de esfuerzos que lograron, entre otras cosas, que mil 90 emisoras de radio y televisión en las 32 entidades lo transmitieran. También, 527 estaciones permisionadas en todo el país (canal 11 y 22 entre otras), y el resto, 563 frecuencias concesionadas de radio y televisión (Canal 5, MVS, varias cadenas nacionales de radio, en la televisión de paga y por 294 mil usuarios de 25 países, a través de internet).
Una vez más, la ley electoral es indulgente con los concesionarios de la radio y la televisión, pues deja a su libre albedrío conceder o no sus señales para el debate electoral. En esas estábamos, cuando la onda expansiva del #132 logró lo principal: que el canal más visto por los mexicanos (el 2) y a regañadientes (el 13), fueran puestos a disposición del IFE para el próximo debate. Esto quiere decir que el 94 por ciento de los ciudadanos que pueden votar, podrán verlo por televisión abierta; a eso hay que agregar las opciones disponibles en otras señales de radio, Internet y también otras televisoras importantes y de paga.
Si este es el alcance de la información política relevante, si este es el nivel real de audiencia potencial garantizada para el debate, entonces entran a consideración otros aspectos importantes, como por ejemplo, el derecho de los ciudadanos a no ver el debate, a pasar la noche del domingo 10 de junio escuchando o viendo el canal que mejor les parezca (o prescindiendo de ellos). En eso consiste también la libertad y el pluralismo de la información.
Como quiera que sea, insisto, el movimiento se anotó un triunfo mayúsculo, que de ningún modo debe vivirse como derrota: los grandes concesionarios de la televisión han accedido a transmitir por sus principales canales, el que puede ser el evento más importante del proceso electoral, evento desdeñado o ninguneado antes de la irrupción de los #132.
La ampliación al plazo de registro de observadores electorales. En este punto, el Consejo General respondió con un unánime sí, aunque no fue fácil, pues como se sabe, el librito electoral señala una fecha límite para la inscripción. Pero la participación política es un derecho fundamental (contrario a la compra de espacios en radio y televisión, por ejemplo), la propia ley abre un resquicio para que el Consejo General escuche y atienda solicitudes que tiendan a garantizar el derecho a la observación electoral y además, la ampliación del plazo no afecta a terceros, a nadie absolutamente. De ese modo, y por consenso, el IFE dio una semana mas para que los jóvenes interesados vean, sigan, vigilen cada eslabón del proceso, incluido el cumplimiento de las normas que regulan la radio y televisión en la temporada electoral.
Hasta aquí el marcador del movimiento #132 en el IFE. Sin embargo, más importante resulta explorar las pulsiones que los mueven, qué es lo que los ha vuelto tan notorios y sistemáticosen el paisaje electoral. Van otras tres razones.
En primer lugar, por su agenda. Oigamos el primer comunicado de la Coordinadora del movimiento: “La información hace posible que los ciudadanos puedan exigir y criticar, de manera fundamentada, a su gobierno, a los actores políticos, a los empresarios y a la sociedad misma. Por eso, YoSoy132 hace del derecho a la información y del derecho a la libertad de expresión sus principales demandas” (véase, el Correo del Sur, La jornada 3 de junio de 2012). Mírese como se mire, esto es una completa novedad. Hasta ahora, el derecho a la información había sido un tema de académicos, especialistas, organismos, activistas y élites muy activas. Pero ahora la cosa saltó y se transformó en el motor de una movilización social de gran magnitud clavada, por derecho propio, en el debate de las campañas electorales.
Porqué quieren un lugar en el mundo electoral. A contrapelo de tantos aguafiestas que profetizaban unas campañas hundidas en la aburrición; a contrapelo de la antipolítica y de los agoreros de una desafección mayor con los votos y las urnas, el #132 ha venido a interpelar a las televisoras y a los medios, a partidos y autoridades electorales, reclamando inclusión, objetividad, información genuina. ¿Pueden imaginarse una demanda más legítima y claramente democrática?
El movimiento ha venido a instaurar un mentís rotundo y masivo a la falsa idea de que vivimos una apatía juvenil irremediable, de modo que estamos en presencia de una significativa mutación hacia la participación electoral, antes que su desafección.
Es el primer movimiento estudiantil no corporativo, desde 1968. Es decir: han decidido irrumpir el escenario sin pedir nada para si, nada que sea exclusivo para ellos mismos. Contrario al CEU de 1986 y de 1999, contrario a tantos movimientos reivindicativos y de defensa, los #132 no quieren “lo suyo ahora” (pases automáticos, cuotas sin incremento, menos exámenes y menos evaluaciones, tarifas especiales de transporte).
Al contrario, portan una agenda del “interés general”, una agenda del espacio público y ese es su valor decisivo. Un movimiento de causas universales, donde tiene lugar un tema que nos incumbe a todos.
En este sentido, los #132 son la hueste avanzada de un ánimo que parecía extinguido: demandas que saben invocar el objetivo con alegría participativa, sin enfrentamiento ni violencia, buscando su lugar en el ecosistema electoral, procurando hablar por el interés de todos.
En medio de tanta fragmentación, en medio de tanto grupo de interés, de tantos particularismos, la llegada del #132, es una de las mejores nuevas del proceso electoral.
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