jueves, 14 de junio de 2012

POR QUÉ VOTARÉ POR LÓPEZ OBRADOR


RAÚL CARRANCÁ

En primer lugar qué bueno que hayamos tenido un debate, es decir, que en un foro, a pesar de sus imperfecciones y fallas, hayamos podido escuchar a los candidatos presidenciables. Esto no se veía antes en México, salvo en una lejana "pasarela" que fue más bien una exhibición de ambiciones personales. Desde luego nadie es perfecto en la política ni tampoco en la vida, y por lo mismo hay que fijar la atención en el menos imperfecto en todos los sentidos, individuales y sociales. Desde mi punto de vista ninguno de los presidenciables puede siquiera aspirar, ni remotamente, a lo que es un verdadero orador. Por cierto, dos ex candidatos, Porfirio Muñoz Ledo y Diego Fernández de Cevallos, los harían pedazos con su potencia oratoria. Lo que pasa es que López Obrador no pretende serlo, así que no le viene el saco. Habla con su estilo y a su manera, nada más. No tiene las estridencias demagógicas ni el estilo tosco de ella, agresivo sin nada de elegancia; ni el manoseado sonsonete de esos malos concursos de oratoria del PRI; ni menos la insuficiencia verbal, rígida en su pobreza, de un profesor que habla ante un auditorio inerme. López Obrador es lo que es, y punto. Explica, analiza, pondera. No utiliza ambages ni artificios retóricos aprendidos a última hora. Estaremos de acuerdo o no con él, pero comparado con los otros maneja la tesis, rebate la antítesis y logra la síntesis con una tranquilidad que, por ejemplo, contrasta con la gritería estridente de Vázquez Mota. Algo importante al respecto es que desde el punto de vista de la geometría política México ya reclama la presencia de la izquierda progresista en el poder. Por simple peso en la balanza del acontecer político y por rescatar la gran tradición liberal del país.
Ahora bien, el segundo y último debate puso de relieve elementos suficientes para contrastar y decidir. Vázquez Mota rijosa, pendenciera, agresiva y para mi gusto hasta vulgar (qué lejos de la gran oratoria parlamentaria). Obsesionada con "eliminar" el fuero y con los juicios orales, ignora que el primero no lo permite la Constitución (artículo 13) y que los segundos andan con muletas si es que no han sido un fracaso. López Obrador fue el único que habló en serio de la violencia e inseguridad y del rescate auténtico de la política internacional de México. Quadri, que criticó el declive de esa política en el mundo, incurrió en una gravísima omisión, lo mismo que Peña Nieto que también habló de ella, al no recordar a Isidro Fabela, promotor magnífico de esa política en sus Cartas al General Cárdenas. Además, ambos omitieron hacer una evocación de la doctrina Estrada, punto de arranque de aquélla. ¿Por qué Peña Nieto no trajo al debate -¿olvido, ignorancia?- el hecho de que quien "sacó al PRI de los Pinos" tuvo en su momento palabras despectivas, igual que su canciller, para tan notable doctrina que predominaba hasta la fecha, cargada de sentido común y de lógica política? Pudo haber hecho una defensa de la misma y de su prevalencia en su partido. Hablando en términos tauromáquicos se le pasó la lidia de uno de sus mejores toros. En suma, votaré por López Obrador porque a mi juicio es quien nos ofrece el mejor proyecto que sólo un iluso -y él no lo es- podría abandonar en caso de triunfo, asumiendo, claro, consecuencias incalculables. El miedo de alguna gente es programado, manipulado, inducido, mediante el enorme poder de los medios de comunicación. Sería un acto político que llevaría al vacío el que López Obrador, en la hipótesis, encabezara un cambio violento en cualquier sentido. No le serviría a él ni a nadie. Ese miedo, por lo tanto, corresponde a un infundio, es patraña que lleva tendencia. Cosa distinta es que su programa no convenza, aunque yo sostengo que es el mejor estructurado para un cambio verdadero y por eso depositaré mi voto a favor de él, como lo harán millones de mexicanos. La hora de la verdadera encuesta está por llegar. Hay que votar, ya que la abstención es el peor enemigo de la democracia. 

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