miércoles, 20 de junio de 2012

CONFIABILIDAD DE LAS ELECCIONES Y EL DINOSAURIO

ISSA LUNA PLA

El siguiente proceso electoral pondrá, como cada elección presidencial, al IFE a prueba. ¿Pero podríamos esperar que éste sólo resuelva toda una elección? ¿Qué papel juega el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y los partidos políticos en garantizar la pureza y confiabilidad de las elecciones?

Decía Monterroso: -y cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Dudo que para escribir este microrelato, al autor guatemalteco lo inspiró el presidencialismo priista (aunque es posible por todos los años que vivió en este país). Pero sí que lo inspiró una épica milenaria, que la monstruosidad seguirá dominando a pesar del tiempo. Y yo me pregunto, ¿será que cuando pasen las elecciones nos desharemos del problema de la desconfianza y la sospecha del fraude? Cuando despertemos el 2 de julio ¿el problema monstruoso de la duda seguirá allí o tendremos claridad y certeza?
Dice la sabiduría popular, la duda con información se disipa. La transparencia debe ser la regla que se integre al proceso electoral y al cómputo de los resultados. Sin embargo, resulta que el único que otorga certeza y confiabilidad a los procesos electorales no es el IFE. Si hemos de solicitar unas elecciones confiables tenemos que pensar en una serie de factores e instituciones que colaboran para que eso ocurra, en particular, también hay que mirar al Tribunal Electoral y a los partidos políticos.
Como hemos aprendido de otras elecciones en nuestra reciente historia democrática, en éstas elecciones como en las últimas, es probable que el resultado se resuelva finalmente en las oficinas del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el TEPJF. Y por eso es importante ahora reconocer sus capacidades para vencer al tan horroroso dinosaurio de la duda y la especulación de fraude.
El TEPJF acaba de publicar el libro de mi autoría titulado Transparencia Política, acceso a la información y consolidación democrática. El papel del TEPJF. Y yo ahí arribé a diversas conclusiones que me gustaría ampliar y compartirlas aquí:
1.   El asunto de la confiabilidad y la pureza de las elecciones no es una tarea exclusiva de los órganos electorales, en este caso, no es un monopolio del IFE. El Tribunal Electoral juega un papel crucial y sus decisiones también requieren de legitimidad para otorgarle pureza a los procesos electorales.
2.   El que las elecciones tengan o no pureza y confiabilidad al momento de dar el veredicto final del ganador, no depende de una serie de acciones recientes. Por lo contrario, es el resultado, ni más ni menos, que de una larga historia de reformas para fortalecer los poderes institucionales, la democracia interna de los partidos y la fiscalización política. 
3.   Todos los actos de las autoridades, en este caso de las instituciones electorales federales y locales, son de interés público. Los procesos de organización, selección de representantes de casilla, cómputo de votos, etc., son actos públicos por naturaleza.
4.   Los partidos políticos como entidades de interés público también están obligados a la transparencia y rendición de cuentas. Por ello, como eslabón del sistema democrático, los partidos deben poner su grano de arena en la construcción de la confiabilidad de las elecciones.
El TEPJF ha sido una figura impulsora de la defensa de los derechos político-electorales y en particular del derecho de acceso a la información, no solamente de los militantes de los partidos, pero de cualquier persona.
También ha sido exitosa su tarea de formar ciertos estándares del derecho de acceso a la información pública y la transparencia, como la obligación de los partidos políticos de transparentar los padrones de militantes. Y valga decir que en esto el IFE ha sido muy insistente también. Y ambas instituciones, IFE y TEPJF, han abonado a la vida democrática de los partidos políticos y han hecho notar el déficit de democracia interna que prevalece.
Dos son los elementos donde todos, partidos e instituciones electorales pueden influir para dar confiabilidad a las elecciones: impulsar la fiscalización de los partidos y, hacer valer el principio de publicidad como eje de los procesos electorales. Esto no es una responsabilidad única de la autoridad, existen deberes de los partidos que son correlativos a sus prerrogativas. Así como el IFE transparenta cómo nombró a los representantes de casillas, los partidos políticos deberían hacer lo mismo y cubrir el territorio.
Los criterios para que los partidos sean transparentes y el cúmulo de sus obligaciones legales en la materia son, hoy más que nunca, muy progresistas y claras, en caso de que quisieran cumplirlas, claro! Que no se nos olvide, las instituciones electorales llegan a esta elección con unas reglas de transparencia institucional excepcionalmente mejores que en cualquier otra elección en la historia. 
Si los partidos políticos no nos informan de sus gastos, o nos informan lo que les conviene; si los partidos desobedecen la ley electoral; si éstos ignoran los criterios mínimos para una democracia interna que les ha trazado el IFE y el TEPJF, en suma, si no cumplen con la legalidad: ¿será problema de la autoridad electoral o de los partidos? ¿a quién culpar?
Lo malo no es sospechar, lo malo es la tirantez. Al final, si el IFE y el TEPJF hacen un buen trabajo, sabremos que si esa sospecha del fraude persiste, será porque hay una obstinación con la duda, o con el dinosaurio.
Pero hay que recordar que el dinosaurio en esta historia, como en la historia de Monterroso, es un símbolo y no una realidad. El símbolo de la duda y el fraude es una figura retórica, y como tal, superrealista. El problema monstruoso en la realidad, es que si nos falta confiabilidad en estas elecciones, será en todo caso, por la falta de coordinación entre las instituciones electorales, la falta de interés en la democracia y en el Estado de Derecho de los partidos políticos. Así que al final, este microrelato se tuvo que cambiar:  Y cuando despertó, se dio cuenta que los dinosaurios no existían.  

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