JOSÉ WOLDENBERG
La disposición legal que obliga a terminar las campañas tres días antes de los
comicios, supone, de manera extraña, que se requiere antes del día estelar un
periodo de distensión, de calma. En esas minivacaciones, no debe pasarse por
alto que el domingo vuelven a coincidir, como el 2 de julio del 2000, la final
de la Copa Europea y la jornada electoral.
En el año 2000 preparábamos lo que el Consejo General y su presidente (yo) debían hacer ese día. Queríamos, entre otras cosas, ofrecer información de primera mano del desarrollo de la jornada y de los resultados. Y llegamos a la conclusión de que lo óptimo sería programar una serie de mensajes en cadena nacional. Se trataría de cortes breves para comunicar diversos asuntos.
La Eurocopa inició el 10 de junio y (creo que) por primera vez las sedes fueron dos países: Bélgica y Holanda. La ronda inicial dejó no pocas sorpresas, la mayor quizá, que en el grupo uno, Portugal y Rumania eliminaron a Alemania e Inglaterra. En el dos, Italia y Turquía dejaron en el camino a Bélgica y Suecia; en el tres, España y Yugoslavia (ya muy disminuida) hicieron lo propio con Noruega y Eslovenia (unos años antes parte de Yugoslavia), y Holanda y Francia sacaron de la competencia a Dinamarca y a la casi naciente República Checa.
Mientras, en el IFE discutíamos y diseñábamos las intervenciones en cadena nacional para el día de la elección. El plan quedó de la siguiente manera: a las tres de la tarde, un informe de la instalación de las casillas; a las ocho de la noche, un nuevo comunicado sobre el desarrollo de la jornada; a las once, el informe estelar sobre los resultados del conteo rápido de la elección presidencial; a las tres de la madrugada, una explicación del avance del Programa de Resultados Electorales Preliminares, y a las siete de la mañana del 3 de julio, un balance general.
Los cuartos de final fueron tensos e interesantes. Francia le ganó a España 2 a 1, Portugal 2 a 0 a Turquía, Italia 2 a 1 a Rumania y Holanda goleó a Yugoslavia 6 a 1. (Media docena de ostiones dijo entonces un célebre biólogo). Pero las finales fueron aún mejores. Se jugaron el 28 y 29 de junio, y en la primera Francia dejó tendido a Portugal 2 goles a 1, mientras Italia derrotaba a Holanda, en penaltis, 3 a 1. Tres de los cuatro que tiró Holanda, los falló.
Al inicio de la jornada, como suele hacerse, se instaló el Consejo General, los representantes de los partidos hicieron breves valoraciones del proceso y yo di un mensaje. Se decretó un receso para que los integrantes del Consejo pudiéramos ir a votar. Todo se desarrollaba sobre rieles.
La final de la Eurocopa inició a la una de la tarde hora de México, e Italia y Francia protagonizaron un auténtico duelo. El primer tiempo terminó cero a cero, en un juego trabado, ríspido, difícil. Fue hasta el minuto 10 del segundo tiempo que Marco Delvecchio clavó un gol. Y ya se sabe -o se sabía-, una vez que Italia mete un gol, resulta casi imposible remontar el marcador. Desde el famoso catenaccio, inventado por Helenio Herrera, la defensiva italiana se convertía en una auténtica fortaleza inexpugnable. Bien lo pontificó el propio "Mago": si no te meten gol, no puedes perder.
Como a las dos y media salí de la oficina para ir al set que se había preparado en las instalaciones del IFE, desde donde se trasmitiría el primer mensaje en cadena nacional. Llegué y estaba todo listo. De repente se escuchó el grito inconfundible de Gooool. En tiempo de compensación, minuto 94, Sylvain Wiltord había anotado por Francia y el partido se empataba. Se jugarían tiempos extras. Quien metiera el primer gol, el llamado de oro, sería el campeón de Europa. No lo teníamos previsto.
A las tres en punto informé de la instalación de las casillas. De 113 mil 423 solamente 13 no se habían colocado. Cerca del 95 por ciento de los presidentes de las mesas eran los que se habían nombrado previamente. Y ofrecí las cifras del número de representantes de los partidos acreditados en las casillas. Todo marchaba bien. Pero los aficionados al futbol habían resentido que su partido, en el momento cumbre, se interrumpiera intempestivamente por la cadena nacional.
El mensaje duró tres minutos. Y en las pantallas reapareció el juego. Uno de los dos porteros, no me acuerdo si Barthez de Francia o el de Italia (no recuerdo el nombre), había sufrido un foul y se había quedado tendido sobre el césped casi dos minutos. El partido seguía empatado a uno. Uf, habíamos corrido con suerte. Y la buena estrella se hizo aún más patente cuando unos cuantos segundos después, David Trezeguet, que no alineó desde el inicio, metió el gol que daba la copa a Francia.
A la semana siguiente tuve el siguiente diálogo con un sobrino de 8 años. -¿Cómo se te ocurrió interrumpir el partido? -Bueno, las elecciones son más importantes que el futbol. -Todos en mi salón se quejaron de tu mensaje. -Explícales que le mandamos decir al portero que hiciera tiempo mientras yo hablaba.
Desde entonces mi sobrino no me cree nada.
En el año 2000 preparábamos lo que el Consejo General y su presidente (yo) debían hacer ese día. Queríamos, entre otras cosas, ofrecer información de primera mano del desarrollo de la jornada y de los resultados. Y llegamos a la conclusión de que lo óptimo sería programar una serie de mensajes en cadena nacional. Se trataría de cortes breves para comunicar diversos asuntos.
La Eurocopa inició el 10 de junio y (creo que) por primera vez las sedes fueron dos países: Bélgica y Holanda. La ronda inicial dejó no pocas sorpresas, la mayor quizá, que en el grupo uno, Portugal y Rumania eliminaron a Alemania e Inglaterra. En el dos, Italia y Turquía dejaron en el camino a Bélgica y Suecia; en el tres, España y Yugoslavia (ya muy disminuida) hicieron lo propio con Noruega y Eslovenia (unos años antes parte de Yugoslavia), y Holanda y Francia sacaron de la competencia a Dinamarca y a la casi naciente República Checa.
Mientras, en el IFE discutíamos y diseñábamos las intervenciones en cadena nacional para el día de la elección. El plan quedó de la siguiente manera: a las tres de la tarde, un informe de la instalación de las casillas; a las ocho de la noche, un nuevo comunicado sobre el desarrollo de la jornada; a las once, el informe estelar sobre los resultados del conteo rápido de la elección presidencial; a las tres de la madrugada, una explicación del avance del Programa de Resultados Electorales Preliminares, y a las siete de la mañana del 3 de julio, un balance general.
Los cuartos de final fueron tensos e interesantes. Francia le ganó a España 2 a 1, Portugal 2 a 0 a Turquía, Italia 2 a 1 a Rumania y Holanda goleó a Yugoslavia 6 a 1. (Media docena de ostiones dijo entonces un célebre biólogo). Pero las finales fueron aún mejores. Se jugaron el 28 y 29 de junio, y en la primera Francia dejó tendido a Portugal 2 goles a 1, mientras Italia derrotaba a Holanda, en penaltis, 3 a 1. Tres de los cuatro que tiró Holanda, los falló.
Al inicio de la jornada, como suele hacerse, se instaló el Consejo General, los representantes de los partidos hicieron breves valoraciones del proceso y yo di un mensaje. Se decretó un receso para que los integrantes del Consejo pudiéramos ir a votar. Todo se desarrollaba sobre rieles.
La final de la Eurocopa inició a la una de la tarde hora de México, e Italia y Francia protagonizaron un auténtico duelo. El primer tiempo terminó cero a cero, en un juego trabado, ríspido, difícil. Fue hasta el minuto 10 del segundo tiempo que Marco Delvecchio clavó un gol. Y ya se sabe -o se sabía-, una vez que Italia mete un gol, resulta casi imposible remontar el marcador. Desde el famoso catenaccio, inventado por Helenio Herrera, la defensiva italiana se convertía en una auténtica fortaleza inexpugnable. Bien lo pontificó el propio "Mago": si no te meten gol, no puedes perder.
Como a las dos y media salí de la oficina para ir al set que se había preparado en las instalaciones del IFE, desde donde se trasmitiría el primer mensaje en cadena nacional. Llegué y estaba todo listo. De repente se escuchó el grito inconfundible de Gooool. En tiempo de compensación, minuto 94, Sylvain Wiltord había anotado por Francia y el partido se empataba. Se jugarían tiempos extras. Quien metiera el primer gol, el llamado de oro, sería el campeón de Europa. No lo teníamos previsto.
A las tres en punto informé de la instalación de las casillas. De 113 mil 423 solamente 13 no se habían colocado. Cerca del 95 por ciento de los presidentes de las mesas eran los que se habían nombrado previamente. Y ofrecí las cifras del número de representantes de los partidos acreditados en las casillas. Todo marchaba bien. Pero los aficionados al futbol habían resentido que su partido, en el momento cumbre, se interrumpiera intempestivamente por la cadena nacional.
El mensaje duró tres minutos. Y en las pantallas reapareció el juego. Uno de los dos porteros, no me acuerdo si Barthez de Francia o el de Italia (no recuerdo el nombre), había sufrido un foul y se había quedado tendido sobre el césped casi dos minutos. El partido seguía empatado a uno. Uf, habíamos corrido con suerte. Y la buena estrella se hizo aún más patente cuando unos cuantos segundos después, David Trezeguet, que no alineó desde el inicio, metió el gol que daba la copa a Francia.
A la semana siguiente tuve el siguiente diálogo con un sobrino de 8 años. -¿Cómo se te ocurrió interrumpir el partido? -Bueno, las elecciones son más importantes que el futbol. -Todos en mi salón se quejaron de tu mensaje. -Explícales que le mandamos decir al portero que hiciera tiempo mientras yo hablaba.
Desde entonces mi sobrino no me cree nada.
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