ERNESTO VILLANUEVA
En estos días tirios y troyanos recurren a todo para posicionar a sus candidatos presidenciales en la opinión pública. A quien le toque gobernar encontrará un país casi en ruinas. No es mi opinión personal. Es el resultado de la lectura del reporte sobre México y su competitividad del Foro Económico Mundial, que muestra cómo se encuentra la nación en el contexto mundial bajo el gobierno de Felipe Calderón. El estudio no tiene desperdicio. Veamos por qué.
Primero. El informe del Foro Económico Mundial tiene el mérito de incluir no sólo evaluaciones de sus propios analistas, sino también de mexicanos, entre ellos el subsecretario de Economía José Antonio Torre y sus asistentes Enrique Perret Erhard y Narciso Suárez, por lo cual se presume que esos resultados están avalados por el gobierno de México. El estudio incluye a 142 países, y la primera mirada sobre México no deja lugar a dudas sobre lo mucho que deberá rehacerse a partir del 1 de diciembre de este año.
En lo que se refiere a la estructura de las instituciones públicas, México se localiza en el lugar 109 de 142. La fallida estrategia de Calderón contra el crimen organizado y la inseguridad ha tenido un altísimo costo para hacer negocios en México al ubicar al país en el lugar 139; es decir, a tres sitios del último del mundo, que no es poca cosa. El sector educativo (incluyendo todos los niveles, de primaria a posgrado) tiene una “pobre calidad” que ubica a la nación en el lugar 107. Hace cuatro años estábamos en el 79, también muy mal, pero ahora estamos peor. En el diseño de las políticas públicas del mercado laboral, tenemos el nada honroso sitio 114. Así, resulta gravísimo lo que hemos caído para este año.
Segundo. Los problemas que señala el reporte como los principales obstáculos para invertir en México son, en orden descendente, los siguientes: 1) Crimen y robo, 2) Corrupción, 3) Ineficiencia del gobierno, 4) Acceso a financiamiento, 5) Regulación de impuestos, 6) Restricciones de la política pública laboral, 7) Infraestructura inadecuada, 8) Tasas de impuestos, 9) Fuerza de trabajo mal preparada, 10) Inestabilidad política, 11) Reducidos valores éticos en la fuerza de trabajo, 12) Inflación, 13) Inestabilidad gubernamental, 14) Regulaciones inadecuadas al manejo de divisas, y 15) Pobre sistema de salud pública.
En algunos indicadores, como en el de las instituciones, México pasa de panzazo, pero ello no significa que tales resultados sean mínimamente positivos, pues no colocan al país en la lista de los primeros 70, salvo en políticas públicas de transparencia, donde sí alcanzó el número 70, aunque casi todos los “transparentólogos” mexicanos esperarían que estuviera en los primeros 20 sitios. El indicador más bajo se localiza en la confianza pública en los políticos, con 2.2, seguido del favoritismo de los gobernantes para la toma de decisiones, con el 2.9. El mejor rubro es el concerniente a la protección de la inversión extranjera, que registra 6 puntos en una escala de 0 a 10.
Tercero. Por lo que se refiere a la infraestructura, los indicadores más bajos son la calidad del suministro de energía eléctrica (sitio número 83) y acceso a los teléfonos celulares (puesto 96). Y en lo que respecta a la salud y a la educación primaria, sorprendentemente México está en el número 80 por casos de malaria, a diferencia de la tuberculosis, donde se ubica en el número 40. La calidad de la educación primaria pública es muy pobre (lugar 121), aunque, eso sí, hay una gran cobertura, pues este es el único caso en que el país alcanza el número 22.
Este hecho, empero, no es útil al pueblo, sólo al Sindicato de Trabajadores de la Maestra. Tenemos muchos espacios para estudiar, pero muy malos. Algo similar sucede con la educación secundaria, preparatoria y superior, donde México se posiciona en el número 107 por su calidad educativa, pero en el número 64 por cuanto se refiere a la disponibilidad de espacios para estudiar. Lo anterior pone de relieve la urgente necesidad de hacer una cirugía mayor en el sistema educativo nacional que pase por acotar la negociación de la ley con los maestros, la idoneidad de los profesores y el diseño de programas de estudio que permitan crear ciudadanía. Hoy la educación pública es sólo una ilusión que sirve como instrumento para generar en los mexicanos seguridad psicológica.
Los datos duros de una institución internacional que se presume ajena a las intrigas políticas domésticas es fuente de múltiples interpretaciones. Lo cierto, con todo, es que nadie puede sostener que con los gobiernos del PAN México está mejor que antes en el contexto mundial; antes bien, entre muchas otras cosas, confirman que la guerra de Calderón ha tenido altísimos costos no sólo en lo obvio (vidas humanas, pérdida de espacios públicos y seguridad), sino también en la inversión extranjera y la creación de empleos, que paradójicamente fue el lema de campaña de Felipe Calderón. El próximo 1 de julio los ciudadanos decidirán si se refrenda esta ruta que se ha seguido con Calderón y el PAN o cambiamos de rumbo para reconstruir lo que queda del país.
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