miércoles, 6 de junio de 2012

JÓVENES CONTRA EL CINISMO POLÍTICO

ISSA LUNA PLA

La mayoría de los que han escrito sobre el movimiento de estudiantes YoSoy132 lo hacen para preguntarse qué tanto influirá éste en las elecciones. Esta es una pregunta válida, sin embargo, me parece que no es la pregunta adecuada.


En el preámbulo de las elecciones, preguntarse si el movimiento juvenil tendrá efectos en el puntero es equivalente a darle una importancia mínima al esfuerzo de los jóvenes (y otros que se suman) y de reducir sus móviles a las circunstancias de corto alcance. Entender este movimiento desde sus emociones y el papel que juegan en la democracia actual le da una vida más larga al movimiento y le hace justicia.
 
¿Qué es lo que motiva a este movimiento? ¿Por qué se le unen cada día más grupos de jóvenes? Empecemos reconociendo lo que no motiva a los jóvenes. La razón por la que se organizan y se manifiestan las personas alrededor del #YoSoy132 no tiene una razón económica necesariamente. No se trata de un conflicto por el poder económico ni de una disputa de recursos. Tampoco se pretende sustituir un modelo de gobierno por otro, o a unos líderes por otros.  Esto es quizás lo ha hecho más complejo a este movimiento. Se mueve sobre una línea muy delgada que separa el interés partidista del real móvil emocional del movimiento.
 
Las emociones de los jóvenes son la consecuencia de una clase política afanada en minimizarlos y negarlos. No existe ninguna institución de gobierno, ni siquiera en el congreso, que consulte decisiones con los grupos de los jóvenes mexicanos. Hace unos años, en Puebla, una chica brillante que participaba en las juventudes de su partido político se me acercó en un seminario y me hizo la pregunta del millón: ¿por qué a los jóvenes no nos invitan a participar en decisiones de políticas públicas? Quizás en ese momento le respondí que faltaba organizarlos. Pero en realidad lo que faltaba es que la sociedad entera y el propio Estado los viera como un grupo de interés. 
 
Ignorar los intereses de los jóvenes, obstaculizarles el paso a los recursos para que se organicen, y sacarlos de las decisiones públicas ha generado una bola de nieve. Las emociones del movimiento #YoSoy132 no son de avaricia o codicia económica; son de descontento, injusticia, abuso, autoritarismo, impotencia, agravio y resentimiento. Estos sentimientos no han derivado en violencia. El paso entre la codicia económica y el resentimiento no es automático, por eso este movimiento en particular, difícilmente se manifestaría en crisis de violencia o guerra. 
 
#YoSoy132, más bien, se lanza en contra del cinismo político. Contra la impunidad y la corrupción percibida, contra la avaricia de los líderes y grupos políticos; contra la desvergüenza, la imprudencia, la obscenidad, el descaro y la irresponsabilidad de los partidos, gobernantes y sus vínculos económicos con poderes fácticos. Contra seguir siendo ignorados como grupo de interés y contra seguir siendo víctimas de la injusticia. 
 
Hasta aquí, sabemos qué ha causado su malestar, sabemos cuál es su descontento, y sabemos que ese resentimiento los conducirá por la vía del conflicto no violento. ¿Cuál es entonces el papel de estas emociones en nuestra democracia? De inicio, crear conciencia social de que tenemos que dejar de minimizar sus preocupaciones y menospreciar su incredulidad.
 
Los jóvenes organizados son un grupo de interés y pueden mover voluntades. Pueden participar en las decisiones de los comités vecinales para reclamar espacios de ocio. En mi barrio han logrado que les autoricen pintar en ciertas bardas, y han logrado que en el parque les monten un campo de patinaje donde cada tarde llegan con sus patinetas y practican saltos y giros. Los jóvenes también podrían participar en el diseño de políticas públicas laborales, que van a impactar en su presente. Jóvenes que han participado en otros países en éstas políticas logran, no solamente las oportunidades de calidad, sino también las políticas de construcción de capacidades para hacer frente a los mercados laborales de mejor manera.
 
Los jóvenes tienen además un interés público en los procesos de legislación. Tienen derecho a opinar sobre cuáles son las mejores normas para rehabilitar a menores infractores; tienen derecho a ser tomados en cuenta en el desarrollo económico y social del país. Podrían participar en los comités de los programas sociales; en los consejos de los derechos de los consumidores como un grupo económico; y hasta en los consejos de las concesionarias de televisión, telecomunicaciones y en los de vigilancia de los fines culturales al hacer uso del espacio radioeléctrico, que es territorio nacional. Podrían, claro. 
 
Lo que a muchos nos identifica con estos jóvenes y con su causa es que los mexicanos ya estamos al tope del cinismo político. En esto, el movimiento YoSoy132 nos levanta a todos de nuestros asientos. Para quien gobierne este país YoSoy132 no la deja fácil. Nos da cuenta de que el México bucólico de los ciudadanos teletubis es sólo una parte del montón, y que al que venga al escenario se le pondrá exigente la audiencia.
 
Pero lo que los jóvenes pueden también lograr en esta batalla es garantizarse un rol estelar en la democracia, en el gobierno y en la vida pública del país. De la queja a la demanda hay un paso largo. Podrían lograr que los reconozcamos como grupo de interés y les demos su lugar. Que participen en la construcción económica, cultural y educativa de ellos y de sus hijos. Que participen en construir ciudadanos críticos e informados, como ellos nos han dicho que quieren. En ciudadanos intolerantes al cinismo político.

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