miércoles, 24 de junio de 2009

¡ADIOS, DOÑA TENCHA!

HERMILIO LÓPEZ-BASSOLS

Venecia, Italia.- Interrumpo mis colaboraciones desde el Viejo Continente para evocar a una gran dama que ha cumplido una vida fructuosa y digna: Hortencia Bussi de Allende. La vida del presidente Salvador Allende está íntimamente ligada a la que fue su mujer por 33 años. Nacida en Valparaiso en 1914, estudió historia y geografía en la Universidad de Chile, fue bibliotecaria, y cuando Don Salvador ya había iniciado su vida política dentro del Partido Socialista contrajo matrimonio, del que nacieron tres hijas, Carmen, Beatriz e Isabel. Esta última es diputada y vicepresidente del Partido Socialista. Es su prima, del mismo nombre, la ilustre escritora chilena. Siguió la carrera política de su esposo hasta que fue senador y después presidente de la Republica. Doña Tencha, como todos en Chile y en Mexico le decíamos, no estaba en el Palacio de la Moneda cuando éste fue bombardeado el 13 de septiembre de 1973. Allí estaba su secretaria, Miria Contreras, "La Payita", mas el presidente se preocupó por su esposa y le llamó en la misma mañana. Luego del suicidio del presidente Allende, los magnicidas le entregaron el cadáver que se llevó a Viña del Mar. Son celebres sus palabras en aquella ocasión: "Enterramos al presidente constitucional de Chile".El magnifico embajador que en aquel momento tenía México en Chile, Gonzalo Martínez Corbala, le invitó por órdenes expresas del presidente Echeverría a que viniera a México con muchas otras figuras políticas del orden depuesto por la traición. Don Gonzalo nos narra que el avión salió el 15 de septiembre, y que él, después de invitar también a Neruda que estaba muy grave, cantó el Himno Nacional mexicano en la aeronave que venía del rescate del pensamiento de izquierda chileno. A partir de esa ocasión tuve la oportunidad de saludarla en su casa que le ofrecía Don Luis, y siempre activa aprovechaba cualquier contacto para trabajar por la causa de la democracia masacrada por el repugnante dictador de su país. En Mexico estuvo 17 años y era el centro visible de los exilados, entre quienes recuerdo a Miguel Inzulza y Juan Somavia. Todavía tuvo Doña Tencha que vivir la muerte de su hija Beatriz, la que ocurrió en Cuba. Cuando el dictador cayó, Doña Tencha, como muchos de sus coterráneos, regresaron al país, y cuando tuvo oportunidad de reclamar la democracia en América Latina, se lo dijo con todas sus letras a Fidel. Se dedicó después a la Fundación Salvador Allende en Chile, y allí tuve la oportunidad de saludarla nuevamente, inclusive en su casa, donde como en Isla Negra era notorio su recuerdo mexicano, sillas, zarapes, artesanías decoraban su casa, así como también la de Miguel Inzulza, con quien comí en aquella ocasión, acompañado del embajador de Chile en El Salvador. Meses después, Doña Tencha fue a ver a una amiga en Honduras y supe de su paso por el aeropuerto de Comalapa, en El Salvador, allí fui a su encuentro, siempre cálida, con sus ojos penetrantes, su pequeña estatura, ajena a la retórica, me preguntaba sobre Mexico y sobre el Lic. Echeverria. Me despedí, le di un gran beso y el testimonio fotográfico está en mi estudio en San Jerónimo.Qué hermosa la vida de Doña Tencha, vivió con un gran hombre /talentoso, honesto, de profundas convicciones nacionalistas, enemigo del Imperio, un doctor que sí sabía cuál era la curación para la muy lastimada América nuestra/. Vio la victoria del socialismo en su patria, y por él siguió luchando hasta el último momento de su fructuosa existencia.

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