martes, 23 de junio de 2009

YA ME COMPRÉ UN PARAGUAS

JORGE ALCOCER VILLANUEVA

Desde que sobre el tema tengo memoria, cada tres años escucho y leo diagnósticos sobre la crisis del sistema de partidos. De igual forma leo, en diarios y revistas, a los profetas del parteaguas; son tantos que ya me compré un paraguas.¿Están en crisis los partidos? Las pruebas indican que la insatisfacción con ellos es generalizada, en Europa, en Latinoamérica, en Asia. En México el panorama es igual; los partidos ocupan los últimos lugares en valoración social. Se han convertido en maquinarias electorales resguardadas en búnkers con ventanas pequeñas y opacas. Pero, crisis, lo que se llama crisis, la del PRD. Al PRI lo vemos con el colmillo retorcido que los años en el desierto afilaron; al PAN, lidiando con su condición de partido en el gobierno; al Verde en sus negocios; PT y Convergencia a la sombra del caudillo; Nueva Alianza esperando las instrucciones de su jefa y dueña; y al PSD... casi nadie lo ve.A la mayoría de los ciudadanos modernos no les gustan los partidos, no participan en ellos, no los entienden, ni les interesa entenderlos. La política es ajena a la vida cotidiana de las personas y las familias que cuando del tema hablan en la sobremesa procuran que no estén presentes los niños. Así es aquí y en China.La política y los políticos son tema para una minoría ilustrada que del asunto se ocupa por motivos profesionales, o por falta de un mejor tema de conversación. Las pláticas que la gente común tiene al respecto no son acerca de los partidos, sino sobre lo que en la televisión y radio se dice de los políticos y gobernantes. Por ejemplo, el gobernador Enrique Peña Nieto seguramente acapara la atención en los desayunos y comidas de las damas de Polanco. Su peinado, sus trajes y corbatas, y desde luego su romance de telenovela.Un segmento de la elite declaró su hartazgo con los partidos y pide que anulemos el voto; en pocos días aparecieron en la red páginas de grupos y personas anulacionistas. Las televisoras registraron el hecho y dieron vuelo a la propuesta, para luego descubrir que no hay rédito en la promoción, pues al final del día habrá 500 diputados electos. Entonces viraron el foco de su atención para arropar la idea lanzada por el señor Alejandro Martí.El primer punto de la agenda político-electoral propuesta por el citado señor Martí es derogar la norma constitucional (Art. 41) que impide a partidos, candidatos, y a toda persona, comprar tiempo en TV y radio para hacer campaña electoral o promoción político-partidista. Pide Martí que los candidatos a diputados federales firmen ante notario el compromiso de apoyar ese reclamo. Los primeros en hacerlo fueron los verdes; ayer se supo que los candidatos panistas fueron convocados por su jefe nacional para firmar el compromiso de marras. Otros partidos guardan silencio, no quieren quedar mal con las televisoras, menos aún en vísperas de la jornada electoral.La pinza contra la reforma se retroalimenta desde el discurso de la antipolítica, que pone en saco roto lo alcanzado en 30 años de cambios a fuerza de votos, dictando recetas de dudosa efectividad, como la de una democracia de candidatos independientes (¿de quién?); con referendos y plebiscitos sin ton ni son, incluyendo la consulta para revocar mandato y la reelección de legisladores (estoy de acuerdo) como panacea de todos los males (estoy en desacuerdo). Reducir el financiamiento público a los partidos es la demanda con mayor éxito; cuando de dinero se habla, todos entienden.Los partidos están integrados por ciudadanos con las mismas (de)formaciones de los que no participan en ellos. Los partidos son organizaciones de ciudadanos a los que hemos querido regular de una manera que ya parece excesiva, con pobres resultados. Pensemos en una alternativa: dejar que, respetando normas democráticas básicas, los afiliados de cada partido decidan sobre sus asuntos internos, que el IFE vigile los dineros de que disponen y los demás ciudadanos, con nuestra participación y voto, decidamos si nos gusta lo que hacen y proponen.

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