Mañana concluyen las campañas. A reserva de ver las últimas encuestas, las tendencias apuntan al regreso del PRI a la posición de partido con mayor número de votos, sin alcanzar mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. En los estados con elección local concurrente -10- y en el Distrito Federal, los pronósticos apuntan a una relativa estabilidad en el reparto del poder, pero puede haber sorpresas.Más del 80% de los ciudadanos saben la fecha de la elección, pero sólo alrededor del 40% del total dicen estar seguros de ir a votar. No es una buena noticia, pero no es inédito, ni aquí ni en otras latitudes. La interrogante es por el voto nulo -cualquiera que sea la forma en que se exprese- pues en algunas encuestas un 15% de los potenciales votantes dice que anulará su voto, aunque cuando se les entregó el facsímil de la boleta el porcentaje bajó a menos del 5%. Lo que sigue es la lectura de esos votos; habrá múltiples intérpretes.De las novedades, cabe destacar la regulación de precampañas, cuyo efecto práctico más importante fue fijar fechas de inicio y término de las mismas; la reducción del plazo de campaña a 60 días y la disminución de su financiamiento público en un 70%, lo que se explica por la entrada en operación del nuevo modelo de acceso de los partidos a TV y radio, que ha sido el aspecto más discutido.No es casual que las determinaciones del IFE y las reacciones de los concesionarios y permisionarios, especialmente de TV, hayan ocupado la atención pública. Desde el arranque de las precampañas quedó claro el desafío planteado por Televisa y TV Azteca a la aplicación de la reforma, que pasó del litigio ante los tribunales al boicot. Aunque las dos televisoras suprimieron las cortinillas originalmente colocadas y mitigaron la compactación de mensajes, el volumen de los mismos -y las decisiones de los consejeros y magistrados electorales- condujeron a pautas de difusión que se distinguen por la sucesión, sin orden ni concierto, de mensajes de diferentes partidos y de las autoridades electorales.Según los reportes del IFE, las pautas fueron cumplidas en más del 85%; con pocas excepciones, los problemas obedecieron casi siempre a deficiencias en el pautado original o a problemas técnicos. Quedó probado que, en términos de su operación, el modelo funciona de manera más que razonable, incluso utilizando solamente formato de spot (30 segundos) como -desafortunadamente- ocurrió en esta primera experiencia.Es cierto que el IFE se ha visto sometido a una inédita carga de trabajo, pero hay que decir que una parte del problema ha estado en la proliferación de quejas partidistas al amparo del procedimiento especial sancionador, asociadas buena parte de ellas a supuestas violaciones al artículo 134 constitucional, es decir a conductas de servidores públicos y propaganda gubernamental. La omisión del Congreso, al no expedir la ley reglamentaria, explica -en buena medida- los abusos y entuertos que hemos presenciado. Cabe apuntar también que, con la deshonrosa excepción del PVEM y algunos casos individuales, la prohibición a los partidos y sus candidatos de comprar o disponer, en cualquier modalidad, de tiempo en TV y radio para fines de propaganda electoral fue respetada.Es usual que en campaña los partidos opositores extremen críticas y propuestas, que hablen del momento decisivo, de la oportunidad histórica; lo singular en 2009 ha sido que la polarización corrió a cargo del partido gobernante (PAN), y que luego un variopinto grupo de personajes y organizaciones haya descubierto la oportunidad de crear un parteaguas anulando el voto.Sin restar importancia a la elección, no hay que dramatizar. La normalidad electoral tiene como contrapartida la existencia de aburridas rutinas democráticas que lejos están de provocar la pasión del electorado. Con o sin reelección, con mejores o peores partidos, esas rutinas no cambiarán, creo que para bien.Será que, como también escribió Milan Kundera, la vida está en otra parte.
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