Hay algo excepcional en las iniciativas del Presidente Obama. Todas ellas son buenas y necesarias
Menuda obligación tiene Barack Hussein Obama durante su gira por Egipto y el Medio Oriente: superar los 8 años de desastre sembrados por la administración Bush-Cheney en la región y devolverle credibilidad a la política exterior de los Estados Unidos de América. Hay algo excepcional en las iniciativas del Presidente Obama. Todas ellas son buenas y necesarias. Pero encuentran una resistencia negativa de la parte contraria, y a veces, del propio partido del presidente. Consideremos: Obama le tiende la mano, explícitamente, a "la República Islámica de Irán". Ahmadinejad, el Presidente iraní, no sólo no devuelve el saludo sino que, provocativamente, acelera el programa nuclear iraní. Obama, paciente, espera e indica: Irán no prosperará como potencia nuclear. Por esa vía, sólo encontrará resistencia y aislamiento. En cambio, un Irán sin armas nucleares encontrará inversiones, desarrollo y amistad internacionales. Por otra parte, tanto China como Rusia mantienen buenas relaciones con Teherán. En Guantánamo, en Cuba, Obama se propone cerrar la base norteamericana. ¿Dónde enviar a los actuales prisioneros? Los congresistas y los estados norteamericanos, más papistas que la papa, se niegan a acogerlos. A pesar de que en las prisiones de alta peligrosidad de los EU se encuentran encarcelados asesinos, sadistas, pandilleros y toda laya de criminales. Este ridículo prurito de pureza es contrarrestado por una clara explicación del Presidente Obama, en el sentido de que todo detenido, por peligroso que parezca, tiene derecho a proceso legal, militar o civil, y sólo entonces, queda sujeto a pena. Lo que no se puede obviar, alega Obama, es el derecho a juicio legítimo, internacional o interno. Sólo la justicia definirá el status de los acusados. No en balde, Obama es abogado graduado de Harvard, director de la Revista de la Escuela de Derecho de esta Universidad y practicante activo de la profesión en Chicago. En Pakistán, Obama trata de persuadir al Gobierno y a la sociedad, mesmerizados por el tradicional conflicto con la India vecina, de que la actual amenaza no viene del Este, de la India, sino del Noroeste, la frontera con Afganistán. La India es hoy una de las economías emergentes más sólidas del mundo y las aventuras militares no son, ni remotamente, su prioridad. Si Pakistán, en vez de armarse para una imaginaria guerra con la India, se armase para combatir a la guerrilla del Talibán, cambiaría no sólo de armamento y de política, sino de resultados, toda vez que los EU han virado su presencia militar de Iraq a Afganistán. Debatible decisión: ni la Gran Bretaña, en su momento, ni Rusia, en el suyo, resolvieron el problema afgano con más tropa. Afganistán, como Iraq, sólo resolverán sus problemas como los resolvió, en su momento, México: dando curso a las realidades sociales, políticas y culturales internas. Que el mundo global de 2009 no es el mundo nacionalista de 1909 es obvio, pero la realidad subyacente es la misma: la intervención exterior no podrá sustituir a la evolución interior. Que esto es sumamente difícil en Afganistán, un país con Gobierno incompetente, economía de la droga y feroces talibanes, acaso justifique la presencia militar norteamericana. A la postre, sin embargo, serán los afganos quienes se den, como México en su momento, los gobiernos que se merecen. Tesis, por lo demás, aplicable a Iraq, donde tras de 7 años de invasión y ocupación norteamericanas, el Gobierno central de Al-Malaki pide la salida de Washington a fin de desatar una política interna que fatalmente conducirá al conflicto entre chiítas, Al-Malaki es de esa persuasión religiosa, suníes y kurdos cercanos a la vecina Turquía, cuyo ingreso a la Comunidad Europea es mal visto por Francia y Alemania. O sea: Iraq, como México en su momento: 1915-1935, deberá encontrar solución interna a su política interna. En este complicado cuadro, Obama les tiende la mano a todos los gobiernos latinoamericanos democráticamente electos. El de Cuba no lo es y para reingresar a la OEA, "el Ministerio de las colonias", la Carta de la Organización deberá ser reformada como lo pide el secretario general José Miguel Insulza. Para Obama, el desafío es superar medio siglo de hostilidades inútiles para los EU y hábilmente aprovechadas por Fidel Castro. Los obstáculos los señalan la disposición a negociar en buena fe de Raúl Castro y la intransigencia de su hermano mayor. Finalmente, en el Oriente Medio, Obama ha puesto de cabeza la equivocada política de Bush-Cheney. No hay que ser clarividente para entender que los problemas de la región empiezan y terminan en la relación entre Israel y Palestina. Clinton así lo entendió. Bush abandonó esta lógica para lanzarse contra el viejo aliado de Washington, el Iraq de Sadam Hussein, aplazando la solución Israel-Palestina y protegiendo de hecho a Israel, el estado-cliente de Washington. Obama ha restaurado el orden prioritario. Ante todo, la relación Israel-Palestina y en el sentido aprobado por la comunidad internacional: dos estados soberanos, conviviendo lado a lado. Regreso a las fronteras determinadas por las resoluciones 194 y 242 de la ONU. Reconocimiento de Israel por los estados musulmanes de la región, incluyendo al Reino Saudita. Abandono por Israel de los territorios arrebatados a Palestina, donde viven casi tres millones de palestinos y apenas trescientos mil israelíes. Los obstáculos abundan. Todos los conocemos. La autoridad Palestina es corrupta y débil. Palestina está dividida entre la autoridad y el grupo Hamas instalado en Gaza. La intransigencia ortodoxa de Benjamín Netanyahu, el Primer Ministro israelí, se rehúsa a devolver el territorio ocupado a Siria y a frenar la extensión de asentamientos israelíes en tierras palestinas. Obama, claro, tiene la todopoderosa arma de reducir la asistencia a Israel. Prefiere dialogar y persuadir, como lo demuestra su difícil entrevista con Netanyahu en Washington. Pero, para regresar al inicio de este artículo, Obama introduce un poderoso caveat. Si Netanyahu exige que Irán renuncie a su programa nuclear para que haya negociaciones, Obama propone que primero haya paz entre Israel y Palestina a fin de que la comunidad internacional se ocupe seriamente de Irán. Obama, halándole al mundo musulmán, admite los errores de los EU pero pide que los musulmanes, también, admitan los suyos.
Menuda obligación tiene Barack Hussein Obama durante su gira por Egipto y el Medio Oriente: superar los 8 años de desastre sembrados por la administración Bush-Cheney en la región y devolverle credibilidad a la política exterior de los Estados Unidos de América. Hay algo excepcional en las iniciativas del Presidente Obama. Todas ellas son buenas y necesarias. Pero encuentran una resistencia negativa de la parte contraria, y a veces, del propio partido del presidente. Consideremos: Obama le tiende la mano, explícitamente, a "la República Islámica de Irán". Ahmadinejad, el Presidente iraní, no sólo no devuelve el saludo sino que, provocativamente, acelera el programa nuclear iraní. Obama, paciente, espera e indica: Irán no prosperará como potencia nuclear. Por esa vía, sólo encontrará resistencia y aislamiento. En cambio, un Irán sin armas nucleares encontrará inversiones, desarrollo y amistad internacionales. Por otra parte, tanto China como Rusia mantienen buenas relaciones con Teherán. En Guantánamo, en Cuba, Obama se propone cerrar la base norteamericana. ¿Dónde enviar a los actuales prisioneros? Los congresistas y los estados norteamericanos, más papistas que la papa, se niegan a acogerlos. A pesar de que en las prisiones de alta peligrosidad de los EU se encuentran encarcelados asesinos, sadistas, pandilleros y toda laya de criminales. Este ridículo prurito de pureza es contrarrestado por una clara explicación del Presidente Obama, en el sentido de que todo detenido, por peligroso que parezca, tiene derecho a proceso legal, militar o civil, y sólo entonces, queda sujeto a pena. Lo que no se puede obviar, alega Obama, es el derecho a juicio legítimo, internacional o interno. Sólo la justicia definirá el status de los acusados. No en balde, Obama es abogado graduado de Harvard, director de la Revista de la Escuela de Derecho de esta Universidad y practicante activo de la profesión en Chicago. En Pakistán, Obama trata de persuadir al Gobierno y a la sociedad, mesmerizados por el tradicional conflicto con la India vecina, de que la actual amenaza no viene del Este, de la India, sino del Noroeste, la frontera con Afganistán. La India es hoy una de las economías emergentes más sólidas del mundo y las aventuras militares no son, ni remotamente, su prioridad. Si Pakistán, en vez de armarse para una imaginaria guerra con la India, se armase para combatir a la guerrilla del Talibán, cambiaría no sólo de armamento y de política, sino de resultados, toda vez que los EU han virado su presencia militar de Iraq a Afganistán. Debatible decisión: ni la Gran Bretaña, en su momento, ni Rusia, en el suyo, resolvieron el problema afgano con más tropa. Afganistán, como Iraq, sólo resolverán sus problemas como los resolvió, en su momento, México: dando curso a las realidades sociales, políticas y culturales internas. Que el mundo global de 2009 no es el mundo nacionalista de 1909 es obvio, pero la realidad subyacente es la misma: la intervención exterior no podrá sustituir a la evolución interior. Que esto es sumamente difícil en Afganistán, un país con Gobierno incompetente, economía de la droga y feroces talibanes, acaso justifique la presencia militar norteamericana. A la postre, sin embargo, serán los afganos quienes se den, como México en su momento, los gobiernos que se merecen. Tesis, por lo demás, aplicable a Iraq, donde tras de 7 años de invasión y ocupación norteamericanas, el Gobierno central de Al-Malaki pide la salida de Washington a fin de desatar una política interna que fatalmente conducirá al conflicto entre chiítas, Al-Malaki es de esa persuasión religiosa, suníes y kurdos cercanos a la vecina Turquía, cuyo ingreso a la Comunidad Europea es mal visto por Francia y Alemania. O sea: Iraq, como México en su momento: 1915-1935, deberá encontrar solución interna a su política interna. En este complicado cuadro, Obama les tiende la mano a todos los gobiernos latinoamericanos democráticamente electos. El de Cuba no lo es y para reingresar a la OEA, "el Ministerio de las colonias", la Carta de la Organización deberá ser reformada como lo pide el secretario general José Miguel Insulza. Para Obama, el desafío es superar medio siglo de hostilidades inútiles para los EU y hábilmente aprovechadas por Fidel Castro. Los obstáculos los señalan la disposición a negociar en buena fe de Raúl Castro y la intransigencia de su hermano mayor. Finalmente, en el Oriente Medio, Obama ha puesto de cabeza la equivocada política de Bush-Cheney. No hay que ser clarividente para entender que los problemas de la región empiezan y terminan en la relación entre Israel y Palestina. Clinton así lo entendió. Bush abandonó esta lógica para lanzarse contra el viejo aliado de Washington, el Iraq de Sadam Hussein, aplazando la solución Israel-Palestina y protegiendo de hecho a Israel, el estado-cliente de Washington. Obama ha restaurado el orden prioritario. Ante todo, la relación Israel-Palestina y en el sentido aprobado por la comunidad internacional: dos estados soberanos, conviviendo lado a lado. Regreso a las fronteras determinadas por las resoluciones 194 y 242 de la ONU. Reconocimiento de Israel por los estados musulmanes de la región, incluyendo al Reino Saudita. Abandono por Israel de los territorios arrebatados a Palestina, donde viven casi tres millones de palestinos y apenas trescientos mil israelíes. Los obstáculos abundan. Todos los conocemos. La autoridad Palestina es corrupta y débil. Palestina está dividida entre la autoridad y el grupo Hamas instalado en Gaza. La intransigencia ortodoxa de Benjamín Netanyahu, el Primer Ministro israelí, se rehúsa a devolver el territorio ocupado a Siria y a frenar la extensión de asentamientos israelíes en tierras palestinas. Obama, claro, tiene la todopoderosa arma de reducir la asistencia a Israel. Prefiere dialogar y persuadir, como lo demuestra su difícil entrevista con Netanyahu en Washington. Pero, para regresar al inicio de este artículo, Obama introduce un poderoso caveat. Si Netanyahu exige que Irán renuncie a su programa nuclear para que haya negociaciones, Obama propone que primero haya paz entre Israel y Palestina a fin de que la comunidad internacional se ocupe seriamente de Irán. Obama, halándole al mundo musulmán, admite los errores de los EU pero pide que los musulmanes, también, admitan los suyos.
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