Perla periodística —porque hurgó con inteligencia en el momento oportuno y desnudó la farsa—, la entrevista que Marilú Torrano hizo al actor Raúl Araiza para el programa de radio Tal cual, que conduce Susana Moscatel (MVS 102.5 de FM), evidencia mucho de la relación política y de negocios entre el Partido Verde y Televisa, pero, sobre todo, regala trazos insospechados de la concepción en que se fundan las complicidades entre la televisora y ese partido que, de la mano desde hace ya varios años, han cometido en esta campaña los actos violatorios de la legislación electoral más descarados y desafiantes al estado de derecho.
Las declaraciones de Araiza —que ahora trata de hacerlas pasar como descontextualizadas— sólo confirmaron lo que ya eran quejas de algunos partidos ante el IFE: que los promocionales de la revista TV y Novelas —propiedad de Grupo Editorial Televisa—, que pasaron por los canales 2 y 5, entre el 3 y el 21 de junio, en los que se presentaba como noticia los motivos de Araiza para apoyar al Verde y hacer promoción de sus tres propuestas de campaña, eran en realidad simple y llanamente más propaganda electoral, contratada o donada a ese partido por la televisora. Lo que está prohibido por el artículo 41 de la Constitución de la República.
Lo mismo ocurrió hace unos meses cuando Maite Perroni prestó su imagen al PVEM para los spots contratados por sus diputados federales, presuntamente para difundir sus informes de labores, cuando en realidad era propaganda electoral pura. Pero el Tribunal Electoral federal no lo consideró así y exoneró a la televisora y a su partido de la multa que había impuesto el IFE. De aquel absurdo se puede colegir que la nueva multa impuesta por el órgano electoral, de 13 millones de pesos a Televisa y su partido, por esta nueva violación, gozará de la misma impunidad que la anterior. Con todo y lo que el conductor del programa Hoy reveló, suelto y desparpajado.
Araiza, quien se alquiló a petición de Televisa como voz e imagen del Verde en su campaña de propuestas engañosas, confesó haber sido contratado en un focus group y resolvió hacerlo “como si me hubiera escogido Coca-Cola o Marinela, pues ese es el mismo proceso como actor, como imagen, no tanto en meterme a fondo en cuestiones políticas ni representar a fondo a nadie”.
La reportera inquirió sobre “si realmente estaba creyendo en las propuestas, porque cómo podía prestarse a ser la imagen de una campaña política”. Araiza contestó: “Me gustan algunas pero no todas, ni la de los otros partidos, de hecho yo me he abstenido casi toda mi vida, aquí hay muchas cosas del Verde que me gustan. (...) Lo de la pena de muerte es un tema bien delicado que yo creo que de entrada no se va a aceptar, yo creo por la corrupción que hay en nuestras leyes y que bueno, porque si no, cuántos inocentes podrían perder la vida. Entonces en esa yo no estoy a favor, es un castigo más que una solución, pero bueno, ellos ponen otras que son muy buenas: las del fondo de educación, las medicinas…”.
La capacidad de simulación con la que Araiza actúa en los promocionales de cine y tv, como si realmente fuera un convencido del Verde al que endosa su fama, contrasta con su franqueza al hablar de su única lealtad en política, del único presidente al que reconoce desde hace 22 años: Emilio Azcárraga, padre e hijo.
En la desafiante apuesta de poder con la que la televisora resiste y burla la ley electoral, la respuesta del actor ofrece la mejor explicación: “A mi presidente nunca lo quitan, que es el señor Azcárraga, a él nunca lo quitan y a nosotros no nos traiciona nuestro presidente”.
Araiza no es capaz de concebir la síntesis magistral que su doblez proclama, pero nos formula el reto ineludible para los demócratas en los tiempos por venir: continuar con la dictadura de las televisoras y la simulación de su Partido Verde —ariete y testaferro, bandera falsa y programa inerme—, o poner bajo las reglas de la competencia y la diversidad, de la democracia y de la rendición de cuentas, a las empresas de televisión y al sistema de partidos.
No será otra la disyuntiva si la política ha de reinvindicarse ante tantos reclamos sociales y ciudadanos. Si en verdad se quiere reconducir el rumbo y rescatar dignidad y sentido patriótico al ejercicio del poder.
Las declaraciones de Araiza —que ahora trata de hacerlas pasar como descontextualizadas— sólo confirmaron lo que ya eran quejas de algunos partidos ante el IFE: que los promocionales de la revista TV y Novelas —propiedad de Grupo Editorial Televisa—, que pasaron por los canales 2 y 5, entre el 3 y el 21 de junio, en los que se presentaba como noticia los motivos de Araiza para apoyar al Verde y hacer promoción de sus tres propuestas de campaña, eran en realidad simple y llanamente más propaganda electoral, contratada o donada a ese partido por la televisora. Lo que está prohibido por el artículo 41 de la Constitución de la República.
Lo mismo ocurrió hace unos meses cuando Maite Perroni prestó su imagen al PVEM para los spots contratados por sus diputados federales, presuntamente para difundir sus informes de labores, cuando en realidad era propaganda electoral pura. Pero el Tribunal Electoral federal no lo consideró así y exoneró a la televisora y a su partido de la multa que había impuesto el IFE. De aquel absurdo se puede colegir que la nueva multa impuesta por el órgano electoral, de 13 millones de pesos a Televisa y su partido, por esta nueva violación, gozará de la misma impunidad que la anterior. Con todo y lo que el conductor del programa Hoy reveló, suelto y desparpajado.
Araiza, quien se alquiló a petición de Televisa como voz e imagen del Verde en su campaña de propuestas engañosas, confesó haber sido contratado en un focus group y resolvió hacerlo “como si me hubiera escogido Coca-Cola o Marinela, pues ese es el mismo proceso como actor, como imagen, no tanto en meterme a fondo en cuestiones políticas ni representar a fondo a nadie”.
La reportera inquirió sobre “si realmente estaba creyendo en las propuestas, porque cómo podía prestarse a ser la imagen de una campaña política”. Araiza contestó: “Me gustan algunas pero no todas, ni la de los otros partidos, de hecho yo me he abstenido casi toda mi vida, aquí hay muchas cosas del Verde que me gustan. (...) Lo de la pena de muerte es un tema bien delicado que yo creo que de entrada no se va a aceptar, yo creo por la corrupción que hay en nuestras leyes y que bueno, porque si no, cuántos inocentes podrían perder la vida. Entonces en esa yo no estoy a favor, es un castigo más que una solución, pero bueno, ellos ponen otras que son muy buenas: las del fondo de educación, las medicinas…”.
La capacidad de simulación con la que Araiza actúa en los promocionales de cine y tv, como si realmente fuera un convencido del Verde al que endosa su fama, contrasta con su franqueza al hablar de su única lealtad en política, del único presidente al que reconoce desde hace 22 años: Emilio Azcárraga, padre e hijo.
En la desafiante apuesta de poder con la que la televisora resiste y burla la ley electoral, la respuesta del actor ofrece la mejor explicación: “A mi presidente nunca lo quitan, que es el señor Azcárraga, a él nunca lo quitan y a nosotros no nos traiciona nuestro presidente”.
Araiza no es capaz de concebir la síntesis magistral que su doblez proclama, pero nos formula el reto ineludible para los demócratas en los tiempos por venir: continuar con la dictadura de las televisoras y la simulación de su Partido Verde —ariete y testaferro, bandera falsa y programa inerme—, o poner bajo las reglas de la competencia y la diversidad, de la democracia y de la rendición de cuentas, a las empresas de televisión y al sistema de partidos.
No será otra la disyuntiva si la política ha de reinvindicarse ante tantos reclamos sociales y ciudadanos. Si en verdad se quiere reconducir el rumbo y rescatar dignidad y sentido patriótico al ejercicio del poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario