jueves, 18 de junio de 2009

MAESTROS ARMADOS

MIGUEL CARBONELL

Las malas noticias, nacionales e internacionales, se han juntado de tal manera en las semanas recientes que la opinión pública nacional parece haber pasado por alto un hecho ominoso y lamentable, que en cualquier país democrático merecería el rechazo más enérgico. Me refiero al circo que anualmente montan los maestros de la sección 22 del SNTE en el estado de Oaxaca.
Hemos sabido de la toma de avenidas, del cierre de la carretera que va de la ciudad de Oaxaca al aeropuerto, de la instalación de barricadas en la vía pública. E incluso hemos visto fotos de maestros cubiertos con pasamontañas mientras blandían armas de fuego (pistolas y rifles).
¿Cómo es que hemos llegado a ese estado de degradación? ¿Por qué las autoridades permiten que ciertos particulares —maestros o no— se paseen con armas por la calle, sin que nadie se atreva a detenerlos? ¿Por qué los dejan que tomen literalmente la ciudad y orillen a sus visitantes a caminar algunos kilómetros desde el aeropuerto hasta el punto donde se pueda tomar un taxi que no haya quedado encerrado por las barricadas de los porros magisteriales?
Piense el lector por un momento en lo que podrán pensar los alumnos de una escuela pública de educación básica sobre una persona que un día les está dando clase de civismo y al día siguiente sale a la calle armado a poner barricadas. O mejor todavía: póngase el lector en los zapatos de los padres que no tienen más remedio que enviar a sus hijos a estudiar con esos maestros, dado que no pueden pagar la colegiatura de una escuela particular. ¿Usted dejaría a sus hijos con maestros así? ¿Qué pasaría si los hijos de nuestros grandes funcionarios tuvieran que ir a esas escuelas? ¿Acaso permitirían semejantes conductas magisteriales?
Lo peor de todo es que parece que la opinión pública mexicana ya está blindada y ciega frente al vandalismo de todo tipo. Ya nada parece sorprendernos. Por eso es que permitimos todo tipo de atropellos por parte de grupos mafiosos organizados que solamente buscan seguir medrando por medio de la violencia abierta y de la comisión de hechos ilícitos.
Ahora bien, si en esos maestros descansa la tarea de formar a los futuros líderes de nuestro país, mucho me temo que no saldremos durante siglos de la mediocridad en la que estamos instalados. Es probable que muchos de nuestros actuales políticos hayan estudiado con esos maestros y tengan, consecuentemente, una profunda alteración de su sistema de valores. Los resultados están a la vista.
Por fortuna, no todos los maestros que trabajan en el sistema de educación pública son así. Entre quienes imparten educación preescolar, básica, media superior y superior, hay ejemplos de dedicación docente y de entrega personal al servicio de la formación de nuestros jóvenes. Deben ser los menos, por desgracia. Los resultados de las pruebas internacionales que se practican en México nos ponen en un lugar muy por debajo de lo aceptable. Bajo esas condiciones nuestro país no será nunca competitivo, más allá de nuestra tarea de maquila industrial.
En India se gradúan cada año 300 mil ingenieros que están entre los mejores del mundo y hablan perfectamente inglés. China tiene cientos de miles de estudiantes cursando estudios de posgrado en el extranjero. Mientras, en México el sistema de educación superior sólo tiene una cobertura de 21%, tasa que en EU llega a 81%, en Finlandia a 86%, en Corea a 82% y en Reino Unido a 64%, según datos de Eduardo Andere en su libro México sigue en riesgo: el monumental reto de la educación (Temas de hoy, México, 2006). Y, para escándalo de muchos, seguimos dejando que un año tras otro los maestros se comporten como vándalos, sin que nadie se atreva a aplicarles la ley, la misma que debemos observar escrupulosamente el resto de habitantes del país.

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